Apenas llego a la casa de la abuela, soy recibido por un gran abrazo de su parte y no hablamos de lo sorprendente que resulta el hecho de que este año luzca totalmente sobrio este día. Diana y Gabi me abrazan antes de obligarme a sentarme justo entre medio de ambas al momento de almorzar. Leonardo y Mari parecen divertidos cuando trato de pedir un plato con ensalada y, en cambio, recibo solo tomates al ser ignorado por ambas mujeres.
La abuela trata de agilizar las cosas con la ayuda de mamá y Pablo, y es que, pese a que solo hay una menor de edad, todos terminamos siendo adultos con comportamientos infantiles que pelean cuando tienen la oportunidad de hacerlo hasta con las pequeñas cosas, aun así, todo se vuelve divertido y en momentos como estos lo único que hago es reír contemplando como todos se mueven, hablan o gritan. Para cuando el almuerzo ha terminado, todos ayudamos a recoger y soy el que lava los platos en la cocina. Intercambio una mirada rápida con Eluney, que ha estado todo este tiempo en silencio siguiéndome y ha optado por apoyarse en el refrigerador, mientras hablo con la abuela, a quien le he estado diciéndole que vaya a descansar con los otros en el jardín.
— Bueno —acepta secándose las manos con un mantel colorido luego de haber insistido lo suficiente— y, por otro lado, estoy muy orgullosa de ti. Este año viniste sobrio.
— Este año decidí vivir —digo consiguiendo que me pellizque la mejilla con una de sus manos arrugadas por la edad.
— Eso debiste hacerlo hace mucho.
— Te amo, abuela.
Ella me besa en la mejilla y sale de la casa. Ahí nos quedamos yo y Eluney, dejando que el ruido del agua con la porcelana de los platos fuera más que suficiente.
— No tienes que ser demasiado buena conmigo, puedes reprenderme por dejarte sola en el departamento, por ser un idiota, gritar o tirarme algo por la cabeza. Tienes toda la libertad... solo hazlo.
— No es necesario recurrir a eso —dice mirándome y concentrando sus ojos en la llave, la cual, en menos de un segundo, suelta una gran cantidad de agua que me salpica en la cara, el cabello y la camiseta— con eso ha sido más que suficiente.
Aun tratando de recuperarme de la sorpresa, me seco la cara y dejo escapar una risita por lo bajo. Eso ha sido más que inesperado.
— No sabía que podías hacer eso.
Ella solo le resta importancia moviendo los hombros. Me lo merecía.
— Recibí un mensaje de la organización que se encargara de vender la moto, hoy por la tarde irán a buscarla —comento pese a que posiblemente de eso ya tenga conocimiento— duele un poquito tener que despedirme de ella.
— Es algo simbólico para ti. Es una de las cosas que te hacían sentir vivo, claro que dolerá.
La miro de reojo cuando he terminado de secarme el rostro. Guardo unos segundos de silencio y con una sonrisa en los labios le comparto un pensamiento que ha estado en mi mente desde que abrí los ojos esta mañana.
— Sabes, cambiando de tema... desde que desperté tengo la sensación de que muy pronto voy a morir. No sé, es algo difícil de explicar. Tengo un extraño sentir de conformidad absoluta, es raro de describir... —admito consiguiendo que ella abandone su lugar y se acerque hasta estar a una corta distancia de mí.
— ¿Estás seguro? —hay preocupación en su voz.
Asiento al ver que levanta una mano y la posiciona sobre mi mejilla.
— Tú... tú... ¿Tú estarás conmigo cuando ocurra?
Es una pregunta difícil y no es que me asuste la idea de morir, sino, la posibilidad de estar solo cuando deje escapar el último aliento.
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Siempre...
Romance¿Qué harías si un día tienes un accidente en el que debías morir, pero sobrevives y ahora ves al que resulta ser tu ángel guardián? Eso es lo que le sucede a Valentín, un hombre de 32 años que tiene una vida común como cualquier persona, pero que lu...