| Prólogo |

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Me encontraba varado a las dos de la madrugada caminando sin rumbo y sin la mente en blanco, pues me culpaba un poco por su ausencia tan fría y desesperante que me helaba la piel y me hacía llorar. No pude llegar para decirte que fuiste fuerte, ¿cómo voy a cargar con el peso de esa desdicha? Me cuesta, me pesa el saber que jamás, jamás volveré a ver tu rostro si no es en mis recuerdos. Y de alguna forma, madre, me molesta la situación por la cual estamos pasando, y todo se torna tan melancólico que me es difícil explicar con palabras todo este arrepentimiento.

Papá no ha dejado de llorarte ni una sola noche de esta semana, pobre, está tan destrozado como yo aunque la diferencia de ambos es sólo una; él lo demuestra mientras que yo me encierro. Pero madre, no es por ser grosero ni faltarte al respeto, pues bien sabes que tu muerte me ha traído malos pensamientos, es sólo que..., carajo. Perdóname, de verdad lamento el no haberme presentado aquél día, yo no lo sabía, ¡no lo sabía! Tu fallecimiento sí que fue una sorpresa, pero no fue culpa tuya, no fue culpa de nadie. Mientras camino dejaré que la luna me abrace con su luz creyendo que eres tú una vez más. Eres mi madre y cuando tenga un problema recurriré a ti como de costumbre, pues al igual que la luna y el sol tú seguirás siendo mi luz...

-Alexander

Charlie y el encuentro de Daniel [YAOI-GAY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora