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Durante las siguientes semanas, Dorian se dedicó a un nuevo campo de investigación que llevaba el nombre de Basil

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Durante las siguientes semanas, Dorian se dedicó a un nuevo campo de investigación que llevaba el nombre de Basil. Sacó de su mente cada palabra horrible de Kelso e ignoró el impulso de pararse frente a la pared de crucifijos como tantas veces había hecho en los años de su adolescencia, intentando pedir que "arreglasen" lo que pudiese haber mal en él.

Basil era una persona encantadora con la que estar, en su opinión. Le enseñó las formas de evitar el dolor como la primera vez y volvió a decirle "buen chico" al terminar cuando Dorian le pidió que lo dejase chupársela para "aprender" a hacerlo. Retomó esa costumbre que tanto le gustaba de sentarse en la cama con Dorian y leer en voz alta un par de capítulos del libro de turno para él y bastaba con un puchero para que cediese en las cosas más sencillas, como lo que Dorian quería almorzar ese día.

A veces Dorian se descubría a sí mismo sentado a horcajadas sobre él, sujetando su rostro y dejando rastros de besos por su cara sólo para hacerlo sonreír y lo que hacía no tenía más explicación que esa. Le gustaba verlo sonreír. Otras veces Basil estuvo pintando en la biblioteca y Dorian notaba que llevaba un par de minutos sin avanzar en su lectura porque su atención se desviaba hacia la silueta del pintor, su pintor, un poco encorvado y concentrado en su pequeña burbuja de creatividad. Y le parecía admirable.

Fueron semanas maravillosas y hermosas en que Basil se pasaba días enteros sin abandonar la mansión y el lugar parecía cobrar vida, llenarse de luz ante los ojos de Dorian. Sus risas se oían de repente en algún pasillo y Víctor actuaba como si no se diese cuenta de la situación, porque él eligió no mencionarle nada. Incluso Sybil, que aparecía cada vez con menor frecuencia, parecía feliz por él.

Dorian destapó el retrato en una sola ocasión, notó que el gesto cruel y la mancha de sangre en su mano ya no estaban y se olvidó del tema. Ni siquiera se molestó en regresar el cuadro a la sala.

Lo importante ese día era que iba a tomar té con Basil en el patio. Y quizás conseguir algunos besos después.

Sin embargo, como sucede con la mayoría de las cosas que son bellas y puras, fuerzas superiores las envidian. Arrojan algo en dirección a donde se concentra la felicidad para romper la burbuja que los mantiene levitando y puedan caer y estrellarse contra la realidad.

Esto fue exactamente lo que sucedió en aquella ocasión.

Dorian estaba en el jardín con Basil cuando Víctor lo llamó y avisó que tenía un invitado.

—¿Vino Harry? —preguntó Basil en tono divertido—. ¿O me vas a presentar a algún amigo, Do?

—No tengo más amigos —contestó Dorian, igual de extrañado. Estaba seguro de que Henry se encontraba de viaje—. ¿Quién dijo que era, Víctor?

—James Vane.

Dorian sintió que un peso frío se instalaba en su estómago. Tragó en seco y buscó con la mirada alrededor, como si Sybil pudiese materializarse en ese preciso instante y decirle qué acción tomar.

Dorian GrayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora