Después de que James lo hubiese seguido durante dos calles cuando abandonó la casa de Henry, Dorian llegó a su punto límite. Al entrar a la mansión Gray, tiró su abrigo y se metió al cuarto de Víctor.
Tuvo que rebuscar un poco porque no recordaba dónde solía colocarla. Halló un fondo falso en el cajón del escritorio y retiró la tapa para encontrar el estuche del arma. Era un modelo viejo que Kelso le había regalado a su empleado.
Dorian comprobó que tenía balas adentro, sintió el peso del arma en su mano y se la llevó. Cerró el compartimiento secreto después y abandonó el cuarto de inmediato.
Esperaba que esto fuese suficiente para alejarlo. Sybil tenía razón en que él no tuvo la culpa porque no la empujó y Henry la tenía en que veía la situación con una capa de pesimismo. El del problema era James, ¿quién más podría ser? No era Dorian quien seguía a alguien más y rondaba su casa como un delincuente esperando el momento correcto.
Además estaba el asunto con Basil. Como Dorian era su pareja actual, debía velar por su bienestar y James sonaba como un completo imbécil de su pasado. Basil era demasiado amable para ver que mientras más veces saliese a lidiar con él, seguramente más veces regresaría el idiota.
Algunas personas no entendían el punto cuando eran echadas con demasiada amabilidad. Entonces había que ser un poco más duros, nada más. Dejar de ser acosado y detener los malos recuerdos de Basil que le ponían aquella expresión tan triste, sí, era necesario.
Dorian se sentó en su sillón favorito en la biblioteca y echó un vistazo hacia donde Basil solía colocarse para pintar. Recordó su voz cuando le contó sobre James. Esa tarde también había estado ahí y lo escuchó emitir aquel sonidito de toc, toc, toc con la lengua muchas veces mientras trabajaba. Cualquiera se estresaría con un ex novio actuando como acosador alrededor del sitio donde pasas la mitad de tu tiempo.
Es completamente necesario, decidió Dorian. Eligió un libro y se dedicó a leer hasta que Víctor llamó a la puerta y le comentó que estaba pasando junto a la reja de nuevo.
—¿Llamo a la policía?
Dorian negó y cerró su libro.
—Que entre —ordenó, poniéndose de pie. Tocó el arma escondida en su ropa para sentirse más confiado—. Llévalo al jardín trasero, esperaré en el columpio de mi madre.
Cuando Víctor se retiró, Dorian notó a Sybil en una esquina de la biblioteca, mirándolo con una expresión preocupada.
—Sólo será un susto —prometió él, mostrándole las manos—. Si sigue así, se lo llevará la policía y eso sería peor. No me juzgues tanto.
Sybil se limitó a menear la cabeza y se desvaneció. Entonces Dorian abandonó la biblioteca también y se dirigió al patio.
Estaba sentado en el columpio cuando escuchó los pasos acercarse por detrás. Las sombras que divisaba gracias a la luz que escapaba por las ventanas le dieron a entender que Víctor debía estar vigilando desde la puerta y el único que se aproximaba era James.
Oyó la respiración agitada cuando se colocó detrás de él. Dorian se puso de pie con parsimonia, deslizó el arma fuera de su ropa y se giró para apuntarlo a la cabeza.
El destello de sorpresa en los ojos de James apenas duró unos segundos. Después se convirtió en algo burlón que casi hizo que el agarre de Dorian titubease.
—Quiero que te vayas de mi vida y jamás vuelvas a aparecer frente a mí o a Basil —declaró Dorian en tono firme.
James le mostró una sonrisa desagradable.
—No tienes la menor idea de que tengo entrenamiento militar, ¿verdad? No me vas a hacer nada con esa cosa, no sabes usarla, sólo saldrás lastimado y me culparán a mí porque eres un pobre y frágil niño rico-
Dorian apuntó hacia el suelo y disparó una vez. La bala golpeó junto al pie izquierdo de James y él tuvo que contener un sonido de asombro por el impacto que sintió en el brazo y su mano temblorosa después. No se lo esperaba.
James frunció el ceño y retrocedió un paso. Dorian volvió a apuntarle a la cabeza.
—Bájala —indicó James.
—No vuelvas a acercarte a mí —insistió Dorian.
—Baja esa arma, Dorian.
Dorian apretó la mandíbula y sacudió la cabeza. Tenía la sensación de que jamás se desharía de James si la bajaba. Pensaría que era débil y que podía ser hostigado sin consecuencias. No era cierto.
Cuando creyó que James cedería en esta batalla de voluntades, lo que hizo en realidad fue retroceder para tomar impulso. En un instante, había saltado sobre Dorian. Su espalda golpeó el árbol que servía de soporte para el columpio y un par de manos intentaban que sus dedos soltasen el arma.
Dorian entró en pánico y apretó el gatillo en su intento de no dejarla ir. Lo hizo de nuevo. Y de nuevo. Primero James tuvo que quitar las manos para no recibir un disparo en la palma, después estaban forcejeando y Dorian sólo alcanzó a oír un sonido ahogado antes de que James se detuviese y lo mirase con los ojos muy abiertos.
Dorian siguió la dirección de su propio brazo. Vio que el arma apuntaba un poco hacia abajo y estaba justo frente a James. Luego notó la sangre.
Dos disparos en el torso.
No sé usarla, reconoció Dorian. El pánico se había disuelto, su mente estaba vacía excepto por esto y todo parecía suceder extremadamente lento.
Víctor ya no estaba en la entrada al jardín. ¿Qué estaría haciendo ahora?
Frente a él, James intentaba sostenerse de sus brazos, mientras jadeaba por el dolor y se tambaleaba.
¿Cuántos disparos contaban como defensa propia?
Los ojos de James estaban fijos en los suyos. Estaba tan lleno de terror que Dorian sintió un atisbo de sorpresa cuando pensó que esta persona lo había atemorizado a él.
¿Cómo podría haberle tenido miedo?
¿Por qué le tendría miedo?
No valía lo suficiente para tenerle miedo.
—No sé usarla —murmuró, ya que era el pensamiento más coherente en su mente en ese instante.
Luego apretó el gatillo por última vez y James se derrumbó sobre él.
Las rodillas de Dorian cedieron bajo el peso de James y acabó agachado en el suelo con el cuerpo del otro encima. Había soltado el arma en cuanto la disparó y sentía su piel y ropa mancharse de la sangre. El aroma metálico lo rodeaba.
Escuchó una carcajada y giró el rostro hacia un lado.
Un hombre mayor estaba de pie junto al árbol, recargado en su tronco, un bastón en su mano. Era el que se había reído primero, pero después le siguió la risita de la mujer de cabello rizado sentada en el columpio.
—Y ahora es cuando tienes que llorar —señaló Kelso Gray—. Anda. Usa el mismo truco de la última vez.
Cuando Víctor regresó al patio, Dorian estaba sollozando con fuerza y temblando sobre el cuerpo de James Vane.
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Dorian Gray
ParanormalUn chico está preocupado por cómo se verá en el futuro y un pintor enamorado de él crea un cuadro que lo puede mantener joven a cambio de un precio. Un muy, muy terrible precio.