Quien se hacía llamar Rey de la aldea Wildwood había convocado una reunión con los aldeanos en el centro de ésta, con la finalidad de tratar directamente con ellos la situación en la que se encontraban. Puesto que no todos los días se les pedía estar atentos a ciertas anomalías acudieron la mayoría de los habitantes en busca de respuestas.
A pesar de su intención de demostrarles que podían confiar en él y contarle las inquietudes que tuvieran, en cuanto comenzó a hablar la mayoría entendía que la charla no sería entre ambas partes, sino que se verían obligados a escuchar atentamente cada palabra que salía de su boca sin replicar ninguna.
En los años en los que él mismo se proclamó Rey, nunca había mostrado un grado de compasión con las familias que debían valerse por sí mismas para llegar con vida al día siguiente, sino que les confirmó las sospechas que tuvieron desde el primer día en que prometió que si pagaban impuestos a la corona él sería capaz de sobrellevar el estado en el que se encontraba la aldea. Al no cumplir con ésto, dejó en claro que solo buscaba poder y riqueza.
La reunión se tornaba cada vez más tediosa e insoportable, por lo que la mayoría comenzaba a mostrar su cansacio. Además, con cada frase dicha por el Rey dejaba en claro que no estaba al tanto de la información que poseían los Jyas, sino que no era más que un hombre ignorante buscando escalar en la pirámide de poder.
Al borde del sueño, la mayoría se sobresaltó al oír los gritos de una mujer. Eran gritos de ayuda. Los guardias del rey, al notar esto acudieron a sus llamados, sin embargo sus intenciones no eran buenas. Su única tarea era que nada ni nadie interrumpiera el discurso del rey soberbio.
Por supuesto que los aldeanos al escuchar las súplicas de quien se encontraba en el suelo con su vestido desarreglado y de aspecto lamentable se acercaron, entre ellos el grupo de brujos encargado de vigilar los alrededores de la aldea.
La mujer fue llevada a casa de Jehanne, pues aquel alboroto estaba haciendo que el rey se impaciente.
De camino a la casa, Yago intentaba entender cuál era el problema que la tenía tan inquieta, pero no era capaz de lograrlo pues sus murmuros se mezclaban con lágrimas, dificultando la tarea del brujo.
Una vez dentro del pequeño hogar, y con un té de hierbas, la mujer logró calmar su desesperación.
—¿Puedes contarnos que sucedió? ¿Su estado se debió a la reunión?
Ella rápidamente negó con la cabeza a las palabras del brujo.
—Por supuesto que no, ¿a quién le importan tantas mentiras? —de sus ojos cayeron dos lágrimas que rápidamente limpió con sus manos— son mis hijas, no han vuelto desde la mañana —al pronunciar las últimas palabras no lo soportó y rompió en llanto— ellas nunca harían algo como eso.
—¿Antes de salir de casa no le informaron hacia dónde se dirigían? —En la mente del brujo se dibujó un escenario que no le gustaba para nada.
—Solo salieron con sus amigos, les gustaba encontrarse en el límite del bosque Elford, desde niñas estaban obsesionadas con ese viejo monstruo que contaban en las historias.
—¿Cuál es el nombre de sus hijas? Los hombres que se encuentran afuera son los encargados de dirigir al grupo que está al tanto del territorio de los escudos, si notan algo extraño no dudarán en avisarnos.
—Amina y Amaia Birdwhistle, son casi idénticas, no les será difícil identificarlas. Amina a menudo viste de azul, mientras que su hermana lo hace de color verde.
—Está bien, eso es de mucha ayuda ¿Cuenta con algún lugar dónde establecerse mientras se lleve a cabo la búsqueda? ¿Algún familiar que la acompañe? —Jehanne no sentía más que lástima por la pobre mujer, no se imaginaba a sí misma en la misma situación, por lo que cuando la mujer negó no se resistió a darle su hospitalidad.
Yago, por su parte, se encontraba informando a los demás brujos sobre la búsqueda que realizarían.
Durante dos días no hubo noticia alguna sobre las hermanas. No fue hasta el anochecer del tercer día que el brujo fue alertado por los demás sobre un movimiento extraño en los escudos. Rápidamente se dirigió al lugar, no sin antes advertirle a Jehanne para que, junto a la señora Birdwhistle, se mantuvieran al tanto y esperaran por las noticias que llevaría.
Al llegar al territorio de los escudos, Yago percibió un olor que no le agradó, por el contrario, solo consiguió que éste se preocupara. Cada paso que daba era una súplica a que estuviera equivocado, sin embargo, cuando divisó entre la oscuridad aquel vestido de tonalidades azules sólo pudo pensar en la terrible noticia que le llevaría aquella madre.
El cuerpo de Amina Birdwhistle se encontraba completamente desgarrado, tanto así que los restos de tela azul ayudaron a su identificación. El olor a sangre inundaba el lugar, así como también el miedo que había sentido la muchacha al momento de su muerte. De su hermana no había rastro, pero de algo estaban seguros, su final no sería distinto al de Amina.
Una muerte en la aldea no era sorprendente, se veían a diario, pero los brujos temieron por lo que significaba ésta.
Las sospechas de Yago y Joen fueron confirmadas. La muerte de las hermanas fue un aviso, debían preparase porque algo se acercaba y su poder no se compraba con la magia de la aldea.
ESTÁS LEYENDO
Mil maneras de liberar Wildwood.
FantasiMiles de criaturas acechaban los alrededores de la aldea Wildwood cada día, envidiando la felicidad que sus habitantes mostraban. Sin embargo, solo bastó un segundo para que esa felicidad se convirtiera en tristeza y preocupación. El pasado de la al...