-16-

16 5 0
                                    

-16-

Süßigkeiten und Souvenirs.

Tomas Wolf.

Si pudiera darte algo más por tu cumpleaños Hanne, sería todo el universo aunque fuese imposible.

Todo lo que tuviera que ver con ella siempre sería mi debilidad, hasta las pequeñas frases inspiradoras que suelta de momento que me dejan sin aliento.

Sus labios sonrosados eran dueños de una hermosa sonrisa, como la de algún niño que recibe un cachorro y perteneciente de una risa que era sumamente melodiosa.

Sus ojos contenían estrellas entre tanto infinito, tanto así que podría iluminar todo el pueblo.

Todo lo que ella poseía me robaba miles de suspiros al día, solo con pensar en ella era incapaz de no imaginarla tan tierna como lo es en realidad.

Esta tarde lleva un vestido de época que le prestó la abuela, que llega a sus rodillas y brilla en su color turquesa, haciendo contraste con sus brazaletes coloridos y hippies. Ambas bailan al compás del Cascanueces, que suena desde el televisor.

Yo solo me limito a observarlas -más bien a Hanne- desde el sillón de mi abuelo, donde recuerdo que se sentaba a leer el periódico todas las mañanas.

-¡Tomas ven y baila con nosotras!-dice, dando vueltas sin parar y sosteniendo el vestido como si fuese una princesa.

Y en realidad para mi lo era.

-¿Porque no bailas con Hanne? Es su cumpleaños Tom-replica Alviria exhausta, sentándose a mi lado-.No puedo seguir, estos huesos ya no son como antes.

Río y me levanto a pasos torpes, posándome frente a la cumpleañera, tendiéndole mi mano e inclinándome hacia adelante.

-¿Me acompañas a esta pieza?

-Siempre será un gusto, Tomas.

Era la segunda vez que bailábamos y me parecía como si nunca hubiese sucedido, cada momento repetitivo se sentía como la primera vez.

Una de sus manos, cubierta por anillos -esos que siempre llevaba pero hasta ahora no había detallado- sostenía la mía con fuerza y su risa llegaba a mis oídos como el canto de los ángeles.

Dábamos vueltas sin parar, ella estaba feliz y yo me sentía mareado pero seguía sus pasos por verla reír cada vez más. El tiempo es efímero y yo sabia que esto en algún momento tendría su fin y no importase que la música ya hubiera terminado, nosotros seguíamos danzando.

Éramos un arquero y una artista, sintiéndonos como si fuéramos de la realeza. Volviendo a ser niños que juegan a la princesa y su caballero de radiante armadura -que realmente era cobarde- en el salón de un castillo.

Hanne es la primera en detenerse y dirigirse al sillón a descansar, luciendo un poco sudada. Decidí recostarme de escalera donde habían momentos encapsulados de mi niñez.

-Deberíamos irnos, ya van a ser las seis-murmuré viendo el reloj en la pared.

-¿Tan rápido se marchan?-pregunta la abuela con una expresión decaída. Nunca recibía visitas, sus ojos destilaban tristeza al no querer que nos fuésemos.

-Volveré antes de marcharme de nuevo al pueblo.

-Ya sus uniformes están secos, tuve tiempo y los lavé para que regresaran limpios a su hotel-anuncia con suficiencia, la abuela siempre ha sido rápida y sumamente ordenada. Quizas por la experiencia de años.

Ambos subimos las escaleras dirigiéndonos hacia diferentes puertas y entro en lo que era la habitación donde dormía cuando venía en el verano.

Cómics, figuras de acción y libros de cuentos. Era, es y seguirá siendo un lugar especial, donde tuve los sueños más fantásticos despierto.

Las estrellas también llueven en otoño (#1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora