Capítulo 2

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Antes del lunes de su segunda semana de clases Sirius se las arregló para hechizar a un par de alumnos que por idiotez o descuido se le quedaron viendo a Remus durante la hora del desayuno. Bastó una fluorita de su varita para que el jugo que bebían les saltara proyectado al rostro, y Sirius rió entre dientes por su travesura bien realizada.

—No deberías hacer eso —le amonestó Remus, quien no tenía inconveniente cuando los agresores abiertamente se burlaban de él y obtenían lo que merecían, pero con críos de primer año y cuyo uno pecado era no poder apartar la mirada de sus incontables cicatrices le parecía excesivo.

—En algún momento tenían que aprender que lo que hacían no era correcto —dijo Sirius con naturalidad—, y no hay mejor momento que el ahora, ¿no crees, Moony?

—Mmm. —Sin responder tal cual a su pregunta, Remus prefirió cambiar de tema—. ¿Tienes planes para hoy? Escuché que te las arreglaste para concertar una cita con esa chica de Ravenclaw de sexto curso. ¿Michelle Atkins?

—Michelle, sí. De hecho fue ella la que me invitó a dar un paseo por los campos de Quidditch. Servirá para ver a James hacer su entrenamiento vespertino —dijo Sirius rascándose la esquina de la nariz—. ¿Irás tú también?

—¿Eh? —Confundido si se refería a su cita o al entrenamiento de James, Remus tuvo un sobresalto.

—Seguro que a Michelle no le molesta si te nos unes.

—Seguro que a Michelle sí le molesta si me les uno, Sirius —replicó Remus—. Y no, no estoy de humor para pasar mi tarde viendo el entrenamiento de Quidditch. Tengo cosas mejores que hacer con mi tiempo.

—¿Como qué?

—Como terminar ese ensayo de Transformaciones que nadie salvo yo y Peter hemos empezado.

—Ya habrá tiempo en la mañana.

—Es a primera hora.

—Uhm... —Que debido a los tiernos ojos que Sirius le dedicó a Remus, éste tuvo que ceder.

—Vale, te ayudaré cuando regreses de tu cita.

—Hecho, Moony. Eres el mejor —declaró Sirius, que para entonces ya había acabado con su ración doble de desayuno y bullía con energía extra para su cita de hoy.

Al salir de su asiento no se cortó ni una pizca en plantarle un ruidoso beso a Remus en la mejilla, y sin más se alejó alegre y cantarino hasta la salida del Gran Comedor, donde ya Michelle Atkins esperaba por él y por la cita que tendrían ese día.

Un tanto decepcionado porque todos sus amigos habían hecho planes sin él para todo el domingo, Peter incluido porque se había unido a un grupo de ajedrez mágico que justo tenían reunión a mediodía, Remus consideró el dejar su desayuno a medias y tan sólo regresar a su dormitorio para dormir un par de horas más cuando de la nada un proyectil hecho con pan duro le dio de lleno en la cabeza.

En sí, el daño fue mínimo. El pan no era ni sería jamás buena munición, pero el problema no era ese, sino la afrenta de haber sido atacado.

Dispuesto a hacerse valer no por sus amigos sino como persona, y de paso como prefecto para amonestarlos como era debido, Remus se giró para enfrentarse a sus agresores sólo para descubrir que ya alguien más se había tomado la labor como propia.

Resultó ser que sus atacantes no eran de Slytherin como se había temido en un inicio, sino un par de alumnos nuevos de Hufflepuff que se habían retado el uno al otro para atraer su atención sin ser atrapados, y aquel que los había regañado no era otro más que Lawrence.

—Lo sentimos —corearon los críos con la cabeza gacha por órdenes de Lawrence antes de retirarse, dejando atrás a los dos chicos de quinto año, que se sonrieron de buena gana por haberse vuelto a encontrar.

—No lo hicieron con tan mala intención, seguro —dijo Lawrence—. Creo que sólo estaban un poco curiosos de ti y no sabían cómo llamar tu atención.

—Uhm, seguro —masculló Remus, que por instante sintió pánico al tratar de dilucidar qué podría haberles llamado más la atención de su persona: ¿La cicatriz que tenía justo sobre el tabique nasal, esa otra que surcaba su mentón, o sería acaso la línea irregular que cortaba una de sus cejas en dos?

La mención de sus marcas le hizo sentirse incómodo, de pronto juzgado cuando Lawrence mantuvo la vista fija en él, pero Remus no se dejó vencer por algo con lo que venía lidiando día tras día desde que tenía memoria, así que enderezó los hombros y alzó el mentón.

—En todo caso, gracias —dijo por cortesía al favor recibido—. Fue amable de tu parte intervenir.

—Era lo menos que podía hacer. Eran de mi casa, y... Tú un amigo.

Parpadeando por la repentina declaración, Remus optó por cambiar de tema. —Y bien, ¿cómo te ha ido en esta primera semana en Hogwarts?

—No creo que un adjetivo bastara. Lo ha sido todo a la vez...

—Sé a qué te refieres.

—Ha sido genial a la vez que agotador. ¿Sabías que hay un Bosque Prohibido repleto de todo tipo de criaturas mágicas?

—Puedes apostar a que sí —murmuró Remus más para sí que para Lawrence, quien seguía hablando acerca de todas aquellas características que Hogwarts que para él eran nuevas pero no tanto para Remus, pues no sólo iba ya en su quinto año ahí, sino que no en balde una cuarta parte bien merecida del Mapa del Merodeador le pertenecía.

—Igual y tienes algo más que hacer esta tarde, pero si no es el caso, ¿te importaría hacerme compañía? —Propuso Lawrence cuando se les excedió el tiempo de permanecer parados en el Gran Comedor a pesar de que ya todos habían despejado la habitación y los elfos domésticos se afanaban en limpiar para la comida.

Remus se lo pensó unos segundos, pues bien podría dedicarse a un par de tareas que tenía atrasadas o de paso a estudiar los temas que verían la semana entrante, pero... ¿Qué daño podía tener un poco de diversión un domingo al mediodía cuando el clima de septiembre todavía era propicio para un largo paseo por los jardines? Que al fin y al cabo Lawrence era nuevo en Hogwarts, y como prefecto de Gryffindor era casi su deber ayudar a aquellos en necesidad. Si de paso él también se divertía, bueno... sería un plus y karma positivo por sus buenas intenciones.

—Ok, ¿a dónde quieres ir? —Aceptó Remus la propuesta de Lawrence, y en respuesta, éste sonrió con genuina felicidad. Y por un segundo, Remus se sorprendió correspondiéndole al ciento por ciento.

Era una apuesta segura que aquella sería una amistad para quedarse.

Con C de Celos y Cicatrices [Wolfstar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora