10 Busca la salida de emergencias

11 2 0
                                    

Mi siesta no fue para nada reparadora, porque cuando desperté, me dolía el cuerpo mucho más que antes, y ahora también tenía un cuello torcido. Me tallé los ojos para ver mejor afuera. Por suerte el tren se iba a detener en una estación, pero ya no era la mía.

Me maldije en la mente una y otra vez, mientas tomaba mis cosas y luego cuando salía del tren.

¿Cómo era posible que me pasara desgracia tras desgracia? Me costaba creer que le debiera tantas al karma, pero parecía que así era.

Gracias a la página que me había mencionado Alex, pude ver que el próximo tren de vuelta llegaba en dos horas, y por ninguna razón me iba a quedar ahí esperando. No estaba tan lejos del departamento, si caminaba lo suficientemente rápido, quizá llegara en una ahora. Así que, suspirando, arrastré los pies hasta la salida. Y estaba lloviendo, por supuesto.

Supongo que en gran parte me merecía todo eso. Porque Gian tenía razón, abandonaba a cada persona que llegaba a mi vida sin importarme lo que eso les pudiera causar. Era una mala persona, por más que me engañara a mí misma tratando de demostrar lo contrario.

Resignada a una vida llena de desgracias, camine por las calles de Nueva York bajo la lluvia. Mierda, habría parecido un musical si hubiera llevado audífonos, pero no tuve cabeza para eso, estaba muy ocupada aferrándome a mi chamarra. La temperatura estaba descendiendo muy rápido, y si no me cubría o me compraba un paraguas, me iba a enfermar tanto que probablemente terminaría en el hospital. No tenía dinero ni tiempo para eso, así que... me detuve bajo la primera estación de autobuses que vi. Según la pantallita pasaba en media hora. Iba a tener que esperar.

Cansada, con hambre y sin ilusiones, me puse cómoda en la banquita debajo de mí. Usualmente no me gustaba tomar el autobús en la ciudad porque la estación en la que me dejaban estaba más allá del departamento, y no permitían que la gente saliera antes. Así que de igual forma iba a tener que caminar.

Estaba claro que trataba de convertir el problema del tren en algo sumamente importante para olvidar lo que realmente lo era. Que se fuera a la mierda el tren, de todos modos iba a llegar a casa, ¿pero cómo mandaba a la mierda todo lo que estaba mal conmigo? Había cometido tantos errores, que no me iba a alcanzar la vida para remediarlos, lo peor es que gran parte de ellos ya no tenían arreglo. Mamá estaba en coma, ya le había mentido a Alexis y Gian me odiaba por haberlo abandonado. Ellos eran mi familia, pero empecé a apreciarlo demasiado tarde.

Me limpié las lágrimas, furiosa.

Había sido demasiado estúpida, y demasiado egoísta, y demasiado... mala persona.

Mientras me seguía lamentando por mi miseria, vi a una camioneta negra pasar frente a mí.

Fruncí las cejas.

Esa camioneta...

Sorprendentemente, la camioneta regresó de reversa y se detuvo justo frente a donde yo esperaba. No apagó el motor, ni bajó la ventana hasta unos segundos después.

Era Mateo, claramente.

Su cabello estaba más despeinado que de costumbre y algo húmedo, lo que quería decir que había estado un rato en la lluvia. Seguramente yo me veía peor, con la ropa y el cabello empapados y los ojos rojos por tanto llorar. Al recordar eso, me puse el gorro de mi chamarra y me escondí detrás de ella tanto como pude.

No quería que Mateo notara que había estado llorando, porque si preguntaba no iba a saber cómo responderle.

—¿Maeve? —gritó, para que pudiera escucharlo por encima de la lluvia.

Suspiré. Me había reconocido, obvio.

Salí un poco de mi escondite, lo suficiente para que me viera sin descubrir detalles importantes.

Golpe Bajo [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora