Capitulo uno

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LA CHICA DE OJOS DE SERPIENTE

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LA CHICA DE OJOS DE SERPIENTE



OCTUBRE 1978







En el establecimiento no había más de cinco personas. Cabeza de Puerco se había ido deteriorando con cada paso que la guerra mágica aumentaba.

Hogsmeade pasó de ser el pueblo mágico y brillante, aquel que tenía vida por todo el lugar, desde ver a los clientes formados en Honeydukes hasta verlos en el aparador de plumas viendo las nuevas novedad, hasta convertirse en una máscara sombría de lo que alguna vez fue.

Desde que al finalizar el curso pasado los mortifagos atacaron el pueblo y parte del colegio de Hogwarts atacando a los turistas, magos y brujas juntos a los estudiantes del colegio, les temían más. Si no tuvieron piedad con estudiantes desarmados ¿qué suerte les tocaría a los demás?

Una joven de cabellera castaña oscura limpiaba con un trapo una de las mesas del lugar, no eran muchos los clientes, pero odiaba el polvo. La paga que el tabernero le daba no era mucho, pero la dejaba vivir allí.

Escucho un ruido en la parte superior del lugar sabiendo quien era el responsable.

Unos minutos pasaron cuando escuchó unos pasos bajar las escaleras.

— ¡Mamá! ¡Mamá! — un niño de no más de dos años, cabello pelinegro y ojos grises con un pequeño destello en color verde en el centro de sus ojos bajaba las escaleras buscando a la joven.

La mirada de la castaña se desvió a las escaleras donde pequeños pasos se escuchaban, el dueño del lugar Aberforth Dumbledore también miró en esa dirección de reojo encontrando al pequeño en las escaleras con una sonrisa en su rostro y un oso de peluche de conejo en su mano. Kendra dejó el trapo en la mesa y se acercó al pequeño.

— ¡Tito! ¡Tito!

Kendra cargó al pequeño entre sus brazos, y subió las escaleras para encontrarse con Albus Dumbledore sentado en una silla con dos tazas de té humeante delante suyo.

Kendra frunció el celó confundida al ver al hombre solo, normalmente venía acompañado de Ariana o alguno de los hermanos Grindelwald, sobretodo con Sebastián quien adoraba al pequeño.

— Albus — susurró Kendra al verlo.

— Kendra — saludó el profesor de Hogwarts.

El pequeño en los brazos de Kendra se removió para que lo bajara, ella lo hizo. El pequeño caminaba a tropezones hasta el hombre que lo sostuvo en brazos con una sonrisa en su rostro.

— Credence — lo llamó Kendra. — ¿Quieres ir por el dibujo para tu abuelo?

El niño asintió para ir a buscar en el pequeño baúl donde estaban sus dibujos.

Kendra se sentó enfrente de Albus. Sabiendo que se acercaba una conversación.

— Hay una profecía — explicó Dumbledore ante la mirada de la joven. — Una que habla de ti.

— ¿De mi? — cuestionó Kendra un poco sorprendida. — Vaya es un avance, nunca salgo en una profecía. Dime ¿qué dice esa famosa profecía de mi?

Las profecías solían hablar de personas heroicas o destinadas a grandeza y ella no se consideraba ninguna de esas. Al contrario, se sentía más como un mago oscuro, alguien que estaría destinada a la oscuridad, a hacer destruir cualquier parte del mundo si se lo propone, al final del día eso estaba en su sangre, probablemente por eso fue colocada en la casa Slytherin, o al menos así la hacía pensar su padre.

— Eres la chica de los ojos de serpiente.

La vista de la joven se desvió para ver a su hijo. Estaba consciente de su maldición de sangre, era una Maledictus, pero esta solo se transmitía de madres a hijas, pero eso no le impedía sentir que sus días al lado de su pequeño estaban contados, razón por la cual disfrutaba cada segundo.

— Él te está buscando, Kendra.

Kendra cerró los ojos cansada de escuchar muchas veces que su cabeza tenía un precio.

— Déjalo que venga, no me estoy escondiendo y cuando venga le daré una pelea, para eso me entrenaste.

Kendra amenazo con levantarse de la mesa, pero Dumbledore la detuvo.

— Me gustaría que te unieras a la Orden — comenzó logrando que ella lo mirara con una ceja alzada. — Tendrás la protección de la Orden y tu hijo también, vigilados todo el tiempo, además estarías con Ariana y Sebastian.

— Con una condición — pidió Kendra mirando al pequeño que seguía peleando por encontrar el dibujo que le enseñaría a su abuelo. — Nadie debe saber de Credence, ni siquiera él, Dumbledore. Tienes que prometerlo.

Albus Dumbledore asintió haciendo una seña de un candado en su boca, dejaron el tema de lado nuevamente. Credence se acercó a ellos con un dibujo en la mano. El niño se sentó en su sillita de bebé mientras le explicaba a Albus quienes estaban en el dibujo, sorprendiéndose cuando lo mencionó.

Kendea miraba con atención a su pequeño, dándose cuenta por primera vez que estaban en peligro. Jamás le importo si ella vivía o moría, pero le importaba su hijo, él debía tener una mejor vida que ella.

MALEDICTUS; James Potter ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora