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Tanzen unter den Sternen.

01 de Noviembre, Pueblo de Keller.

N/O

En la biblioteca de Keller, se encontraban el arquero y la artista, sentados frente a frente, cada uno con un libro en sus manos y rodeados de más manuscritos de diferentes autores, como Julio Verne y Simon French.

El silencio en el lugar era causante de la paz de aquel chico, pero a la vez era la compañía de ella. Observándola, mientras movía sus labios sin producir algún sonido y sus ojos viajando de un extremo a otro en cada página del libro ''El Principito'', un libro famoso en muchos lugares, ese el cual todos conocían.

Se encontraba tan concentrada que no se percataba de su mirada, para él era majestuoso solo verla leer y las expresiones que formaba con cada situación.

Leer. La lectura es lo que nos lleva a incontables mundos, que existen solo entre paginas; nos inspiran a seguir nuestros más grandes sueños, algo que Tomas no creía en el pasado.

Esa tarde, se iba a abrir con ella, sus inseguridades y miedos ya estaban flotando en el aire, pero aquel peso que siempre traía por fin se estaba esfumando.

La mayoría de sus días, los había pintado grises y llenos de oscuridad, cuando aquel vacío que creía, nadie iba a llenar aparecía de nuevo.

No tener el apoyo que siempre necesito, por situaciones donde perdía el control.

Estar rodeado de personas, pero sentirse más solo que nunca.

Había dejado su esencia, sueños y anhelos en un cajón con llave que enterró en sus recuerdos y se convirtió en algo que nunca fue.

Cuando llego aquella chica de la mirada color infinito, toda su oscuridad, se transformó en los colores que ella poseía, no solo en sus cuadros, también en sus ojos.

No era suficiente cada psicólogo por el que había pasado, sino, alguien que el sintiera que de verdad llegaría a entenderlo y enseñarle que no es la perfección, es las imperfecciones lo que hacen a ese alguien especial.

¿Qué haríamos siendo perfectos, si así todos seriamos iguales? Aún así, el la consideraba a lo más cercano a la perfección.

Quería decirle tantas cosas, si al menos ella alzara su mirada ya encontraría todas las palabras en esos ojos grises, y así seria más que suficiente.

A veces no son las palabras, es una simple mirada o sonrisa, que expresa todo lo que en algún momento quiso decir, pero no tenía el suficiente valor para afrontar.

Un corazón adolescente, que repiqueteaba de forma rítmica por ella.

Dejando a un lado los poemas de Edgar Allan Poe, -aquellos que tanto llamaban su atención- cruzándose de bazos sobre la mesa; decidió seguir observándola.

No podía seguir leyendo, cuando algo, mejor dicho alguien, lo distraía sin hacer nada para ocasionarlo; era solo su espíritu y existencia, que no dejaba que las palabras impresas en el libro, se entendieran en su cabeza.

Había pasado una hora, desde que no pronunciaban alguna palabra, solo la compañía del otro en aquella mesa, llena de libros.

Un suspiro embobado de parte de él, hizo que ella bajara el libro hasta su nariz, dejando solo a su vista los ojos verdes que tanto amaba.

-¿Que sucede?- pregunto, enarcando su ceja delgada.

Sucedían tantas cosas en su cabeza.

-Quiero llevarte a un lugar- hablo por fin, apenas audible para ella.

Las estrellas también llueven en otoño (#1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora