Para cuando hemos terminado con las semillas ya son las seis de la tarde. El cielo está naranja y tengo la sensación de que la tierra ha traspasado los límites de la ropa que tengo puesta. Añoro tomar una ducha y quitarme todo de encima, esa es mi principal intención al ingresar a la casa, considerando además que hoy nos quedaremos aquí. Dormiré en la que era la habitación de mamá, en el piso superior de la casa.
Me quito un poco la sociedad de encima, antes de colocar un pie en la cocina, donde encuentro a la abuela preparando comida. Debe saber que solo he comido pastel y no se molesta en ocultar su disgusto al respecto, lo que coincide con Eluney hace dos o tres horas atrás.
De todos modos, me regaña y me obliga a ir a tomar una ducha.
— Me quedaré aquí —habla la susodicha viendo de reojo a la abuela.
La contemplo por unos segundos antes de asentir con una sonrisa y casi corriendo de la mayor que me amenaza con lanzarme un paño de cocina. Tomo mis cosas para la ducha y solo voy hasta el cuarto sin decir una palabra al respecto, pero es la primera vez que Eluney, dice que hará al respecto y es un tanto extraño. De seguro es porque no estamos en casa.
Cuando vuelvo de la ducha la encuentro contemplando a la abuela desde la mesa, ella tararea una canción mientras rellena platos y los va colocando en frente de Eluney, ajena a su presencia.
— Eso se ve delicioso —digo cuando estoy cerca de ambas con una toalla en los hombros y el pijama puesto.
— Claro que sí, muchacho —concuerda la abuela orgullosa de sus creaciones volviendo a concentrarse en la cocina— comes y te vas a dormir.
— A la orden.
— Son todos tus platos favoritos.
Habla Eluney cuando estoy sentado frente a ella, consiguiendo que me quede quieto. No me he dado cuenta, pero tiene razón. Hay un plato de sopa de verduras, tomates sin pepas con lechuga, un pedazo de carne con salsa picante... enternecido por esto me coloco de pies y abrazo a la mujer por la espalda consiguiendo que se asuste, me regañe y luego ría cuando agradezco todo su amor y hospitalidad.
Ambos disfrutamos de la comida hasta estar saciados y me ofrezco a lavar los platos consiguiendo un cumplido por parte de ella al ver que también le he aligerado la tarea con sembrar semillas.
Trato de ocultar el bostezo cuando estamos caminando hacia la sala de estar para ver una película juntos, pero ella se da cuenta y me obliga a ir a dormir, supongo que el cansancio es difícil de ocultar, aun así, hago lo que me dice luego de besar su frente.
Subo las escaleras, voy hasta el baño donde me cepillo los dientes y voy a la habitación encontrando a Eluney, ya tendida en la cama. Esto se está volviendo una costumbre para mí.
Apago la luz dejando que sea la luna la que ilumine la habitación a través de la ventana. Me recuesto a su lado y la contemplo en silencio.
— ¿Qué otra cosa aparte de ver el amanecer juntos te gustaría hacer? —pregunto al recordar lo de hacer una lista.
— Yo no soy el humano aquí —dice colocándose de lado— he vivido eternamente. Tú, en cambio no ¿Acaso no quieres hacer algo más antes de morir?
Ya he pensado en eso, y he sido testigo del "antes de morir, me gustaría ir a Disneyland" o "quiero tener una familia, conocer a mis nietos", incluso "quiero ir a Japón" pero siempre que escuchaba aquellos sueños, la verdad es que descubría que yo no las tenía, no tenía mayores aspiraciones ni deseos de querer ir a otro país ni formar una familia, mucho menos fantaseaba con algo más grande, al que, si me aferraba, en cambio, era al "si tuviera la oportunidad cambiaria muchas cosas de mi vida".
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Siempre...
Romance¿Qué harías si un día tienes un accidente en el que debías morir, pero sobrevives y ahora ves al que resulta ser tu ángel guardián? Eso es lo que le sucede a Valentín, un hombre de 32 años que tiene una vida común como cualquier persona, pero que lu...