| Epílogo|

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— ¿Podrías decírmelo? —  Llevó el puro que tenía en su mano hacia sus labios —. Siendo francos, el hecho de que estés aquí me parece algo extraño — caminó hacia el pequeño bar que había en su habitación —. ¿Quieres una bebida?

— No tomo, gracias — miré hacia la puerta, regresé hacia él —. Mi trabajo está a unas cuadras de aquí, pensé que sería buena idea pasar a saludar pero creo que es mejor seguir como antes — me levanté, él sirvió whisky en un pequeño vaso, dejó el puro sobre un cenicero 

— Tu visita no me provoca ningún inconveniente — se acercó y tomó asiento, podía oler su costosa fragancia mezclada con tabaco en el metro que nos dividía —. Está bien, empecemos una vez más... — extendió su mano apuntando hacia el sofá, yo me senté confundido, con unas ganas de salir de ahí pero al mismo tiempo de hacerle mil y un interrogativas —. ¿Cómo has estado? 

— Bien, me ha ido bien... — toqué mis manos ansioso, las observé atento —, sé que a ti te ha ido bastante mejor, conozco tu marca

— ¿Ah sí? 

— Sí, estás en un nivel muy alto — recalqué —. Me alegro por ti

— Quisiera preguntar... — tosió un poco 

— ¿Sí? — Le miré a los ojos —. Créeme que al igual que tú también tengo cosas que decir

— Han pasado nueve años — dio un sorbo a su bebida —. Nueve años que han sido difíciles para mí — se inclinó un poco hacia adelante —. ¿Qué has hecho en todo este tiempo? Tengo algo de intriga por saber de ti

Su barba y el cabello un poco crecido, me hacían sentar cabeza de que ya no éramos aquellos adolescentes. No, éramos distintos, otras personas que debían conocerse de nuevo, un par de extraños que lo único que tenían en común eran los recuerdos. 

— Tu anillo... —  levantó sus cejas —, ¿eres casado?

— Comprometido — respondí, sonreí un poco acariciando aquél pedazo de oro que yacía en mi dedo anular —. Sólo comprometido

— Entonces te ha ido mejor que a mí — una curvatura se formó en sus labios, aunque se borró al instante —. Estoy feliz por ti, de que estés enamorado y hayas decidido dar ese gran paso en tu vida

— Gracias... 

— El tan sólo pensar que tú y yo... — bufó y dio otro sobro —. Olvídalo, éramos unos jóvenes solamente

No respondí, tenía sentimientos encontrados

— Solamente un par de jóvenes, apasionados por el sentir que nos guiaba a un destino incierto — su mirada estaba perdida, sostenía a un lado de su cabeza aquél whisky —. El verte ahora, a mis casi 30 años me hace darme cuenta que... — expresó en voz baja —. No has cambiado mucho Alexander

— ¿Puedo exponer que tú si suenas distinto, Sebastián?

Era cierto, aquél hombre que estaba frente a mí era totalmente opuesto a la imagen que continuaba en mi mente. Más frío, sin expresión, recto y callado. Su porte gritaba que era un alcohólico con mal humor, de ese tipo de personas que disgustan de las cosas de la vida y del mundo entero. Incluso su apariencia era otra.

— Te has perdido de tanto —rió antes de volver a beber, me retaba con su mirada —. Tantos sucesos y experiencias

— Serán casi diez años — interrumpí —, tienes razón éramos un par de niños — asentí —, pero la manera en la que llegamos a amarnos fue sincera — di un vistazo a mi reloj —. Es un poco tarde, debo irme

Al ponerme de pie agradecí su cómoda bienvenida, estando fuera de su habitación me despedí cordialmente y caminé hacia el elevador.

— ¿Quieres regresar mañana? — Me preguntó, di la media vuelta —. Me gustaría conocerte de nuevo — no respondí —. ¿Sí?

Asentí de manera lenta y amable — De acuerdo — le dije 

Cuando Sebastián cerró aquella puerta decidió que aquella noche no dormiría admirando el cielo nocturno desde el balcón. Pensaba en qué podría decirle a Alexander y preguntarle todo lo que había pensado en estos últimos nueve años. Qué fue de él y qué respuestas obtendría ante ello.

Encerrado en una ardiente agonía, sabía que la mañana siguiente sería su condena, pues no iba a permitir volver a sentir aquél sentimiento, no se refería al amor, sino, al sentimiento de volver a perderlo por segunda vez. 

Pensaba, con esperanza, de que las llamas de aquél amor fugaz que lo había marcado hasta hoy, hayan dejado algo que le permitiera regresar...

Sin embargo, cenizas eran lo único que quedaban.

Charlie y el encuentro de Daniel [YAOI-GAY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora