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Metanoia. (Parte 2/2)

19 de Diciembre, pueblo de Keller.

N/O

La oscuridad de la noche era lo que más resaltaba aquel día, junto con los blancos copos de nieve que aún caían. La nevada constante era algo muy común en esas épocas.

Hanne tomaba de la mano a Tomas al entrar al hogar de la familia Wolf, una casa con aspecto bastante acogedor, como siempre.

Nunca se concentró en detallar aquel hogar, hasta ese día, observando la decoración en las paredes.

Dentro de más fotos había una mujer muy hermosa, de ojos grises y un hombre bastante serio -demasiado a su parecer- de ojos azul cielo. En medio de ambos, estaba un niño, el cual parecía la combinación perfecta de ambos.

Nadie podía negar que era una familia bastante atractiva, pero Tomas poseía algo en especial que lo hacía resaltar; quizá eran sus ojos, o su aspecto, el cual no parecía encajar en la simulación de una pintura antigua que plasmaban las fotos.

A lo lejos, una suave melodía era emitida por el tocadiscos de la sala, mientras que el aroma embriagador que provenía de la cocina, sobresalía entre todo eso.

-Mamá ha preparado eisbein con puré de papás-dice el chico, soltando la mano de Hanne para quitarse el abrigo-.Ponte cómoda, está también es tu casa.

-Gracias, pero así estoy bien-responde.

-Déjame ayudarte al menos con la chaqueta y los guantes, acá hace calor-insiste Tomas, quitándole las respectivas prendas para colgarlas en el perchero.

A los pocos minutos, su madre aparece con una gran sonrisa y un delantal navideño recibiendo a ambos con un abrazo, pues ya sabía de Hanne, pero nunca se habían encontrado frente a frente.

-Soy Kate, tú debes ser Hanne-dice, estirando su mano-.Es un gusto por fin conocerte, eres más bonita de lo que me habían dicho.

-El gusto es mío, señora Wolf-respondió, estrechando su mano segundos después.

Luego de una corta plática, los tres se sientan en la mesa, donde los espera el famoso eisbein, o en otras palabras, el codillo de cerdo.

-¿Papá no vendrá hoy cierto?-pregunto Tomas, después de un largo silencio al momento de probar la comida.

-Viajó a Austria en la tarde, lo necesitaban para evaluar unas pasantías en la universidad de Viena a primera hora, mañana.

-No es sorpresa que viaje a última hora-murmuró cabizbajo, ya que a pesar de todo, había anhelado que conociera a Hanne.

Al pasar un rato, la conversación ya había quedado olvídala al momento de comenzar a comer, pues los tres estaban deleitándose con el sabor de una comida que le tomó a Kate gran tiempo preparar; pues Tomas le había comentado que quería invitar a cenar esa noche a la famosa chica de la cual siempre hablaba.

Quizá la invitación no había sido en las circunstancias deseadas, ya que planeaba llegar a su puerta luego de estar un rato a solas en el bosque, sin embargo, había salido inesperadamente mejor de lo previsto.

Al terminar la cena, su madre decidió recoger todo y darle a Tomas la idea de ver una película en su habitación, cosa que casi siempre hacía solo; por lo que tomo a Hanne de la mano, contándole sobre cada foto que recorría la pared junto las escaleras que daban al piso de arriba, algo que no había hecho la primera vez que ella había pisado aquella casa.

Al entrar a la habitación, Hanne solo pudo visualizar un espacio que parecía proveniente de otro mundo en comparación al resto de la casa, con paredes con afiches de música y botánica, más una gran estantería con discos de diferentes géneros y al final de todo esto, un cuadro de madera con fotos colgadas en el, incluyendo las que tomaron en aquel viaje a Berlín y otros recuerdos de sus encuentros.

-Realmente no sé si asustarme porque tengas en tu pared imágenes del viaje y otras fotos de mi que tomaste en el bosque...-murmuró, pasando los dedos por cada una de ellas- o sentirme encantada con que tengas este espacio de ambos.

