15 La villana de la película

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Al día siguiente parecía como si me hubiera pasado un tractor por encima. La cara me estaba punzando y un moretón empezaba a formarse en mi estómago, por eso no me levanté y solo miré la bolsa del dinero en el suelo. No había gastado nada, aún tenía ese debate interno sobre si había hecho lo correcto o no, pero aunque me hubiera equivocado, ya lo había hecho y no podía regresar el tiempo, por más que quisiera.

—Buenos días —entró Gian a mi habitación. Aún llevaba puesta su ridículo pijama de barcos y olas—. Te traje el desayuno y algo para el dolor.

En realidad solo era una dona, un café y una aspirina, pero el detalle contaba mucho.

—Son las cuatro de la tarde.

—¿Qué? —miró la hora en su celular—. Vaya. Me desperté muy tarde.

—Seguramente es a la hora que siempre despiertas, solo que no lo había notado porque nunca estoy aquí en las mañanas.

Sabía bien que tenía el sueño pesado, pero no tanto.

—Claro que no —resopló, pero yo lo conocía bien. Estaba mintiéndome—. En todo caso, tú también acabas de despertar.

—No. Estoy despierta desde las ocho de la mañana.

—¿Y por qué no te levantaste?

—Porque no puedo, básicamente.

Se metió debajo de las cobijas y me puso en el estómago las cosas que me había traído. Tuve que sostener el café rápidamente antes de que se me cayera encima.

—¿Y por eso estás mirando la bolsa de dinero con esa cara tan triste?

—¿Crees que hice lo correcto?

—Creo que hiciste lo que tenía que hacer. Y mira, al final valió la pena. Ganaste más de lo que había pensado y ahora tienes un par de años resueltos.

—Sí, pero, básicamente, asfixié a esa mujer para ganarlos. No lo sé, se siente como dinero sucio.

Y ni siquiera estaba considerando como habían conseguido ese dinero las personas que apostaron. Podía ser por drogas, asesinatos, secuestros, y un montón de cosas que por mi salud mental preferí no pensar.

—Tú te lo ganaste, Mae. Y eso es todo lo que importa.

Me tomé la aspirina con el café e hice una mueca porque se empezó a deshacer en mi boca antes de que la pudiera tragar.

Qué asco.

—Tal vez debas quedarme aquí todo el día. No me siento bien para salir.

—Entonces envíale un mensaje a ese chico.

Me pasó mi celular de la mesa de noche, pero cuando entré a mis contactos me di cuenta de que nunca le había pedido su número de teléfono a Mateo.

¿Cómo era eso posible? Había dormido conmigo, había ido a su casa, ¿pero no tenía su número?

Preferí no decírselo a Gian o se pondría histérico. Tuve que entrar a Instagram y buscarlo. Ya tenía mucho tiempo que no lo usaba, así que fue bastante difícil encontrar seguidores que tuviéramos en común. Al final entré a la página de la academia y ahí había una foto de Mateo entrenando que había sido tomada por el entrenador. Solo entré a la etiqueta y listo.

Mateo_NYC

No pude burlarme de eso porque me di cuenta de que tenía su cuenta en privado. Pues iba a tener que esperar.

—Tenías ganas de ir, ¿no?

—Ya estoy acostumbrado a que seas una aguafiestas —bromeó.

—Lo sé. Es eso y no que me duela el ochenta por ciento del cuerpo.

Golpe Bajo [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora