Capítulo 3

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En un imprevisto paseo que se prolongó por horas sin fin conociendo no sólo los jardines de la escuela sino también el castillo y haciendo valer los conocimientos que la lectura de Historia de Hogwarts había dejado en él, Remus pudo poner al tanto a su nuevo amigo de los mejores sitios para descansar, aquellos otros que era mejor evitar, los pasadizos secretos que valía la pena memorizar (algunos con contraseña) y otros tantos corredores y pisos que más bien fueron el pretexto perfecto para conversar de todo y nada, y de paso conocerse mejor.

Así fue como Remus se enteró de que Lawrence provenía de la costa este de Estados Unidos, que ahí había asistido a clases hasta dos meses atrás, que su familia estaba compuesta por una madre bruja y un padre muggle que se habían conocido desde la infancia, y que además tenía dos hermanas pequeñas que eran gemelas idénticas y que el próximo año estarían con ellos en Hogwarts, además de cinco gatos, dos iguanas, una cacatúa, y una boa. Plus, era excelente en pociones, practicaba el Quidditch aunque quizá no al nivel adecuado para ingresar a uno de los equipos, y le encantaba leer novelas de misterio, un gusto que pronto descubrieron tener en común con Sherlock Holmes y sus aventuras con el doctor Watson.

Por su parte, Remus también habló un poco de sí, aunque sobre todo de su tiempo en Hogwarts y de sus tres mejores amigos, a quienes consideraba como los hermanos que nunca había tenido al crecer.

—Debe ser genial tener hermanos —dijo Lawrence, mientras recorrían a paso lento el área detrás de los invernaderos, aprovechando que todavía había luz suficiente para ello—. Yo tengo a Phoebe y a Daisy, así se llaman mis hermanas, pero no es lo mismo. Ellas son más del tipo de tener fiestas de té entre sí, jugar a las muñecas y rizarse el cabello, y la diferencia de edades entre nosotros tampoco ayudó.

—Es genial, sí —confirmó Remus con una sonrisa tímida—. Aunque quizá no lo es tanto cuando no encuentro mi suéter favorito y descubro que uno de ellos lo utilizó antes sin pedirme permiso, o cuando James nos hace asistir a todos sus juegos de Quidditch, y ni hablar de Peter y sus calcetines sucios que colecciona al fondo de su baúl hasta que el aroma nos provoca arcadas, y Sirius...

Remus se calló de golpe, pues Sirius era... Sirius, y la lista de sus defectos y virtudes podía extenderse tan larga como un pergamino que llegara hasta sus pies.

—¿Sirius? —Inquirió Lawrence antes de recordar a quién se refería—. Ah, ya, el que me llamó Larry.

—¿No te gusta que te llamen Larry?

—Bueno... —Se tiró Lawrence del lóbulo de su oreja—. No precisamente. No lo odio tal cual, así me decía mi abuelo cuando era todavía un crío, pero... Prefiero Lawrence.

—Se lo haré saber.

—Gracias.

Rodeando un amplio campo de calabazas que con toda seguridad estaban ahí para el mes entrante cuando se celebrara la noche de Halloween, Remus tropezó con una raíz, y Lawrence tuvo la cortesía de ayudarle a recobrar el equilibro.

—Cuidado.

—Ops —dijo Remus al volver a estar en sus dos pies—. Gracias. Suelo ser un poco torpe, pero no a tal grado.

—¿Es por eso que-...? —Empezó Lawrence a formular su pregunta, por inercia señalando una de las tantas marcas que surcaban el rostro de Remus, y al instante se desapareció la sonrisa afable que éste llevaba en labios y apareció su máscara de fría cortesía—. Lo siento, pensé que-...

—Preferiría no hablar de eso —masculló Remus, a quien la repentina mención de sus cicatrices justo cuando casi había podido olvidarse de ellas se sintió expuesto y vulnerable. Cruzándose de brazos pidió volver al castillo, y su tarde de paseo llegó a su fin con la misma premura.

Con C de Celos y Cicatrices [Wolfstar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora