Capítulo 13

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Meses después, aquel año escolar llegó a su fin sin cambios aparentes en la relación entre Remus y Sirius.

Mismo caso para su sexto curso.

Y el séptimo.

Y ya que el mundo mágico estaba afrontando una de sus crisis más fuertes con los Mortífagos atacando a diestra y siniestra, la desconfianza, el descontento generalizado, y a Lord Voldemort moviendo los hilos detrás de escena, Remus hizo lo mismo con sus esperanzas de encontrar para él y Sirius el momento adecuado para confesarse y corroborar si las sospechas que 3 años atrás Lawrence y luego James habían instalado en su mente eran o no verdad.

Aquella primera guerra mágica se encargó de horadarles la vida, y la culminación de aquellos terribles años acabó con todos; con James y Lily muertos a manos de Voldemort, Peter con la misma suerte pero a causa de Sirius, y Harry, el pobre Harry entregado a la única familia que le quedaba y la única que no lo quería...

Él mismo quedó hecho una piltrafa, un fantasma apenas corpóreo de sí mismo, que solo y abandonado, se había resignado a una vida (o lo que le quedara de ella) sin dicha alguna; sin amigos, sin familia, sin alguien a quien llamar como propio, pues ese había sido Sirius, y su tiempo se había terminado incluso antes de comenzar.

Excepto que no.

—Son realmente interesantes las vueltas que da la vida, ¿eh, Moony? —Dijo Sirius, contemplando junto con éste a través de una de las ventanas del tercer piso de Grimmauld Place, los dos expectantes a cualquier sombra fuera de lugar que se moviera en aquella parte de Londres.

—No les llamaría 'interesantes', pero... sí —respondió Remus, mucho mayor de lo que se habría creído capaz de vivir luego de aquella noche de Halloween en que las noticias de la muerte de Lord Voldemort llegaron acompañadas de la muerte de 3 de sus mejores amigos a manos de un cuarto de ellos.

—Tienen que serlo después de que me juré no volver aquí jamás en la vida, no si de mí dependía —agregó Sirius con voz lúgubre, pues su regreso a aquel que había sido su hogar de la infancia tenía que ver con todo menos las aspiraciones que su familia sangre pura había aguardado para él.

Luego de un año de haberse reencontrado en la casa de los gritos, en donde Sirius había vuelto a ser un fugitivo del mundo mágico mientras que Remus había perdido su empleo por salir a la luz su condición de hombre lobo, habían sido contadas las ocasiones en las que consiguieran reunirse, ya fuera porque decidieran intercambiar correspondencia o porque Sirius pernoctara un par de noches aisladas en la pequeña casita que Remus tenía alejado de la civilización antes de volverse a dar a la fuga.

Su amistad de la juventud se había visto afectada luego de doce años de separación, pero había bastado un chispazo de reconocimiento y perdón entre ambos para enterrar el hacha de la guerra, así que cuando en una junta de la Orden del Fénix Dumbledore preguntó por alguna locación adecuada para los cuarteles generales y Sirius propuso la abandonada casa de la familia Black que ahora estaba a su disposición y protegida por media docena de encantamientos poderosos antirrastreo, Remus le apoyó y de paso se ofreció para examinar por su cuenta las instalaciones y dar con un veredicto.

De eso hacía ya un par de noches, y desde entonces habían recorrido ellos dos ya tres cuartas partes de la mansión Black con ojo crítico y sin encontrar impedimentos de causa mayor que les hicieran creer que su elección no era la correcta.

Dumbledore les había dado como fecha límite para tomar una decisión ese mismo mes de junio, y las prisas les habían hecho no sólo tomar su tarea con toda la seriedad, sino también con absoluta dedicación, obligándose a dormir ahí mismo para no perder ni un minuto de los que contaban a su disposición.

De los arreglos, platónicos hasta lo absoluto, se había encargado Sirius al cederle su vieja habitación a Remus, y ante la negativa de éste por desalojarlo de su recámara, el animago se había transformado en su figura canina, durmiendo a los pies de la cama como alguna vez lo habían llegado a hacer en sus años durante Hogwarts.

Remus tenía la vaga sensación de que, tras un año viviendo como perro en las zonas agrestes y deshabitadas de Europa, a Sirius ya le resultaba más natural mantener esa forma que adoptar su identidad humana, pero no lo comentó por temor a ofenderlo.

—Será diferente una vez que esta casa esté habitada —dijo Sirius de pronto, interrumpiendo las reflexiones de Remus—. Con los Weasley aquí, quizá tenga ese calor de hogar que nosotros los Black como familia jamás conseguimos otorgarle a este sitio.

Remus no respondió nada. No había sentido en ello. La amargura de Sirius por encontrarse de vuelta tras esas cuatro paredes que lo habían sofocado en su juventud y le habían convencido que su lugar era en cualquier otro sitio de vuelta volvían a aprisionarlo, y él por su cuenta no podía negar que la casa guardaba un cierto aire maléfico, en donde lo que se permeaba no era sólo polvo y moho, sino también oscuridad y podredumbre.

—Quizá incluso Harry pueda venir a pasar unos días —continuó Sirius en un tono de voz diferente, más anhelante que antes, pero también plagado de desconsuelo—. O quizá no...

—Tal vez Dumbledore lo permita —dijo Remus, posando su mano en el huesudo hombro de su amigo, atento a la fragilidad de sus huesos y al peso invisible que le mantenía un tanto encorvado.

Sirius gruñó una respuesta, pero ya que se estaban adentrando a terreno pantanoso y la propiedad todavía no quedaba libre de toda sospecha, mejor propuso proseguir en su labor de inspección, y el tema quedó olvidado.

De momento, que ya volvería a salir a colación.

Con C de Celos y Cicatrices [Wolfstar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora