Capítulo 15

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—Le gustas a Tonks —dijo Sirius una mañana en que él y Remus desayunaban en una esquina del amplio comedor de los Black para 12 personas.

Si bien su comida no consistía en más que pan tostado con mermelada y té caliente, el momento era agradable, y la perspectiva de una reunión de la Orden horas más tarde los había puesto de suficiente buen humor como para atreverse a sacar un tema que desde un par de meses atrás era el cotilleo entre su grupo.

—¿Sí? A mí también me gusta.

—Sabes bien a qué 'gustar' me refiero, Moony. No eres tan denso, ni yo tan idiota para creértelo —le reprochó Sirius, y Remus tuvo la decencia de agachar la cabeza.

—Lo sé, pero... Sería injusto para ella si actúo en función de esos sentimientos y le hago pensar que algo podría funcionar entre nosotros.

—¿Por tu licantropía?

—Por eso y porque... —Remus mordisqueó una esquina de su tostada, y se tomó su dulce tiempo antes de responder—. Porque hay alguien más —dijo por fin, resuelto a no esconderse más.

—Alguien más —repitió Sirius, no en forma de pregunta, sino de reconocimiento—. ¿Es-...?

—No —interrumpió Remus tajante, pues prefería no entrar en detalles—. Prefiero no hablar más de eso, y esto no es un juego de adivinanzas.

—Pero...

—Después, Sirius.

Pero habría de ser un 'después' al que les tomaría meses llegar.

—Me bastaría con que dijeras su sexo —dijo Sirius, que a su modo había convencido a Remus de quedarse a pasar la noche de luna llena con él, y en preparación al gran momento aguardaba con él a que apareciera en el cielo.

A su favor jugaron Grimmauld Place y la infinidad de habitaciones que contaban a su disposición, pues bastaba para ambos que hubiera espacio suficiente, y el salón de banquetes era el sitio perfecto para ello. Plus, como había comentado Sirius de pasada, sería una buena venganza para el retrato de su madre en la entrada si en el parqué y los muros tenían después huellas de garras que demostraran la presencia del lobo.

Remus difería, pero siendo que extrañaba pasar las transformaciones con sus amigos, tomó lo que tenía a mano; es decir, el amigo que le quedaba, y rondar a sus anchas con él ahí y no en el bosque prohibido como solían hacer cuando eran más jóvenes.

—No va a ocurrir, Padfoot —respondió Remus a la petición de su amigo, pues a pesar de la insistencia de éste en revelarle de a quién pertenecían sus afectos, éste se había mantenido silente.

—Entonces debe ser alguien a quien conocemos —dictaminó Sirius, y la delgada línea que se formó en los labios de Remus le bastó como respuesta—. Por casualidad no será Snivellus, ¿o sí?

—¿Y qué si lo fuera? —Le retó Remus, pero ni él mismo pudo contener la risa floja que le daba esa idea—. No, no es Severus. Sabes tan bien como yo que él nunca tuvo esas inclinaciones.

—¿Entonces se trata de alguien que sí las tiene?

—Eso es para mí saberlo y tú sólo suponerlo.

—¿Pero lo sabes en realidad?

Remus suspiró. —Creí saberlo con certeza una vez, hace ya tiempo...

«James me dijo que era cuestión de esperarte, Sirius», pensó Remus viendo a su amigo directo a los ojos, aguardando junto con él a que la luna saliera y que la transformación diera comienzo. «Que sentías lo mismo que yo, y que nuestro turno llegaría cuando por fin te percataras, pero que no debía apurarte porque...»

Con C de Celos y Cicatrices [Wolfstar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora