ONE-SHOTS (Per 'Sodo' Eriksson)

12. COCINA

Era la segunda semana desde que Sodo y Clarice habían contraído nupcias, ambos se encontraban complacidos y contentos por haber tomado aquella decisión. Eriksson, en el pasado, creía que aquel momento en su vida jamás llegaría, pues después de variadas parejas nunca encontró a la indicada, hasta que aquella chica de estatura pequeña llegó a su vida. Ambos vivían el uno para el otro, su relación era de pura confianza y cariño, los celos era algo que no existía en su vocabulario; ambos compartían lo mejor del uno del otro, Clarice era una gran dibujante que de un momento a otro encontró a Per como su musa favorita, era de sobra saber que Sodo era un gran músico y que le regalaba una chispa de sus dotes a su novia escribiéndole melódicas canciones, y, algo que no muchos sabían del guitarrista, era su buen gusto y avidez por la cocina. Aquella segunda semana de casados, al parecer del sueco, merecía una deliciosa cena preparada por sus manos.

Al llegar la noche, Eriksson arregló la mesa y sirvió dos platos con deliciosa comida que llenaba el aire del comedor con un aroma por completo gourmet. Clarice fue avisada con tiempo, por lo que se vistió bien para cenar; estaban en casa, así que no se puso tacones o ropa incomoda, su atuendo era conformado por una fluida y cómoda falda blanca que le llegaba a la mitad de las pantorrillas, su parte superior era cubierta por una pequeña blusa negra de encaje a tirantes y cubriendo sus hombros, un cardigan negro, mientras que sus pies eran portadores de Converse negros. La cena fue, en efecto, exquisita, los halagos a los dotes culinarios de Sodo no faltaron, como tampoco faltaron las exquisitas copas de vino tinto.

Al terminar su cena, ambos se decidieron por ir a la sala de estar, hermosa sala con muebles en tonos oscuros combinando perfectamente. Se sentaron en el mismo sofá, mientras Clarice se encargaba de servir en dos copas una generosa cantidad de vino tinto, mandando por la borda cualquier reglamento de como se tenía que servir correctamente una copa de vino.

Tuvieron una amena conversación, había chistes de por medio, y por parte de Per algunos coqueteos torpes y burdos, sacándole sonrisas de burla y enternecimiento a la de ojos negros, conmovida por la torpeza y encanto natural de su esposo.

—No se si es necesario decirlo, Clarice...Creo que es más que obvio—habló Per en un claro jugueteo de roll.

—¿A qué te refieres?—Clarice frunció el ceño, mientras su voz tenía tintes de inocencia siguiendo por completo el juego de Per.

—Me gustas demasiado, solo puedo pensar en ti estas últimas noches, eres todo lo que viene a mi mente cuando estoy en la soledad de mi habitación...En la soledad de mi cama—le dio un sorbo a su copa de tinto, completamente entregado a su personaje seductor. Clarice aguanto la risa.

—También me gustas, Sodo. Eres un caballero y el más atento, eso me encanta de ti...Todo me encanta de ti—Aquel papel inocente e iluso que Clarice llevaba, estaba matándola de la risa por dentro.

—...Te quiero.

La mirada azul de Sodo se agudizó, mirando fijamente la mirada oscura, tratando de decir todo con aquella mirada coqueta y lujuriosa, que por un momento Clarice sintió que la actuación se iba de poco en poco.

—yo también te quiero, Sodo—le regaló una dulce e inocente sonrisa, Clarice.

Per sonrió ligeramente, riéndose a sus adentros, notando que su esposa aún mantenía el papel que ya no deseaba que actuará. Clarice no estaba comprendiendo la causa de risa.

—Enana...creo que no me estás entendiendo del todo, ya no juguemos aquí.

El sueco dejó su copa sobre la mesa de vidrio y se acercó un poco más a Clarice para quitarle su copa y dejarla en la mesa. Per tomó las manos de C entre las suyas y la miró directamente a los ojos.