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Zurück zur Realität.

24 de Diciembre, Pueblo de Heller. 

Hanne Meyer.

Había pasado las mejores noches de mi vida estos meses, donde dos estaciones se habían convertido en mis favoritas y un nombre y apellido se había vuelto mi día a día.

Las navidades en el pueblo eran coloridas, con villancicos y miles de luces en las calles. Este año era igual, sin embargo, para mí era más brillante, más radical, más hermoso.

La música y el aroma a pato horneado, llegaba hasta la habitación donde preparaba los regalos de la familia, o mejor dicho, los regalos para mamá. Ella era mi familia, a parte de mis mejores amigo y Tomas, el chico que se había robado mis pensamientos y mi cordura.

Me pregunté si hoy estaría bien junto a sus padres, si estaría sonriendo o si iría vestido cómo habitualmente está todos los días de invierno. No lo vería hasta Año Nuevo, ya que ambos pueblos como cada década, constan de una tradición a la que lleva el nombre de "Vereinte Völker" donde se reúnen en la plaza de Keller, junto con decenas de mesas, a celebrar la última noche del año, teniendo el objetivo de conocer nuevas personas.

Todo esto me hacía ilusión por tener la oportunidad de vivirlo por segunda vez y a su lado, era algo magnífico y mágico, cosa de la cual no pude sacar de mi mente durante la cena.

Mamá y yo teníamos la costumbre de ver películas en la sala hasta el día siguiente para abrir los regalos que ambas habíamos hecho y luego almorzar con los abuelos Meninger. Era una costumbre de más de 3 años que aún manteníamos.

Como siempre, se quedó dormida en el sillón a mitad de la primera película, y justo en aquel instante, la puerta de la entrada suena, anunciando que alguien está afuera.

Una flecha con una nota me espera frente al camino de piedras en la entrada, junto con una caja que lleva un gran lazo rojo en medio y miles de agujeros a los costados. Dentro de la caja, hay un pequeño gato de pelaje gris rayado. En la nota está la letra y firma de mi arquero favorito.

"Su nombre es Moonlight, como aquella con la que hablo cada noche antes de dormir, esperando que llegue hasta ti y te cuente todos mis anhelos a tu lado. Quizá esta gatita lo haga, aunque seguramente no la entenderías"

-Feliz navidad , con amor Tomas Wolf- sonreí, ante aquella mención y el minino entre mis brazos, maullaba a la espera de su recibimiento. Tomé la caja para entrar y logre divisar un pequeño sobre amarillento, con una letra como de un niño pequeño pero totalmente reconocible al abrirlo.

"Si lees esto, es que logre llevarte a Berlín cuando nos convertimos en personas grandes y conociste a toda mi familia como una vez lo mencionaste en casa de tus amigos, mis primos.

Desde que te vi en aquel patio, entendí porque mi madre amaba tanto esos libros cursis que yo odiaba. Quizá tengo trece años pero sé que dentro mucho tiempo, me casare contigo y te regalare todos los gatos y libros que te gustaba ver en la televisión, en esos programas aburridos que esperabas todas las noches en el verano.

No acostumbro a escribir cartas, pero creo que es necesario esta vez, solo para decirte que me haces feliz y eres mi sueño Hanne Meyer.

Atentamente, Tomas.

Pdtt: me inspire en las novelas de mi tía para escribir esta carta, dicen que funciona como declaración de amor."

Lágrimas salieron de mis ojos al recordar de forma tan lúcida su aspecto en aquello época, tan pequeños y con tantos sueños. Tan solo imaginarlo escribiendo esto hace cuatro años, era nostálgico y enternecedor.

Decidí entrar para no morirme de frío cuando mi madre ya se había despertado y estaba admirando al pequeño animal, con miles de duda en sus ojos color miel.

Sin duda, esta navidad era una de las mejores, espléndida como ninguna otra y era gracias a ese chico que me había hecho sonreír en plena tarde lluviosa, que me había hecho encontrarle sentido a la magia, pero no cualquiera; la magia que sientes cuando estás con la persona indicada.

***

31 de diciembre, Plaza de Keller.

Tomas Wolf.

Último día del año.

Último día del año donde nunca pensé que encontraría a una chica que siempre estuvo en mis mas olvidados recuerdos, una chica que seguramente en la realidad no hubiera conocido, porque esto parecía un sueño,

La gente bailaba alrededor del árbol de navidad en aquella plaza, todos reirán y lloraban de alegría por haber permanecido otro año junto a sus seres queridos.

La comida y bebidas navideñas adornaban las mesas rojas con dorado, que estaban esparcidas por todo el lugar.

Los niños jugaban y conocían nuevos amigos.

Todos estaban siendo plenamente felices.

Y si me preguntan cómo me sentía, no sabría cómo explicarlo, pero mis ojos solo estaría observando la chica que toma mi mano y canta las repetitivas pero tradicionales canciones que todos aman en estas fechas.

La luna y el sol nunca estarían tan orgullosos, si supieran que todos esos suspiros y esfuerzos por ella valieron la pena. Estaríamos logrando lo que ellos no pudieron, ser un eclipse.

Aunque para mi, Hanne brillaba más que centenares de soles y resplandecía como una piedra preciosa, un diamante en bruto que se cruzó en mi camino y yo me sentía la persona más afortunada de esta galaxia.

El Año Nuevo nunca pareció tan nostálgico como este y en mi mente, suponía que se debía a esa compañía que apreciaba con mi vida.

En mis ojos todo a su alrededor desenfocó para alumbrarla a ella y hacerla parecer como una verdadera hada, como un ser mágico y extraordinario que anonadaría a cualquiera.

Tenía la dicha de ser yo, quien pudiera admirar a esa chica que cada día me daba una nueva oportunidad de vida. Me sentía agradecido de poder sentarme y decir que ella estaba conmigo, que había encontrado a una nueva galaxia dentro de unos ojos verdes.

Aquellos que mientras brillaron en la cuenta regresiva de la radio local y me hicieron la persona más feliz entre todas las que estaban allí, también me hicieron pensar que todo hubiera pasado, si tan solo ella se hubiese volteado en aquella tarde de septiembre.

Tristemente mi destino fluyó hacia otra dirección, y no fue así. Cada día, mis ojos pasan por los recuerdos de su cabello, de sus botas llenas de pintura. Todos esos recuerdos del día que deje Alemania junto a mi padre.

Esos recuerdos que me hacen pensar: ¿que será de su vida? ¿Me recordará? ¿Sabrá quien soy aún? Seguramente, no y no la culpo, fui yo quien decidió no acercarse.

Y solo digo, Quizá en otra vida o cuando las estrellas comiencen a llover en otoño, podré encontrarla de nuevo. Mientras tanto, solo le pido a la luna que escuche mi llamado y se acerque a su ventana, para que sepa que sigo esperando que algún día, sus ojos me puedan ver a mi.

Las estrellas también llueven en otoño (#1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora