Parte 14/?

489 41 8
                                    

Ya no quedaba mucho tiempo para que los federales y sus aliados iniciaran una guerra. Por ello, Gustabo y Horacio trataban de mantenerse serenos, en especial el moreno, quien había tenido otra crisis.

Esto le costó a Gustabo una cicatriz en el brazo derecho. Aunque esto no le preocupaba mucho, lo que le inquietaba era el bienestar de Horacio y nada más, así que decidió quedarse en casa del moreno un par de noches para cuidarlo.

—Bebé, ¿No crees que deberías descansar? Has estado con esos papeles toda la tarde...

Había anochecido y Horacio seguía trabajando como un loco.

—No, debo terminarlos ahora o luego no lo haré.

—Deja eso. Yo le diré a Alanna que lo termine—Se acerca y lo toma por los hombros, haciendo que la mirada de Horacio se despegara de el montón de informes que había en la mesa.

—Pero...

—¿Por qué no llamas a Volkov y quedan aquí más tarde?

—Tú dijiste que...

—Sé bien lo que te dije, pero no puedo prohibirte verlo antes de todo este mierdero que se nos viene encima. Dale, no se ven hace mucho, ¿no?

—Sí... Vale, le llamo.

—Venga, tira, tira, yo ordeno esto y mañana se lo llevo a Alanna.

—No sabes como te quiero, Gusnabooo—Expresó, alegre, mientras se iba para coger su móvil, el cual estaba en la sala.

—Payaso...

Tomó el móvil, tenía registrado el número de teléfono del peligris, pues él se lo pidió hacía ya un par de semanas. En realidad, no le había llamado ni escrito hasta ahora.

Se tiró al sofá y llamó a Viktor, quien se supone ya debía estar fuera de servicio.

—¿hola?—Oír su voz era un deleite.

—Hola, corazón.

—Ah, eres tú. ¿Sucede algo?

—¿Estás ocupado?

—Eh... No. Mi hermana saldrá con su novio y me quedaré solo en casa sin hacer nada. ¿Por qué la pregunta?

—Porque... quería saber si tú... quisieras que pase por ti en una hora. Sé que es... repentino, pero me hace ilusión verte hoy.

—¿Ah sí? ¿Me extrañas?

—Mucho, mi amor.

—Está bien, te espero.

—Va, va, alistate y voy a por ti.

—¿Tienes pensado algo?

—Estar contigo toda la noche.

—Entonces le diré a mi hermana que pasaré la noche contigo.

—Claro, tú puedes venir y quedarte cuando quieras, que yo te recibiré siempre—Se levanta y empieza a caminar alrededor de la mesita que había en el centro de la sala.

Oyó una linda risita del otro lado de la línea.

—Vale. Dime un color antes.

—¿Cómo así?

—Tú dime un color.

—Ehh... rojo.

—Ok, rojo. Nos vemos luego, Horacio. Te quiero.

—Yo... también te quiero.

El ruso fue quien colgó al notar que Horacio parecía haberse quedado congelado.

¡¿Me fo... al director Federal?!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora