Capítulo 4

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Por supuesto, el asunto con Lawrence no terminó en aquella agridulce despedida, pues unas noches después Lily Evans se acercó al rincón de la sala común de Gryffindor donde los cuatro Merodeadores tenían una reunión para planear una próxima travesura que estaba en sus intenciones de implementar durante la clase de pociones, y pidió hablar con Remus.

—Ow, ¿mi futura esposa me está siendo infiel con uno de mis mejores amigos? —Rezongó James e ignoró tanto el gesto de hastío de su eterna amada pelirroja así como el dedo medio que ésta elevó en su dirección para mandarlo callar.

—¿De qué se trata, Lily? —Preguntó Remus, quien de buenas a primeras asumió que guardaba relación con sus asuntos de prefectos, pero no pudo estar más equivocado.

—Hay un chico Hufflepuff preguntando por ti en la entrada —dijo ella—. Creo que deberías salir.

—¿Y su nombre no es por casualidad Larry? —Inquirió Sirius con malicia y ojos entrecerrados.

—Lawrence, que para el caso es lo mismo —respondió Lily—. Yo sólo te paso el recado, pero harías bien de atenderlo antes de que se haga tarde y Filch o la Señora Norris lo encuentren fuera de su sala común y le den horas de detención.

Remus se puso en pie, y al instante ya tenía Sirius su mano entre las suyas y le pedía quedarse.

—No vayas —dijo en voz baja y con un dejo de súplica—. No vale la pena.

—Seguro querrá disculparse de vuelta.

—¿Y qué con eso? A menos que pienses perdonarlo.

—¿Qué pasó entre Remus y ese tal Larry? —Preguntó James.

—Lawrence —corrigió Remus, en tanto que Sirius se abocó a explicar el desaguisado que habían tenido antes.

—Todos merecen una segunda oportunidad —dijo Peter, que por su cuenta era de los cuatro el que más grande tenía el corazón cuando se trataba de perdonar, y porque James puso los ojos en blanco y Sirius torció la boca en una mueca, Remus tomó ahí mismo su decisión.

—Saldré a ver qué quiere.

Pese a los reclamos de Sirius contra Peter y la intervención de James para aplacar los ánimos, Remus se acomodó las mangas de su suéter antes de cruzar la sala común, y con el mentón en alto, salir por el retrato de la Dama Gorda al exterior del pasillo, donde a diferencia de la torre de Gryffindor, reinaba el frío y el silencio.

Y también había un Hufflepuff con aspecto contrito que abrió la boca apenas verlo pero no dijo nada.

—Entiendo que me buscabas...

—Sí, yo... —Lawrence se aclaró la garganta—. Quería disculparme como es debido por lo de...

—Mis cicatrices, vale. Puedes decirlo.

—Bueno, sí, pero también por ser tan insensible y puede que todo un patán. Lo hablé con uno de mis compañeros de dormitorio y me explicó que todo eso forma parte de una especie de código de honor que se debe respetar a menos que quieras ser hechizado por los Merodeadores, sean quienes sean.

—Uhm, mis amigos y yo —explicó Remus con apuro—. No es ninguna clase de pandilla que aterroriza los pasillos de Hogwarts por si te lo preguntas... Sólo es un bobo apodo. Y lo que ellos hacen no es enteramente con mi aprobación, pero hace tiempo que decidí rendirme porque igual lo van a hacer, sin importar qué diga yo o las horas de detención que tengan que cumplir. Al menos mantiene a los bravucones a raya.

Lawrence hundió el mentón. —Y de nuevo, lo siento. No era mi intención sacar a colación algo que te molestaba a tal grado. Prometo jamás volver a mencionarlo si me perdonas y volvemos a ser amigos.

Con C de Celos y Cicatrices [Wolfstar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora