Harry despertó con un sobresalto y escuchó que alguien golpea la puerta de su habitación.
— ¡Arriba! — llamó la voz chillona de su tía Petunia. Oyó sus pasos en dirección a la cocina, y después el roce de la sartén contra la estufa. Sorprendido por éste acontecimiento, contempló su cuerpo y la habitación.
Estaba en la pequeña y polvorienta alacena bajo las escaleras, y por segunda vez tenía diez años. Tenía la curiosa sensación de que todo lo vivido anteriormente había sido una señal. Un mensaje de alguien mostrándole su futuro, pidiéndole no cometer sus errores.
Su tía volvió a la puerta.
— ¿Ya estás levantado? —quiso saber.
— Casi — respondió Harry.
— Bueno, date prisa, quiero que vigiles el beicon. Y no te atrevas a dejar que se queme. Quiero que todo sea perfecto el día del cumpleaños de Duddy.
— Admito que los extrañe, muy poco, pero lo hice— susurro suavemente Harry.
— ¿Qué has dicho? — gritó con ira desde el otro lado de la puerta.
— Nada, nada... — Harry se apresuro abrir la puerta y envolvió a su tía Petunia en un abrazo, a quien tomo por sorpresa tal gesto de cariño —. Te quiero, tía Petunia.
Se aparto de su tía Petunia observándola detalladamente. Era como la recordaba delgada, rubia y tenía un cuello casi el doble de largo de lo habitual. Se dio la vuelta mirando a su alrededor, todo estaba como la primera vez.
—Yo... — Ella negó con la cabeza, mordió su labio y le miro con preocupación —. ¿Estás bien?
—Mejor que nunca.
—Bueno, — dijo —. Termina de vestirte... Esperaré en la cocina, así qué no demores.
Harry ingresó a su alacena. Cogió el par de calcetines que estaban debajo de la cama y, después de sacar la araña, se los puso. Cuando estuvo vestido salió al recibidor y entró en la cocina. En donde le esperaba su tía Petunia junto al sartén, entre sus manos sostenía una taza con agua.
—Acércate —. Dijo ella al percibir de la presencia de Harry —. Hay una forma de preparar el beicon sin que se queme. Solo sigue las instrucciones.
Su tía Petunia salió de la cocina, pero antes de eso le dejó un papelito en la mano:
- Coloca las lonchas de beicon en una sartén, cúbrelas con 1 centímetro de agua y enciende el fuego a tope hasta que hierva el agua.
- En ese momento baja el fuego a la mitad y lo dejas hasta que se consuma el agua.
- Baja el fuego al mínimo hasta que esté dorado y crujiente, en total serán unos 15 minutos.
- Cuando esté listo lo colócalos sobre un papel absorbente para retirar el exceso de grasa que pueda quedar.
Tío Vernon entró a la cocina cuando Harry bajaba el fuego de la estufa al mínimo.
— ¡Péinate! — bramó como saludo matinal.
Una vez por semana, tío Vernon acostumbraba mirar por encima de su periódico y gritar que Harry necesitaba un corte de pelo. El muchacho no pudo evitar que sus labios se curvaran en una sonrisa, la manera en que sus tíos le trataban, era semejante a la actitud fría que los Slytherin frecuentaban.
Estaba poniendo sobre la mesa los platos con huevos y beicon, cuando Dudley llegó a la cocina con su madre. Entretanto, Dudley contaba sus regalos. Harry esperaba el gran berrinche de su primo, por tener solo Treinta y seis obsequios, sin embargo, tal arrebato nunca apareció. Dudley se sentó tranquilamente y comenzó a comerse el beicon lo más rápido posible, dejando perplejo a Harry.
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Harry Potter y La Moneda Del Destino
FanficHarry descubre que vivo toda su vida en base a mentiras, y permitiéndose ser egoísta pide un deseo. Crossover