16. PROFESOR

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[Primera aparición de la versión masculina de Clarice: Clark Adler. Por si hay lectores masculinos. Per 'Sodo' Eriksson x Clark Adler.]

Que tomen decisiones abruptas por ti sin antes consultarlo puede ser algo desagradable y a cierto punto tedioso y detestable. En muchas ocasiones —casi siempre es así— los padres se toman estas libertades sobre sus hijos poniendo sobre ellos el clásico discurso: "eres mi hijo/hija y harás lo que yo te diga", "porque soy tu padre/madre", "es lo menos que puedes hacer". Aunque estos seres hayan traído a la vida a otras personas, no significa que son completos dueños de estas vidas, ni de decidir sobre ellos como si su criterio, sentimientos y opinión no importasen. Los padres del joven Clark de apenas y 20 años habían tomado una decisión sobre él, le asignaron un hobby, una tarea a realizar, algo que lo mantuviera fuera de casa y ocupado si no se encontraba estudiando y todas sus solicitudes de trabajo habían sido rechazadas; tal pasatiempo para mantener a su hijo fuera de casa fue inscribirlo con un profesor privado que le instruiría el arte de tocar guitarra. "¡ah, pero que molesto!" Fue lo que el chico de espeso cabello corto negro pensó en cuanto sus padres le dieron la noticia y de regalo una guitarra. Clark no se quejaba de la inscripción, al contrario, estaba feliz de aprender ese arte, pues con certeza siempre le interesó el mundo de la música y el poder aprender a tocar algún instrumento algún día. Lo que molestaba con rabia al chico de ojos negros era el hecho de que ni siquiera se sentaron a meditar con él, que no le pidieron opinión o siquiera pensaron que en realidad gustaría de tal actividad; nunca prestaban atención a sus necesidades o pensar, nunca tomaban en cuenta su libre albedrío.

Su primer día de clases de guitarra el joven de mirada intimidante y tan oscura como el ónix, se encontraba envuelto en una ligera cólera que le mantenía el ceño fruncido haciendo su mirada aún más intimidante, traía la funda de su guitarra al hombro y la sostenía con su mano ligeramente apretada. Pero fue fácil la manera en que su mano dejó de apretar con molestia, fue fácil como su cólera despareció en segundos y el como su ceño se suavizo de tal manera, que sus ojos afilados como navajas se endulzaron de tal forma que no parecían nada más que enormes ojos negros de cachorro que irradiaban una brillante galaxia sobre ellos. Parecía que el aire que salía de aquella casa al ser abierta la puerta, purificaba el mínimo sentimiento de molestia del joven Clark. Pero que hermoso y con apariencia mística y vampírica era su profesor, aquella preciosa cascada almendrada que caía sobre sus hombros y ni hablar de los hermosos zafiros que lo miraban. Clark cayó enamorado de su profesor de guitarra el primer día y con cada día que pasaba en aquella casa, su corazón se hinchaba e hinchaba de amor por aquel hombre de 30 años. Los días eventualmente se hicieron semanas y estas se convirtieron rápido en meses, Clark aprendía muy bien de aquel talentoso hombre de nombre Per Eriksson, y aquel hombre de mirada azul, eventualmente como los días habían pasado tras él, de igual manera con cada día su corazón se calentaba con la mirada negra de su estudiante.

Los días pasaban demasiado rápido y los padres de Clark habían notado el cambio de actitud en su hijo, obviamente sin pasar de alto lo bien que estaba avanzando en la guitarra, así que aquel día que su hijo les mencionó que saldría una hora más tarde los viernes para mejorar sus habilidades en el instrumento con cuerdas, los padres no se quejaron en absoluto. Pero la realidad era que aquella hora extra no era para aprender acordes nuevos en la guitarra. Los padres estaban confiados en la palabra de su hijo, y, por supuesto, estaban felices de que al fin estuviera feliz haciendo algo; más la realidad era que mientras ellos estaban en casa con aquellos pensamientos en mente, en casa del profesor Eriksson, su hijo se bañaba en sudor y mordía con avidez las almohadas, mientras su vigoroso profesor se introducía dentro de él con lascividad en aquella hora extra.

Aquel estudio de tamaño promedio, con esponjas negras acústicas aislantes en las paredes y puertas para —como lo decía su nombre— aislar el sonido se encontraba vacía aquel viernes, ausente del profesor y estudiante, en su lugar solo se encontraban sus guitarras acústicas sobre los sillones de piel sintética negra brillante, y en las paredes solitarias guitarras eléctricas blancas, negras y rojas. Hacia 2 horas que las clases habían terminado con éxito, pero vamos, era viernes: día de su hora extra. Saliendo de aquel estudio silencioso, caminabas por un pasillo con cuadros colgados en sus pálidas paredes, hasta llegar a una habitación de puerta marrón, donde si te quedabas a espiar en silencio era fácil escuchar y adivinar lo que ocurría dentro de la habitación con puerta bien cerrada con seguro.

ONE-SHOTS (Per 'Sodo' Eriksson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora