MALEDICTUS: Una maledictus son individuos del sexo femenino cuya sangre está maldita, lo que les permite trasformarse a voluntad en alguna criatura, aunque con el tiempo las lleva a transformarse en una bestia permanentemente.
Donde Kendra se une a...
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¿ANTÍDOTO?
FEBRERO 1979
La primera vez que Kendra descubrió su naturaleza como Maledictus solo tenía cinco años y su padre la estaba regañando por haber tirado una botella de Whisky de fuego, pero ella no había sido.
— ¡¿Cuantas veces tengo que decirte que no te quiero ver abajo?! — regañó Aberforth Dumbledore a su hija, Kendra Dumbledore.
La pequeña Kendra sorbió de su nariz, estaba molesta, su padre la estaba culpando de romper una botella de Whisky de fuego cuando ella no fue, uno de los hombres la había tirado al verla solo para ver debajo de su vestido de flores.
— Yo no fui — respondió la pequeña sorbiendo su nariz. — Papá, yo no fui.
Aberforth pasó su mano por su rostro cansado de las mentiras de su hija.
— Arabella no te creo, ya me canse de tus mentiras ¡Es tu culpa que tú madre se fuera!
Cada palabra de Aberforth era un golpe en el corazón de la pequeña Kendra, muchas veces se dormía pidiéndole a las estrellas que su padre la amara. Las incontables noches en que se dormía llorando por los insultos de su padre ¿acaso era demasiado pedirle un poco de amor a Aberforth?
— Te odio, papá — grito la pequeña Kendra.
El pequeño cuerpo de Kendra tembló debido a la rabia que sentía, quería gritarle decirle que ella no fue, que ella solo bajo por algo de comida ya que otra vez olvidó alimentarla.
En cambio vio como sus prendas de ropa caía al suelo y se convertía en una serpiente, dejó de sentir sus piernas o sus manos. Aberforth abrió sus ojos asustando, enviando una señal a su hermano en búsqueda de ayuda.
Desde ese momento, Kendra comenzó a buscar que era lo que tenía descubriendo que se debía a una enfermedad en su sangre, una maldición que su madre le transmitió.
La chica de ojos verdes descansaba en su habitación, Sirius se quedaría esa noche junto a Credence y ella estaría sola, por alguna razón llamada apego se sentía rara si no veía a su hijo junto a ella permaneciendo despierta.
Dejó escapar el humo del cigarrillo que estaba fumando, escuchó los golpes de la puerta.
— Pasa — gritó.
Seguía mirando el exterior, las estrellas le parecían la cosa más brillante en el gran universo, siempre en lo alto demostrando que nadie era lo suficientemente digno de ellas, privando su resplandor solamente a la noche y condenando a los diurnos a no verlas.