Capítulo 22

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La sonrisa de KyungSoo era lo más hermoso y deslumbrante que alguna vez haya visto en su vida. Jamás se cansaría de pensarlo.

JongIn pensaba que KyungSoo era el ser más hermoso que alguna vez haya pisado la tierra. Aunque para ser sinceros, no había cambiado casi nada, la estatura del chico era un poco más alta, sin dudas, pero sus rasgos seguían siendo los mismos, solo que un poco más finos y maduros. JongIn ya no se atrevía a comparar a KyungSoo con JungSuk. No había nada parecido en ellos, salvo un poco el físico. El chico era diferente en todos los sentidos posibles; belleza, carácter, todo era diferente y a JongIn le encantaba. Su sonrisa, sus hermosos ojos, sus mejillas sonrojadas, su nariz respingona y sin olvidar sus labios, sus hermosos, carnosos, suaves y húmedos labios. La parte que JongIn amaba más aparte del enorme corazón del chico. Se sentía como un estúpido enamorado, cómo un adolescente descubriendo su primer amor. Que ironía, en esa relación KyungSoo era el adolescente y el que se sentía de esa forma era él. Aunque no dudaba que KyungSoo también se sintiera de esa manera.

Suspiró profundo mirando a través de la ventana del autobús. Miró los enormes nubarrones que se formaban en el cielo, había pedido tanto por esas lluvias que le agradecía a Dios que haya escuchado sus súplicas, se haya compadecido de él y por fin hubiera terminado con el calor ardiente de ese verano.

Mientras el autobús avanzaba a su destino, JongIn pensaba en muchas cosas, principalmente en KyungSoo, el chico abarcaba la mayor parte de sus pensamientos, pero también pensaba en su relación con MinSeok y ChanYeol. Si bien, ambos hombres se preocupaban por él, ciertamente el enojo que había sentido en su momento no se había esfumado del todo, pero no iba a pedir una disculpa, al menos no por el momento, sí lo haría pero sería después. Mientras tanto, JongIn quería seguir disfrutando de la compañía de KyungSoo. Porqué JongIn sabía que el tiempo que duraría la remodelación y construcción en ese lugar, se estaba agotando.

Rápidamente en un abrir y cerrar de ojos, el tiempo se había ido como agua entre las manos. Y en ese tiempo, JongIn no había hablado con los dos hombres, sin embargo sí se había dedicado a pasar el tiempo al lado de KyungSoo. Entre conversaciones de todo y nada, entre aclaraciones y reconciliaciones, entre risas, abrazos cariñosos y algunos besos apasionados.

Por las tardes, KyungSoo esperaría a JongIn en alguna parada apartada de autobuses lo suficientemente retirada de la escuela. JongIn tomaría un café y KyungSoo disfrutaría de un helado. Después, cuando la noche fuese cayendo, JongIn llevaría a KyungSoo a casa. Se despediría de él bajo la luz tenue de alguna lámpara parpadeante, besaría sus labios hasta quedar satisfecho y le susurraría suavemente un:

- Te amo,-

Entonces la piel de KyungSoo se erizaba, y se pegaba más al cuerpo de JongIn, pasaría sus manos alrededor del cuello de JongIn y besaría los labios del hombre con hambre y con deseo de más, mordería sus labios, metería su lengua húmeda hasta lo más profundo de la boca de JongIn y exigiría más que un beso, el deseo creciente de KyungSoo haría arder su cuerpo de deseo, de deseo por JongIn. Porqué los besos ya no eran suficientes para ambos.

Cuando llegara la hora de despedirse y KyungSoo tenía que entrar a casa y JongIn volver al hostal, entonces KyungSoo después de besar los labios de JongIn a su antojo ahora como un experto en la materia, con sus ojos nublados y enamorados, tomaría el rostro de JongIn entre sus manos, y una vez más plantaría un beso tan largo al hombre que le haría tambalear el suelo, acariciando las mejillas con sus pulgares, susurraría sobre sus labios un suave y aterciopelado:

- También lo amo, señor JongIn.-

El corazón de JongIn saltaba en su pecho, rodeaba a KyungSoo en un abrazo con sus manos grandes y fuertes, y se despediría dando un último beso a los labios de KyungSoo. Solo entonces miraba a KyungSoo entrar a casa satisfecho y bien besado, y el podía regresar al hostal con sabor a helado y KyungSoo a casa con sabor a café.

El Amigo de mi PadreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora