Un chico está preocupado por cómo se verá en el futuro y un pintor enamorado de él crea un cuadro que lo puede mantener joven a cambio de un precio.
Un muy, muy terrible precio.
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La primera impresión importa. Cuando conoces a alguien, puede que experimentes la sensación de encontrarte más cerca de casa, de tranquilidad, de maravilla y fascinación.
Y otras veces, en ese instante en que sucede el primer encuentro, algo dentro de ti, una vocecita oculta en el fondo de tu mente, advierte:
Esta persona es capaz de destruirte de todas las formas en que puedes ser destruido por alguien más.
Hay ocasiones en que sencillamente conoces a este tipo de personas, la advertencia está ahí, sabes que sólo te esperan las alegrías más exquisitas o las tragedias más terribles si sigues avanzando. Y lo haces.
Es difícil explicar por qué continuas dando un paso tras otro cuando has oído la advertencia desde tu interior, pero lo haces.
Algo como esto le ocurrió a Basil Hallward cuando conoció a Dorian Gray.
Aquel día se veía como todos los demás días en ese período de su vida, con la excepción de que se trataba de la última tarde de la galería de arte improvisada en la universidad, organizada por la decana Brandon. Varias de las obras de Basil se encontraban allí, enmarcadas con materiales pesados que fueron difíciles de encajar y colgadas en paredes en que la pintura se estaba descorchando en la parte inferior, esperando que las miradas se dirigiesen sólo al arte gracias al efecto de las luces que caían sobre cada pieza.
La señora Brandon era entusiasta frente a la idea de la galería, pero se trataba de alguien a quien se le daba mejor ser la cara de un evento que su organizadora. La galería estaba "invertida", la entrada quedaba en la dirección opuesta a la que Basil acostumbraba ir en las galerías de la ciudad y las fichas de cada artista colgaban de hilos de la parte de abajo del cuadro, lo que hacía que mucha gente no viese los datos o que hubiese ocasiones en que la ficha incluso estaba girada y lucía como un trozo de cartón blanco y vacío.
Tampoco tenía el menor conocimiento en el área del arte, por lo que no era una sorpresa que tuviese que detenerse y sujetar la ficha antes de poder responderle a alguien qué tipo de técnica emplearon en la pieza.
En uno de esos momentos en que Basil deambulaba por la galería durante sus horas libres y la vio hacerlo, se apiadó de ella y respondió en su lugar.
—Es acrílico.
El hombre que lo había preguntado, que llevaba una cámara costosa en una mano y parecía pertenecer a algún tipo de periódico digital o blog, decidió dirigir sus preguntas a Basil.
Él se arrepintió de inmediato y su sufrimiento se incrementó cuando la decana le sonrió, agradeció y decidió marcharse, dejándole a cargo "socializar" con el sujeto. Resultó que sí pertenecía a una página en que la señora Brandon quería que hubiese un artículo de su galería.
A Basil no le gustaba pasar tiempo con desconocidos, pero la decana fue la primera persona en apoyarlo con su arte, así que se tragó su incomodidad y paseó con el periodista que no sentía ningún respeto por la forma en que se planteó el concepto de la galería, caminando de una esquina a la otra en lugar de seguir el sendero invisible formado por las piezas de la exposición.