-Sería imposible no tener en mi pared estos recuerdos, más puedes descartar la opción de que esté obsesionado, por muy raro que se vea.

-No es raro, sería algo que yo misma haría.

-Entonces, me alegra escuchar que nos encontramos en la misma página-dijo Tomas, poseyendo una sonrisa bastante aniñada para el aspecto que poseía.

Ambos tomaron asiento en la cama del chico, la cual era bastante grande y cómoda.

-¿Sabes? Quiero mostrarte algo-comentó, sacando un disco del gran estante lleno de música-.Lo compre hace poco y pensé que quizá te podría interesar.

»Pero cierra los ojos, así la espera será más interesante.

Mientras Hanne cerraba los ojos y esperaba con una pequeña emoción creciente en su interior, Tomas se acercaba a paso lento, deteniéndose detrás y pasando sus brazos delante para sostener el disco justo frente a la mirada de la chica.

-Ya puedes abrirlos-susurro en su oído.

Poco a poco aquellos ojos verdes fueron abiertos, dedicando una mirada cautivada por lo que tenía delante de ella.

-Es Taylor Swift-.dijo, con una voz átona.

-El día que habíamos ido de viaje, en tu celular habían muchas canciones de ella. Hace días vi el disco en una tienda, y quería dártelo para navidad, pero decidí  no esperar.

-¿En serio es para mi?

-Si Bell, es tuyo. Tómalo como un regalo adelantado.

Sin esperar más, Hanne se abalanzó a sus brazos siendo sostenida por la cintura y dejó miles de pequeños besos alrededor de su rostro. Tomas la hizo detenerse, tomando el rostro de ella entre sus manos y dedicándole una pequeña sonrisa.

-Me alegra que te haya gustado-dijo a centímetros de sus labios, para poco después acortar la mínima distancia entre ambos, dándole el beso más tierno y delicado que alguna vez haya dado.

Ambos corazones latían en sintonía, como si fueran al compás de una melodía; y Tomas en aquel momento comprendió, que significaba estar enamorado. Al principio había creído que ella era solo una fantasía de niño, como pasa a menudo; ahora al verla, sabía que estaba equivocado, porque para él esa chica había sido su sueño, y se había convertido en su realidad.

-Me gustaría que tuvieras esto para que me recuerdes luego de la graduación, ya que en ninguno de estos pueblos hay universidades-dijo, a penas separándose de Hanne.

-Tom, ¿crees que puedo olvidarte, de verdad?-preguntó-.Se que haz leído miles de libros, incluso conmigo, pero ¿recuerdas una frase de Romeo y Julieta que hablaba justamente sobre esto?

-Conservar algo que me ayude a recordarte sería admitir que te puedo olvidar-.recitó de vuelta, sopesando las palabras de ella.

-Esa frase puede significar muchas cosas, pero para mi, me hace saber que no necesito algo que me ayude a recordarte, como si fueras un borrón en mi memoria. Eres y serás parte de lo más profundo de mi ser y estoy segura, que nunca podría olvidarme de tu nombre y de todo lo que hemos vivido estos pocos meses.

»Quizá alguna vez pensaste que podría, por el hecho de que creías que no sabía quién eras cuando éramos niños, pero ¿En serio nunca me viste como te observaba? ¿Todas las veces que me parecías familiar? ¿Las veces que creía que tus ojos eran demasiado brillantes como para olvidarlos?

-Vaya, no sé si esto es una forma muy interesante de decirme que me quieres...-dijo, soltando una risa nerviosa-.Pero son las palabras más bonitas que alguna vez haya escuchado.

-Claro que te quiero Tomas. Sería una pena no hacerlo.

-Yo también te quiero Hanne, siempre lo he hecho.

Diciendo eso en repuesta, la tomó por la nuca uniendo de nuevo sus labios con los de ella, como si estuvieran sellando una promesa en aquella noche invernal. Una noche llena de música, películas  y el romanticismo digno de alguna pareja que aparece en el cine.

Las estrellas también llueven en otoño (#1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora