El consenso general en Hogwarts era que Remus Lupin sería realmente atractivo (llegando incluso a competir con algunos de los galanes en turno) de no ser por el creciente número de cicatrices que cada año aparecían en su cuerpo y rostro.
Claro que de esas observaciones sólo los inocentes críos de primer año eran los que se atrevían a abrir la boca y comentarlo en voz alta, pues ni bien habían dicho una palabra relacionada a Remus cuando ya alguno de los Merodeadores había puesto su varita en acción y cobrado la ofensa con un castigo proporcional.
Para las miradas fijas y de asombro, bastaba con un encantamiento simple para que la próxima vez que metieran la mano en el bolsillo de su túnica se toparan con un baboso y muy asqueroso gusano.
En tanto que para aquellas personas que miraban fijo y ponían en manifiesto su desagrado con una muesa de asco, lo mejor era un encantamiento de mocos voladores por docena para que aprendieran su lección y no se metieran en asuntos ajunos.
Para aquellos alumnos más crueles que se atrevían a señalar con el dedo y burlarse abiertamente de Remus, era Sirius quien personalmente tomaba cartas en el asunto, ya no con magia sino con justicia por sus propias manos al encararlos de frente y preguntar si tenían algún problema con su amigo, lo que en un 90% de los casos era un "No, ninguno" dicho con un hilo de voz que lo solucionaba en el acto, y tenían como cierre algún hechizo malicioso que sabían aceptar como parte de su penitencia. El otro 10% incluía por supuesto puñetazos, algún duelo improvisado de varitas, y detención, muchas horas de detención.
Pero claro, no siempre había sido esa rutina así.
En su primer año en Hogwarts, la influencia de los Merodeadores no habría sido tan absoluta y determinante entre el grupo de estudiantes que asistían a Hogwarts, pero luego de verles con chicos varios grados mayores que ellos y de alguna u otra forma ganar pelea tras pelea por el honor de Remus, las habladurías en torno a éste se habían reducido al mínimo, y la mención de sus cicatrices (tanto las viejas como las que continuamente aparecían) se volvió un tema prohibido. Absolutamente verboten, en especial entre aquellos estudiantes que quisieran ahorrarse ser víctimas de las peores venganzas de las que hubiera habido registro en los últimos cinco años.
Ni hablar que así como Sirius, James y Peter no se quedaban de brazos cruzados cuando de defender a su mejor amigo Remus se trataba, el mismo caso aplicaba para la profesora McGonagall, que a pesar de no mostrarse particularmente molesta por su compulsión para salir en defensa de su amigo y restituir cada ofensa con lo que ellos consideraban que era justicia equivalente, no por ello perdonaba las largas horas de detención con las que aderezaban esas primeras semanas de clases hasta que se establecía entre todos los alumnos de Hogwarts el tácito acuerdo de que nadie, bajo ninguna clase de circunstancias, tenía derecho a mofarse de Remus Lupin o de sus cicatrices.
Jamás.
O se las vería hasta las últimas consecuencias con sus amigos.
El propio Remus aquello le parecía excesivo, pero tras cinco años de asegurarles a sus compañeros Merodeadores que las burlas no le afectaban y que después lo atraparan llorando más de una vez por lo crueles que podían llegar a ser los comentarios en su contra, había mejor optado por resignarse, y de paso reconsiderar que amigos como esos tres sólo aparecían una vez en la vida, y que debía apreciarlos.
Por ello fue que ese primer viernes luego de vacaciones de verano, a pesar de que el clima todavía estaba apetecible como para dar un paseo por el campo de Quidditch y disfrutar de los últimos rayos de sol antes de que el otoño se les viniera encima, Remus encaminó sus pasos a una de las aulas del tercer piso, en donde sus compañeros estaban en esquinas separadas recibiendo su detención.
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Con C de Celos y Cicatrices [Wolfstar]
FanfictionRemus siempre tuvo claro que como miembro de los Merodeadores estaba protegido contra cualquiera que se atreviera a burlarse de él o de sus cicatrices, pero nunca tuvo en consideración qué pasaría si alguien, ignorando cada marca en su piel, conside...