Parte 7/?

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Volkov veía la ventana al costado de la habitación de Greco. Abrazaba la almohada con fuerza.

Giró en la cama para ver hacia el otro lado, tenía el estómago revuelto. Demasiadas emociones, muchas cosas rondando en su cabeza, preocupaciones.

—¿Por qué tuve... que ir a buscarte? Yo ni siquiera debí haber entrado a la fiesta...

Hizo una mueca, triste. Sus ojos azules se empezaban a cristalizar de a poco. Era demasiado agobiante todo lo que tenía en la mente, tantas cosas en las que pensaba le estaban saturando.

Oyó la puerta abrirse, así que cerró los ojos, intentando parecer estar dormido aún.

Los pasos se detuvieron justo a sus espaldas y la cama se hundió un poco por el peso de quien se sentó. Supuso que era Greco.

—Ay, Viktor... perdóname, esto no habría pasado si hubiera controlado cuanto tomabas. O... si te hubiera cuidado más y no dejarte a merced de Horacio.

Viktor se giró un poco y con el dorso de su mano dio una ligera carici en la espalda de Greco. Este dio un respingo y se giró para verlo. Vio los ojos azules de Volkov, llorosos como nunca los había visto, pero tenía una sonrisa en sus labios.

Se abalanzó hacia él para abrazarlo. No podía creer lo mucho que lo quería.

—Yo te perdono. Eres y serás siempre una de las personas que más quiero. No es tu culpa y lo sabes.

—Aún así debí...

—No, no debiste nada. Ya pasó, ya no importa. Solo hay que esperar a que todo mejore... aunque sea un poco...

—Ten por seguro que Gus va a hacer que su amigo lo piense mejor, no quiero que te echen, te extrañaría mucho en el trabajo—Pone una de sus manos en la cabeza de Volkov.

—Yo también, aunque seas molesto, extrañaría no pasar casi todo el día contigo.

—Molesto tú.

Volkov ríe levemente mientras mantenía sus manos en la espalda del más joven. Sentía como el pecho de este subía y bajaba, eso lo tranquilizaba.

Greco mantenía su mejilla apoyada al pecho del otro, oía los latidos de Volkov y así se mantenía en paz.

Tenían la suerte de ser amigos.

—Oye, Greco...

—¿Mmh?

—¿No tienes hambre?

—No...

—... pues yo sí.

—Ah, vale—Se separa de él y se pone de pie—Vamos a la cocina, preparé un poco de comida hace rato.

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—Debo volver a casa. Alek debe estar preocupada por mí, no me ve desde ayer.

—¿No quieres que me quede contigo?

—¿Lo harías?

—Claro, no hay problema. Deja que coja algo de ropa y vamos.

—Ok...

Esperó a Greco para luego ir a su casa. En todo el camino estuvo en silencio, no sabría como podría reaccionar a las preguntas de su hermana. No quería romperse si es que llegaba a abrazarle, no quería que lo supiera. Ella no debía saberlo.

—Volkov...

—Ah... ¿sí?

—No, nada, es que te vi con la mirada perdida. Ya vamos a llegar.

—Ah, vale...

—Tranquilo, ella no se dará cuenta. Si tienes alguna molestia o te sientes mal yo haré todo por conseguir lo que necesites, ¿Ok?

—Ok. Gracias, Greco. Eres el mejor amigo que podría tener alguien como yo.

El rostro del castaño se enrojeció un poco por las palabras de Volkov. Nunca habían sido de tratarse de forma melosa, pues siempre se picaban entre ellos, pero había veces en que recordar que su amistad era sincera no estaba de más.

—Yo podría decir lo mismo. Sabes que te quiero y voy a cuidarte siempre.

Volkov sonrió. Una de las escasas veces en las que lo hizo en todo el día.

Llegaron a casa, al entrar, estaba Alek, quien parecía que iba a salir, pues, estaba en la entrada.

—Viktor, iba a ir a buscarte. Que bueno que lo trajiste, Greco—Toma el rostro de su hermano entre sus manos—No me vuelvas a asustar, tonto.

Lo abraza, Volkov corresponde con una ligera sonrisa.

—Perdona, no lo haré de nuevo.

—¿Ya comieron? Nikolai hizo pelmenis y sobraron algunos.

—Eh... sí, ya comimos, pero quizás más tarde te los acepto, tu novio cocina muy bien—Le guiña un ojo a Aleksandra. Quien suspira y ríe levemente, viendo hacia el castaño.

—Vale.

—Otra cosa, Alek, me quedaré esta noche con Volkov. Haremos una pijamada, espero no te moleste.

—Oh, claro que no me molesta, Greco. Pero aún así espero me dejen dormir tranquila.

—No te preocupes, estamos algo cansados, no creo que estemos despiertos mucho tiempo. ¿Verdad?

—Sí.

—Bueno, entren de una vez.

Se apartó de la entrada, dejándoles pasar a ambos jóvenes.

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Horacio se encontraba en su habitación. Sentado en el borde de la cama con sus antebrazos apoyados en sus muslos.

Una botella de agua era sostenida por una de sus manos.

Le daba muchísimas vueltas al asunto. Estaba por anochecer y estaba muy confundido como para pensar en qué debería de hacer respecto a toda la situación.

Llevó la botella hasta sus labios y bebió un largo trago del contenido.

Viktor, Viktor, Viktor.

Ese nombre también le daba vueltas. No podía creer que ese nombre fuera a cansarle por siempre estar pensando en él.

—Agh, no puede seeeer.

Se dejó caer en la cama, teniendo cuidado de no derramar agua sobre ella.

Si en esa grabación se veía tan feliz, con una sonrisa en el rostro cuando se abrazaron para dormir, era porque Viktor aún en su inconsciencia le había llenado algún vacío esa noche.

Había estado con otras personas, pero jamás se sintió bien, sólo era deseo. Por ello había dejado de hacerlo, no se sentía cómodo.

¿Qué de especial tenía ese rubio?

Sólo tenía dos cosas claras, debía hablar con él y resolver todo el asunto.

Lo segundo... no iba a hacer que le quiten el puesto. Tampoco es como si fuera a decirle a Conway que se cogió a uno de sus agentes. Aunque no era necesario, pero bueno, no tenía corazón para dejar a un chaval en la calle.

Dio un suspiro y como pudo, cerró la botella con la tapa.

Mañana sería un día nuevo, uno en el que podría pensar las cosas con la cabeza fría.

Sólo esperaba que fuera mejor que el anterior.

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¡¿Me fo... al director Federal?!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora