-18-

20 3 0
                                    

-18-

die Blumen des Schicksals

09 de Noviembre, Berlín.

Hanne Meyer.

-¿Que quieren estudiar luego de salir del instituto?-preguntó la pelinegra. Nos encontrábamos sentados bajo un árbol de naranjo a las nueve de la mañana en una pequeña plaza frente al hotel, el cual no sabía su nombre. En unas horas nos iríamos y algunos estudiantes decidieron recorrer la ciudad mientras nosotros preferimos quedarnos-.A mi me encantaría ser aceptada en el conservatorio de música.

Elizabeth tiene un talento para tocar el piano, tomaba clases desde pequeña y mostraba amor a lo que hacía. Al verla tocando aquellas melodías en las tardes cuando pasábamos a la casa de sus abuelos, pareciera como si estuviera dentro de su mundo, olvidándose de su alrededor y el sonido que producía las teclas, era verdaderamente hermoso.

Sus prácticas eran en una de las habitaciones del fondo, pero algún día dejaría ese lugar y sería en un gran teatro.

-Quizás podríamos verte tocar frente a miles de personas-comenta su hermano, quien yace recostado en mi regazo, frente a los rayos de sol, resaltando sus hermosos y profundos ojos celestes-.Sabes que sería un gran fotógrafo, captando tu momento en una cámara.

Jacobo mostraba un inmenso placer al tomar fotos de lugares o personas distraídas. Era su mayor pasatiempo, a parte de ver películas y jugar videojuegos con el hermano menor de mi mejor amiga. Pero quizás no era sólo un simple hobby, sino un sueño.

-Como saben, me iré a estudiar Biología marina en siete meses fuera del pueblo-comentó Lisa.

-Y tú Hanne, ¿Que quieres estudiar?-preguntaron los mellizos.

-Quizás artes plásticas, pero en realidad no he pensado que quiero hacer-respondí, siendo lo más sincera posible.

Me sentía avergonzada al no tener aún en claro lo que quería estudiar y a ocho meses de terminar el instituto, no sabía muy bien cuál era aquel sueño que muchos tienen a mi edad.

En realidad, no tenía claro que había hecho en todo mi tiempo.

La adolescencia no era como en los libros.

No había ido ni a una sola fiesta como según lo relataban las páginas,  por el hecho de que no me gustaban los lugares abarrotados de personas.

No había dado el primer beso, uno perfecto bajo la lluvia.

Solo hacia una cosa, esconderme dentro de los párrafos donde se encuentran hadas, misterios, monstruos y hasta romances adolescentes.

La vida real no era para nada comparada a los libros y por esa razón, aquellas novelas y cuentos eran producto de lo que las personas soñaban e imaginaban.

Y aunque era muy fantasiosa, seguía anhelando aquellos romances pero sabía que era mucho, para ser real.

Tal vez, ahora que pasaba más tiempo con Tomas iba entendiendo lo que decía y convirtiendo sus palabras, en experiencias de mi día a día.

No sabía en que momento deje de prestarles atención a mis amigos y desenfoco mi vista de ellos, mientras siguen conversando de lo que sea que se les ocurriese.

Veo las personas pasar, algunas tan decididas como sus vidas y otras pérdidas, sin la intención de buscar alguna razón para seguir. Todo aquello era visible por las emociones que se reflejaban desde la lejanía.

Y entre todas las personas de la ciudad, que trasladaban por las calles, vi a Tomas acercándose hacia nosotros, distraído con su cabello ligeramente desordenado y portando una gabardina color verde, que lo hacía verse aún más apuesto.

Las estrellas también llueven en otoño (#1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora