Ricardo examina el motor comentando que dependen de cuanto tarden en traer los repuestos es que la tendrá reparada, lo que sería en menos de una semana si las cosas marchan como siempre. Lo que significa que tendré la oportunidad de volver a conducirla una última vez, eso cambia mucho la perspectiva de lo que lleva el día, incluso logro olvidarme de lo mal que me había sentido en la mañana. Con la emoción de saber eso me despido de él y abandono el taller, acompañado por Eluney, a la cual apenas estamos solos, le digo:
— Sabes... puedes pedirme lo que sea que quieras y trataré de hacerlo. No tienes que recurrir a estas cosas. Solo dilo, Eluney.
Me contempla en silencio, por lo que le pregunto.
— ¿Qué es lo que quieres a cambio?
— Quiero que veamos el amanecer. Usualmente, lo hago sola, pero... creo que sería diferente ahora que me ves.
Casi parece que fuera una cita. Además, también tiene un matiz tan triste, ¿Sola?... ¿Desde cuándo? ¿Qué pasa con los demás? ¿Dónde está Min, el otro que la reprendió por hablarme?
Se percata de que me he quedado sin palabras y eso la confunde, de modo que acorta la distancia y se posiciona frente a mí con la frente fruncida.
— ¿Por qué...
— Es triste. —Digo sin reparo consiguiendo callarla— A veces olvido que ni siquiera eres humana, ¿Dónde están tus alas? ¿Siquiera las tienen? ¿Por qué no me lo dijiste antes? También el tiempo se acaba para ti y lo pierdes centrándote únicamente en mí y es horrible, debe de serlo, porque lo mas seguro es que hay algo más que un amanecer juntos, debes añorar algo más que esto. —Sus ojos se abren en su máximo esplendor y no sé si es por lo rápido que estoy hablando o por las palabras en sí— No retrocedas. No te quedes callada. Dime algo...
Suplico lo último porque me he percatado de su tendencia a evitar hablar de ciertas cosas.
Su mirada es triste y contagiado por ese estado de ánimo retrocedo y me llevo las manos a la cabeza.
A la mierda con las otras personas que caminan por la calle, pueden sentirse libres de pensar que estoy loco, de hecho, siento que lo haré si sigo pensando en lo solitario que tiene que ser, estar en los zapatos de Eluney.
— Valentín —me llama en un susurro consiguiendo que la mire— soy tu ángel guardián, mi deber y prioridad es protegerte, velar por tu bienestar, siempre lo ha sido. —una tímida sonrisa se adueña de sus labios— Mis alas no las puedes ver y no te preocupes, parte de los aspectos físicos qué ves... el cómo me ves, es porque lo he decidido de este modo. No tienes que preocuparte, estoy bien, soy feliz solo con estar contigo y que ahora seas capaz de hablar conmigo es más que suficiente.
Bajo los brazos y suspiro, tengo que hacer algo más al respecto. Un amanecer y que hablemos no es suficiente.
— Hoy vas con nosotros al cine. Veras la película sentada a mi lado y luego volveremos a casa, hablaremos de ella e iremos a dormir.
— Valentín...
— ¿Tienes algo que hacer?
Niega con la cabeza un tanto incómoda, por lo que vuelvo a sentirme mal y exasperado. Me despeino el cabello ¿Qué puedo hacer?... bueno, ella dice que es feliz con el mero hecho de que sea capaz de hablar conmigo, que eso es más que suficiente, pero debe tener más aspiraciones, añorar algo más.
— Gracias... eres el primero en preocuparse por este tipo de cosas.
Dice y sé que sus intenciones son consolar o animarme, pero algo dentro de mí se rompe ¿El primero?... maldición, ¿Cómo puede ser posible eso? Con las manos en puños asiento, incapaz de decir algo más e invitándola tan solo a ir a casa.
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Siempre...
Romance¿Qué harías si un día tienes un accidente en el que debías morir, pero sobrevives y ahora ves al que resulta ser tu ángel guardián? Eso es lo que le sucede a Valentín, un hombre de 32 años que tiene una vida común como cualquier persona, pero que lu...