Capítulo 4

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Al caer la noche, la tormenta estalló sobre ellos. La fuerte lluvia y el feroz viento golpeaban contra los vidrios de las ventanas. Harry cogió las mantas que tía Petunia dejó en la habitación y se cubrió con ellas.

La tormenta aumentó su ferocidad durante la noche. Esta vez se encontraba en el número 4 de Privet Drive, en lugar del suelo frío de una vieja cabaña, sin embargo Harry no podía dormir por los truenos que estallaron cerca de la medianoche. Se puso de pie y camino hacia la cocina.

El nuevo reloj, colgando encima de la chimenea, informó a Harry de que tendría once años en cuatro minutos. Esperaba sentado a que llegara la hora de su cumpleaños, pensando si los Dursley se acordarían.

BUM.

Toda la casa se sacudió y Harry se enderezó. «Oh, ya llegó» pensó, mirando fijamente a la puerta.

BUM. Llamaron otra vez. Dudley bajo por las escaleras corriendo.

- ¿Dónde está el cañón? - preguntó estúpidamente.

Se oyó un crujido y tío Vernon apareció detrás de ellos, con un rifle en las manos.

- ¿Quién está ahí? - gritó -. ¡Le advierto... estoy armado!

Los ruidos se calmaron un momento.

- ¡Harry! - gritó tía Petunia, cogiendo a Harry del brazo y ubicándolo junto a Dudley, detrás de ella. En seguida...

¡UN GOLPE VIOLENTO!

La puerta fue empujada con tal fuerza que se cayó al suelo.

Un hombre gigantesco apareció. Su rostro estaba prácticamente oculto por una larga cabellera y una barba desaliñada, pero podían verse brillar a sus ojos negros.

El gigante ingresó la vivienda doblando la cabeza, que rozaba el techo. Se agachó, cogió la puerta y la volvió a poner en su lugar. Se volvió para mirarlos.

- ¡Ah! ¡Aquí está Harry! - dijo el gigante.

Harry levantó la vista, y le sonrió a su viejo amigo.

- La última vez que te vi eras sólo una criatura - dijo el gigante -. Te pareces mucho a tu padre, pero tienes los ojos de tu madre.

Tío Vernon dejó escapar un suspiró.

- ¡Le exijo que se marche enseguida, señor! - expresó -. ¡Esto es allanamiento de morada!

- Bah, cierra la boca, Dursley - dijo el gigante. Se estiró, arrebató el rifle a tío Vernon, lo retorció como si fuera de goma y lo arrojó a un rincón de la habitación. - De todos modos, Harry - miró a directamente a Harry. Ignorando a tía Petunia, que sostenía como arma una cuchara -, te deseo un muy feliz cumpleaños. Tengo algo aquí. Tal vez lo he aplastado un poco, pero tiene buen sabor.

Del bolsillo de su abrigo sacó una caja algo aplastada. Harry la cogió y la coloco sobre la mesa.

- ¡Gracias! - dijo mirando al gigante.

- ¿Quién es usted? - preguntó tía Petunia.

El gigante rió entre dientes.

- Es cierto, no me he presentado. Rubeus Hagrid, Guardián de las Llaves y Terrenos de Hogwarts. - contestó pasando por completo de tía Petunia. Extendió una mano y sacudió todo el brazo de Harry.

- Lo siento, pero todavía sigo sin saber quién es usted, - mintió Harry.

- Llámame Hagrid - contestó -. Todos lo hacen. Y como te dije, soy el guardián de las llaves de Hogwarts. Ya lo sabrás todo sobre Hogwarts, por supuesto.

Harry Potter y La Moneda Del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora