Capitulo veinticinco

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 CASA DE SEGURIDAD

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CASA DE SEGURIDAD

ABRIL 1981















Tras la advertencia de Lord Voldemort y la profecía que involucraba a los hijos de James Potter y Kendra Salazar, la madre tomó la decisión junto a su tío, Albus Dumbledore de cambiar su actual ubicación.

Dumbledore le hablo sobre varias casas de seguridad que la Orden tenía en caso de emergencia y que podrían ocupar los Potter, cambiándose a una que estaba ubicada cerca del centro de Londres, el riesgo era alto pero querían correrlo.

— Creo que estamos a cinco cuadradas de donde vive Sirius y Credence — dijo James entrando al departamento.

— Si — respondió la ojiverde sin mucho interés. — Iré a poner protecciones alrededor del departamento.

— Si, iré a dormir a los niños.

James no era tonto, se daba cuenta de como Kendra no dormía pasaba las noches despierta, el como debajo de sus ojos se notaba que el cansancio, así como en su cuerpo se notaba su falta de apetito sin contar que cada día estaba más alerta, como si algo le preocupara en extremo.

Kendra casi resbaló debido al cansancio en su cuerpo, debía seguir mantenerse de pie, debía seguir esforzándose por su familia, un intento más, uno más.















James entró a la cocina en búsqueda de agua, la escena que vio no era la que se esperaba.

Kendra estaba en la cocina con su brazo estirado intentando extraer sangre de este.

— ¿Qué estás haciendo? — cuestionó James.

Kendra se sobresaltó al escucharlo, no se esperaba que él estuviera despierto.

— Intentó encajar esta aguja en mi piel, necesito al menos una bolsa más para Arabella.

James frunció el ceño ¿Para qué su hija necesitaría la sangre de su madre?

— ¿Kendra, qué sucede?

La ojiverde lo ignoró continuando con su extracción, pero era difícil, la falta de sueño, de comida y sobretodo el cansancio en su sistema no la dejaba hacer su trabajo.

— ¡James! — le gritó al verlo intentarse acercarse. — Necesito dejar esto para Arabella, si algo me sucede ella tendrá la suficiente solución para el antídoto que Sebastian le dará, él le ayudará para controlar su maldición. Y tú le explicarás el porqué no debe odiarme, que la ame con toda mi alma.

James se acercó a ella quitándole la aguja de la mano, ella intentó forcejear pero cayó al asiento en nuevamente. El azabache sacó el jugo para darle a beber en un vaso.

— Bébelo — ordenó James.

La castaña no tenía la fuerza para quejarse, hizo caso a las súplicas del pelinegro.

— ¿Vas a decirme que sucede? — cuestionó James. — Cuando dijiste que teníamos que mudarnos no me queje, pero ahora te veo así sacándote sangre del brazo, sé que no duermes desde hace días y tampoco comes, he visto como te escabulles del cuarto para irte a encerrar en la biblioteca o como pasas leyendo por horas, ya no pasas tiempo con Harry y Arabella, ellos necesitan a su madre.

— James — comenzó Kendra alterándose por la forma en que James le habló, tenía razón, ella lo sabía. — No puedo poner un escudo que proteja a todo el mundo, pero puedo poder un escudo sobre mi mundo y es lo que estoy haciendo, déjame proteger a mis hijos.

Frente a los ojos de James Potter, aquella chica que lo miraba con ojos suplicantes no era la misma Kendra que entró a la Orden del Fenix con altanería y una lengua filosa, aquella que muchas veces fue sarcástica, ahora no veía rastro de ella. Ahora solo era un fantasma de la mujer que alguna vez fue.

La Kendra delante de sus ojos suplicaba, rogaba, e incluso tenía miedo en su mirada ¿A qué le temía?

— Kendra — la tomó de las manos. — Tienes que decirme que sucede para dejarme ayudarte.

La primer lágrima resbaló por la mejilla de Kendra, sabía que no podía seguir ocultando lo que sucedía, no quería terminar como su madre, no quería lastimar a sus hijos o a James.

— Han dictado una profecía — comenzó Kendra ignorando el nudo en su garganta. — Una que habla de mis hijos... nuestros hijos — se corrigió. — Son solo unos niños, James. De lo único que Arabella y Harry deben preocuparse es sobre si su chupete está limpio o donde está su peluche, no en tener que salvar al mundo mágico por que el loco de mi tío quiere asesinarlos.

Kendra rompió en llanto en los brazos de James, la escena le partió el corazón. Ahora entendía por qué el comportamiento de Kendra, porque tantas horas de estudio, porque tanta insistencia en la mudanza.

— Kendra — la obligó a mirarlo. — Te prometo que no dejare que nada le suceda a nuestros hijos, los voy a proteger y a ti también, con mi vida.

Con ayuda de los encantamientos, la joven Salazar logró colocar hechizos de protección en brazaletes para sus hijos y James, como ella misma lo dijo, necesitaba proteger a su mundo.

Aquella noche James obligó a Kendra a dormir, ella lo hizo con la condición que sus hijos estuvieran allí, los cuatro juntos. Por primera vez en semanas Kendra pudo sentirse tranquila, en paz.

MALEDICTUS; James Potter ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora