Un chico está preocupado por cómo se verá en el futuro y un pintor enamorado de él crea un cuadro que lo puede mantener joven a cambio de un precio.
Un muy, muy terrible precio.
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Dorian acababa de postear una selfie que se tomó con Basil afuera de la galería. Le había recordado que no tenía que hacer algo que no quisiese o lo pusiese incómodo, pero él dijo que estaba bien.
Se le hacía adorable que en lugar de sonreír frente a la cámara, se hubiese puesto más tenso apretando los labios y frunciendo un poco el ceño.
Agregó un comentario sobre la imagen aclarando que la "cara de malo" no tenía nada que ver con su actitud y se sorprendió de que esa vez sí hubiese una reacción de Basil a través de las redes. De hecho, no tardó en recibir una imagen por un mensaje privado.
Una foto de un nuevo boceto. Era Dorian frente a un cuadro en tizas pastel. Tanto él como el marco se veían como imágenes de un sueño trazadas deprisa para evitar olvidarlas.
Dorian sonrió y preguntó si también podía postearlo. La respuesta de Basil fue un escueto "si quieres", y en menos de un minuto, también publicó ese dibujo. Su teléfono se llenó de notificaciones después de esto, pero Dorian estaba ocupado viendo más de cerca la imagen desde la galería y "repasando" algunos de los trazos de tiza que notaba con el pulgar sobre la pantalla táctil, sin tocarla.
Un grupo de sus seguidores quería saber si ahora modelaba para artistas y hasta se ofrecieron a dibujarlo. Dorian rechazó la idea de inmediato y dejó el tema de lado.
Debido a esto, incluso él se sorprendió cuando entró al "estudio" de Basil una semana más tarde.
Decirle "estudio" tal vez fuese halagador. Basil tenía un apartamento minúsculo en el último piso de un edificio de una zona tan común y corriente que Dorian olvidaría cómo llegar en cuanto se hubiese ido. No había nada de espectacular allí, pero al fondo, un poco más allá de una especie de corredor mal construido, se hallaban unas escaleras estrechas que subían en forma de espiral hasta un área cerrada que debió ser el techo en otra época, pero que se convirtió en el estudio de arte.
Entendió a qué se refería con que no tenía espacio para más cuadros. La habitación tenía tres de sus cuatro paredes por completo cubiertas de lienzos y trozos de diferentes papeles con dibujos en varias técnicas, siendo los de carboncillo los más frecuentes. Había más materiales regados por el suelo, de forma que debía andar con cuidado de no pisar un tubo de pintura o crayones que pudiesen hacerlo resbalar.
Hacía un calor insoportable, a pesar de que la única pared que era visible tenía una gran ventana cuyo vidrio se podía deslizar hacia un lado para abrir la mitad. Dorian descubrió por qué seguía cerrada al intentar abrirla sin pensar y que una fuerte ráfaga de aire hiciese que Basil gritase y montones de sus dibujos volasen por el cuarto, liberados de lo que fuese que los mantenía usualmente en las paredes.
Dorian también gritó al ver este desastre y se apresuró a cerrar la ventana, pero resultó más difícil que abrirla y no consiguió moverla demasiado. Basil paró de perseguir sus dibujos para acercarse. Se puso detrás de Dorian, sujetó el lado del cristal que él también sostenía y ambos empezaron a empujar hasta que se cerró de nuevo. Basil le colocó un seguro que emitió un débil clic.