[9] Otras verdades

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El sol comenzaba a ocultarse, pues habían pasado varias horas desde aquel paseo donde Helena decidió contarle la historia de su familia a Jeha. Aún así, la princesa todavía no asimilaba la nueva información, por lo que se retiró a su habitación para repasar cada palabra dicha por su tía.

Una vez dentro, se recostó sobre su cama imaginando cuán feliz la haría saber que todavía existía todo aquello que mencionó su tía. 

Si bien sabía perfectamente que no debía ilusionarse o hacerse ideas equivocadas sobre algo improbable, por un momento se dejó llevar y comenzó a imaginar cómo se vería todo allí afuera.

Los habitantes eran muy felices y sus rostros reflejaban aquello. Sus hogares eran tan bonitos que competían con la belleza propia del castillo. 

Las criaturas mágicas... realmente no sabía cómo se veía una o cuál sería su rol en la aldea, a pesar de ello, las imaginó tan felices como los humanos. 

Ella cumplía con su papel de princesa, bien o mal, pero lo hacía. Tenía muchos amigos con los que compartía cada experiencia nueva, amigos de su edad, que la comprenden.

También habría... el sonido de la puerta alejó todos los pensamientos que inundaban su mente. Preparada para ver a su tía, no cambió la posición en la que se encontraba. Sin embargo, su asombro fue tanto al ver un rostro nuevo que por poco se desmaya.

◇◇◇

Aya se dirigió a donde su compañero le había indicado anteriormente. La puerta del fondo, aquella que se veía un poco distinta a todas las que había visto durante su recorrido por el castillo. 

Caminaba distraída, pensando en cuánto dormiría luego de salir de allí, pues el cansancio comenzaba a hacerse presente.

Abrió la puerta una vez que se encontró frente a ésta, sin esperanzas de encontrar a quien buscaba. Grande fue su sorpresa al ver a una muchacha recostada sobre la cama.

El cansancio se le fue de golpe al notar de quién se trataba. Encontrar a la princesa significaba salir del castillo y comenzar la búsqueda del objeto que ayudaría a su aldea. Solo entonces podrían continuar con sus vidas.

◇◇◇

Jeha creyó estar alucinando.

No podía ser posible que en el mismo momento en que ella comenzaba a imaginar varios escenarios sobre la vida fuera de aquel lugar, una joven aparezca en su habitación.

Su primer instinto fue gritar por ayuda, con algo de suerte su tía la escucharía. 

Antes de siquiera abrir la boca para decir algo, la otra se adelantó y cubrió su boca adivinando su próximo movimiento.

—Por favor, por favor no lo hagas —su voz sonó tan desesperada que no quedó duda alguna de que se trataba de una persona real. Aún así, Jeha se veía aterrada por el hecho de tener a una desconocida frente a ella— voy a soltarte, pero necesito que no hagas ruido, por favor. 

Por el temor de lo que pasaría si se negaba, Jeha asintió al pedido de la muchacha. Aya quitó sus manos del cuerpo de la princesa, luego de asegurarse de que no daría problemas. 

La princesa, por su parte, una vez que fue liberada se atrevió a hablar.

—¿Quién eres? —En su mente, Jeha, tenía cientos de preguntas, pero creyó que esa sería la adecuada para comenzar una conversación.

—Aya Lux, ya sabes mi nombre así que ahora podemos salir de aquí —se dirigió hacia la puerta esperando que la princesa caminara detrás de ella.

—Eso no responde nada —Jeha, en contra del deseo de Aya, se puso de pie solo para alejarse de aquella desconocida— ¿Quién eres realmente? ¿Cómo entraste en este lugar? ¿Hay alguien más?

—Puedo explicar todo si me acompañas, no tenemos tiempo —Aya no contaba con la paciencia que requería la princesa para entender su situación— solo debes saber que necesitamos tu ayuda para la aldea.

—¿La aldea? —Jeha no supo cómo reaccionar a lo que oía, no sabía si la otra persona mentía y si lo hacía, ¿Qué ganaba con engañarla de ese modo? Nada tenía sentido.

—Sí, la aldea, ¿acaso debo explicar lo que es una aldea? —Aya no comprendía la ignorancia de Jeha.

—¿Entonces la aldea aún existe?

—Claro, ¿por qué no lo haría? —Aya se mostraba incrédula ante las palabras de la princesa, trató de buscar una razón para ello, hasta que la encontró, o eso creía —no puede ser, ¿de verdad no sabes nada del mundo que está afuera?

—No es eso —Jeha estaba sumamente avergonzada por cómo se veía frente a Aya, una niña sin conocimientos del mundo exterior— mi tía me ha contado la historia de la aldea de la que hablas. Ella mencionó que ya no existe y le creo, no sé qué es lo que buscas mintiéndome.

—No puede ser, no creí que esto fuera tan complicado —murmuró Aya para sí misma- mira, iré por mis amigos y nos iremos de aquí. Una vez que salgas podrás comprobar que no estoy mintiendo y necesitamos tu ayuda —sin nada más por decir se retiró de la habitación, dejando a Jeha sola con sus pensamientos.

Al abrir la puerta, miró hacia el frente, dándose cuenta que sus amigos se dirigían hacia ella. Fue un gran alivio, ya que no dejaría que la princesa huyera.

—Eres nuestra última esperanza, dinos que hallaste algo, por favor —Nil se acercó a Aya, notando que se encontraba un poco tensa.

—Está allí dentro —el alivio se plantó en el rostro de los cuatro, sin embargo, antes de que entraran se plantó frente a la puerta, evitando el paso— no irá tan fácilmente. No confía en nuestra palabra, normal porque somos desconocidos, el problema es que su tía le contó ciertas historias sobre la aldea, entre ellas mencionó que no existíamos.

—Por supuesto le creerá más a ella —Raika clasificó a ese día como el peor de su vida, nunca habían tenido tantos obstáculos para conseguir algo.

—A menos que... —Akemi buscaba algo con desesperación dentro de su bolso— vea esto —en sus manos sostenía unos documetos.

—¿Qué es eso?

—¿Por qué los tomaste? —Raika deseaba poder evitar que sus compañeros vean aquello.

—Raika y yo lo hemos encontrado en la habitación de la mujer. No sabíamos a quién pertenecía esta firma, pero ahora sí, es de esa mujer. En cada una de estas hojas, tanto sus padres como su tía firmaron acuerdos para acabar con cada sangre negra de la aldea, entre otras cosas, es decir que ellos nos hubiesen asesinados de no ser por aquel suceso.

—Podríamos decir la verdad, quienes somos, lo que sus padres y su tía tenían planeado para nosotros, es entonces que verá a su tía de otra manera y puede que vea que estamos diciendo la verdad. Pero, debemos hacerlo rápido, no tenemos mucho tiempo —Nil no contaba con tantos inconvenientes, por lo que faltaba poco para que salga el sol.

 Pero, debemos hacerlo rápido, no tenemos mucho tiempo —Nil no contaba con tantos inconvenientes, por lo que faltaba poco para que salga el sol

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