Miles de criaturas acechaban los alrededores de la aldea Wildwood cada día, envidiando la felicidad que sus habitantes mostraban. Sin embargo, solo bastó un segundo para que esa felicidad se convirtiera en tristeza y preocupación. El pasado de la al...
Luego de varias horas de caminata, los cinco jóvenes se encontraban frente al castillo abandonado.
Apenas era visible a la vista, pues la nube negra que lo rodeaba era más espesa de lo que se mencionaba en los libros sobre anatomía de criaturas mágicas.
-Bien, ¿y ahora? -Raika, quien se había mostrado bastante valiente a la hora de hablar sobre afrontar la entrada al castillo, en ese mismo instante contemplaba con asombro la escena frente a ella al igual que los demás, excepto uno de ellos.
-Síganme -Nil había estado tantas veces vigilando aquel lugar que ya lo conocía perfectamente, por lo que se lo veía muy confiado.
Rodearon el castillo siguiendo el borde del mismo, hasta dar con una pared en uno de sus costados. En ella se veía una ventana de pequeño tamaño.
La incógnita de Aya, Ezio, Akemi y Raika sobre cómo llegarían tan alto se resolvió en ese mismo instante, puesto que una escalera había sido preparada con anterioridad en aquel lugar.
Nil subió primero para asegurarse de que no hubiera nadie más que ellos en ese sector del castillo. Una vez que estuvo seguro de ello, los demás comenzaron a subir. El temor que compartía el grupo era que la mitad de sus cuerpos que no contenía magia negra fuera suficiente para alertar a la criatura. Por lo que subieron de a uno y con un tiempo prolongado entre cada subida.
Para las jóvenes no resultó ser un problema el tener que realizar aquellos movimientos. Al no formar parte oficial de la aldea, no debían cumplir con los códigos de vestimenta que se dictaban en aquella pequeña sociedad para las mujeres, lo cual les permitía usar pantalones cómodos en lugar de vestidos que dificulten su respiración.
Una vez que todos se hallaban dentro, solo quedaba recorrer cada habitación hasta dar con lo que buscaban.
Aya se ocupó de registrar el primer piso, mientras que Akemi se dirigió a investigar los espacios construídos debajo del castillo. Por su parte, Nil buscó en cada rincón del segundo piso. Por último, Ezio y Raika revisaron los salones sobrantes. Al no poder sentir la magia negra de la princesa, puesto que la esencia del Yian la opacaba, les tomaría mucho tiempo.
Aya se mostraba maravillada por la elegancia que tenía cada salón, tanto que por momentos olvidaba la razón por la que se encontraba allí, no fue hasta llegar a los sectores afectados por aquella tragedia que volvió a la realidad. Algunos salones demostraban haber sido utilizados hace poco tiempo, tal era el caso de la cocina y el comedor, lo cual fue una señal, sin embargo allí no encontró lo que buscaba, por lo que subió las escaleras para verificar si los demás habían tenido suerte.
Akemi, por el contrario, la pasaba muy mal. La humedad del lugar era tanta que al abrir la puerta un olor feo chocó contra su rostro. Necesitó utilizar un pañuelo que lo cubriera para continuar su búsqueda. Aquel lugar parecía un laberinto, con pasillos angostos, extrañas habitaciones a cada lado y prácticamente sin luz. Abrió unas cuantas puertas donde no encontró más que una pequeña cama, pero el olor se hacía cada vez más presente, por lo que no creyó que siquiera hubiera alguien o algo con vida por allí. Sin nada más se retiró de aquel espantoso lugar en busca de los demás.
Ezio se dedicó a abrir tantas puertas que comenzó a odiarlas, al inicio observaba fascinado los detalles de cada una, sin embargo comenzaba a ser tedioso. No creía que pudieran existir tantos modelos diferentes, pero al cabo de un rato esto le fue de ayuda para adivinar que encontraría al abrir una, como un baño, una habitación simple o cargada de objetos, una biblioteca con muchos o pocos libros, una oficina repleta de documentos y otras cosas que no creía poder encontrar en un lugar como ese. A pesar de eso, ninguna daba indicio de ocultar a la princesa detrás de ella.
Raika lo único en lo que pensaba era que sin dudas construiría su propio castillo una vez que terminara aquel problema en el que se veían envueltos. Apreciaba cada detalle de aquel lugar y si bien en algunas zonas la pintura se veía desgastada para ella no significaba nada y se veía realmente bien. Continuó revisando detrás de cada puerta, sin embargo deseaba internamente que no sea la habitación correcta y la abría lentamente, realmente quería quedarse un poco más por allí. Mientras recorría los pasillos que al parecer eran interminables, se encontró con Aya y Akemi. Al parecer ellas tampoco tuvieron suerte.
Nil mientras caminaba y buscaba, pensaba distraído en cada parte de su plan, por lo que no notó que alguien se dirigía hacia él y cuando levantó la mirada fue demasiado tarde y se encontraba cayendo al suelo con un ruido seco. Al instante sintió miedo por meterse en un problema. Sin embargo, al ver a la persona frente a él se tranquilizó.
Ezio ayudó al otro a levantarse justo cuando las tres muchachas se acercaban a ellos.
-¿Qué fue ese ruido? -Aya experimentó el mismo temor de Nil al producir ese sonido.
-No fue nada -respondió Nil acomodando y sacudiendo su ropa para quitar cualquier suciedad en ella, lo cual no era necesario ya que el suelo brillaba tanto que hasta podían ver su reflejo en él- ¿encontraron algo?
-Nada -fue la respuesta de Raika, una sola palabra para acabar con sus ilusiones.
-Solo quedan tres puertas -para Nil aún había esperanzas. Sin embargo, al terminar de pronunciar aquellas palabras unas pisadas dirigiéndose hacia ellos los alertó.
En un rápido movimiento, Akemi abrió una puerta esperando que hubiese suficiente lugar para cinco y entraron.
Un armario bastante espacioso los recibió, no era lo adecuado ya que no podrían moverse o respirar aire fresco, pero era mejor a ser descubiertos.
El sonido de una puerta siendo abierta llamó la atención de los cinco.
-¿Qué hacemos ahora? -Sin dudas eso no era parte del plan.
-Esperemos, la otra persona seguro se irá en un instante -eso hacía Nil, dar respuestas rápidas para dar seguridad a sus compañeros.
-¿Alguna idea sobre quién podría ser? -Ezio quería respuestas, las necesitaba.
-No lo sé, ¿pero qué esperaban? ¿A una princesa sola en un castillo como éste? Eso es imposible, alguien debió cuidar de ella todos estos años, aunque no es alguien mágico, de lo contrario lo hubiésemos sentido.
Todos aguardaron en silencio, deseando que la espera no fuese eterna.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.