Son pasadas las siete de la tarde cuando llego al departamento luego de haber optado por caminar a diferencia de Tamara, quien apenas vio un auto a la espera de pasajeros, se despidió con rápido beso en la mejilla y corrió, murmurando algo de que lo suyo no era las largas caminatas.
El primero en recibirme es señor Miau, con su pelaje blanco que se me adhiere al pantalón mientras se frota con este. Lo acaricio y voy con él hasta la cocina donde relleno su plato.
— ¿Has decidido que canción?
Pregunto a Eluney cuando la veo aparecer con la esfera entre las manos y bajo el marco de la entrada de la cocina. Niega con la cabeza.
— ¿Quieres que te sugiera alguna?
— No. Pero podríamos hacer otra cosa.
Apruebo la idea concentrándome en el objeto que le regale y del cual tengo la impresión de que se ha vuelto algo importante para ella.
— Me alegro de que te guste —lo señalo a lo que ella se aferra a la esfera.
Asiente y luego retrocede hasta desaparecer detrás de la pared, dirigiéndose a otro lado de la sala de estar, que es donde termino siguiéndola y viendo que señala un libro en específico del librero.
— Lee un cuento para mí.
Una vez que estoy a su lado contemplo el libro, se trata nada más de "El gigante egoísta y otros cuentos" de Oscar Wilde. No recuerdo como lo obtuve, pero cuando Mariana venía a quedarse conmigo solía leerlo para ella. Lo tomo, está maltratado por el tiempo, aun así, sus hojas siguen en su lugar.
— ¿El Príncipe Feliz? —pregunto al encontrar el índice, apenas lo abro.
Vuelve a mover la cabeza de forma asertiva y me confunde un poco, no suele ser muy tímida.
— Bien.
Tomo asiento en el sofá con el libro abierto sobre las piernas y espero a que este a mi lado para comenzar a leer en voz alta. El cuento se trata de una golondrina que en su travesía a Egipto conoce a El príncipe feliz, una estatua bañada en oro que está en lo más alto de la ciudad y desde donde ve la miseria de sus habitantes, aquello entristece tanto a la estatua que le pide a la golondrina ser su mensajero y así comienza a repartir por la ciudad todo oro y rubí que lo adorna. El ave decide quedarse con él, olvidar su viaje a Egipto y el cambio de estaciones. Próxima a morir por el frio invierno, ella le pide un beso en la mano, pero él pide que el beso sea en los labios porque la quiere. La golondrina le da el beso y muere, al pobre príncipe se le rompe el corazón de plomo que tenía en su interior. Entonces Dios le pidió a un ángel que trajera las cosas más valiosas de la ciudad, él llevó el corazón de plomo y la golondrina muerta.
Cuando he termino contemplo a quien ha estado escuchando, atenta el relato con la esfera aun entre sus manos. Entonces tomo el atrevimiento de preguntar:
— Al igual que la golondrina... ¿Me dejarías besarte?... aunque solo sea una vez, en tus manos, antes de que todo se acabe.
Guarda silencio y lentamente alza la cabeza para mirarme asombrada. Es raro sus labios se fruncen en una línea. No la conozco tal vez del mismo modo que ella me conoce a mí, pero esto es nuevo, lo usual es que no parezca querer contener sus palabras, sino que ni siquiera lo aparente.
— ¿Puedes escribir mi nombre en la base?
Sonrió ante su forma de rechazar mi petición y no persisto, solo asiento.
— Claro. Voy por un marcado y regreso.
Informo antes de dejar el libro a un lado y colocarme de pies.
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Siempre...
Romance¿Qué harías si un día tienes un accidente en el que debías morir, pero sobrevives y ahora ves al que resulta ser tu ángel guardián? Eso es lo que le sucede a Valentín, un hombre de 32 años que tiene una vida común como cualquier persona, pero que lu...