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Dorian estaba más que feliz con la explosión de notificaciones que supuso en sus redes el publicar el boceto de Basil

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Dorian estaba más que feliz con la explosión de notificaciones que supuso en sus redes el publicar el boceto de Basil. Lo unió a una fotografía que se tomó en su cuarto con el teléfono en un punto de apoyo lo bastante lejos para tener una imagen más o menos completa de sí mismo y el parecido era en verdad extraordinario, en especial considerando que no lo tenía al frente en todo momento durante la realización del dibujo.

A sus seguidores les encantaba y Dorian decidió colgarlo con extremo cuidado de la pizarra de corcho que tenía en una de las paredes de su habitación, en medio de algunas fotografías, poemas, citas de libros y postales de distintas partes del mundo, todo muy aesthetic, organizado en color y orden para ser el fondo ideal para Dorian cada vez que quería grabar un vídeo.

Siguió revisando sus notificaciones y contestando a los múltiples comentarios. Esto era parte de su día a día. Lo inusual fue que no tuvo la reacción que esperaba de una persona.

La cuenta que encontró de Basil apenas tenía cien seguidores. Por las fechas, podía pasar meses sin publicar algo, y cuando lo hacía, solía ser alguien más que lo grababa pintando o le tomaba una fotografía con su obra terminada y eran piezas tanto o incluso más espectaculares que las que vio en la galería de la universidad.

En opinión de Dorian, era un desperdicio no exponer ese arte a través de las redes y darse un lugar. Las galerías eran preciosas, claro que sí, y visitarlas suponía una experiencia única, pero la gente ya no tenía ocasión para ir a verlas y no había en todos lados. Postear el arte en redes lo hacía más accesible para quienes quisieran verlo.

Además, cuando Dorian etiquetaba a una marca o persona mostrando algo que le gustó, solía recibir un agradecimiento en forma de comentarios o mensajes privados. Algo. Lo que fuese. A la gente le gustaba que Dorian halagase sus productos o servicios en vídeos con cientos de miles de vistas.

Basil no escribió nada, aun cuando Dorian se aseguró de etiquetarlo.

Los dos días después de esto, mantuvo un ligero seguimiento y se percató de que los números de la cuenta de Basil iban en aumento y muchas personas hablaban de su arte en la publicación del dibujo de Dorian. Pero él seguía sin mostrar señales de vida digital.

Dorian lamentó que pudiese haberle disgustado que lo compartiese así, incluso si no le veía sentido. Difícilmente un artista joven podría darse a conocer y quedarse cómodo en las sombras a la vez.

Decidió olvidarse de esto porque tenía otros asuntos pendientes. Se acercaba una noche de cocina con Dorian en que intentaba (y casi siempre fallaba, pero viéndose muy lindo, según su audiencia) cocinar una receta propuesta por el público, tenía que buscar unos libros que encargó en la librería y la dueña de un café lo invitó a probar sus nuevos postres a cambio de un post.

Sin embargo, aunque continuó con su rutina regular, no podía evitar ver hacia el dibujo hecho por Basil de vez en cuando y sonreír. Nadie lo había dibujado antes. Una parte de él, la del ego probablemente, se sentía bastante complacida por esto.

Dorian GrayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora