Parte 13/?

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—Hello, Greco. Supe que te ascenderán a oficial I.

Era Johnny Brown, uno de los detectives del cuerpo de policía.

—Oh, sí. A Volkov también junto a otros dos.

—Oh, pues felicidades.

—¿Y cómo has estado tú?

—Bien, se hace lo que se puede—Sonríe—¿Quieres un café?

—Claro, dicen por ahí que tús cafés son buenos.

—¿Ah, en serio? Sólo sabía que le gustaba a una federal.

—¿Una federal?

—Sí, tengo una amiga de la facción.

—Vaya, ya somos tres relacionados con los federales.

—Al jefe lo veo de vez en cuando por aquí. ¿Es amigo tuyo?

—No, Volkov es el que lidia con él. Hay uno rubio, a él sí lo conozco mejor.

—Mmh, comprendo—Decía mientras preparaba todo en aquella cafetera italiana que manejaba casi a diario—Todos se ven misteriosos, pero una vez te acercas, son como cualquier otra persona. ¿Lo quieres con leche?

—Sí, por fa.

—All right.

Se quedó hablando con él hasta terminar de beber su café. Parecían no ser los únicos involucrados con federales dentro de comisaría.

Y ahora que hablo de federales. Había uno buscando a su amado por las instalaciones.

Pero aunque no lo crean, no era Horacio, sino Gustabo.

Llegó a segunda planta y sin tardar mucho más, lo encontró. Aún se encontraba con Brown.

Se acercó a ambos, pues necesitaba hablar urgentemente con Greco.

—Hola, Brown. Buenos días, Greco.

—Hello.

—¿Me prestarías a Greco unos minutos?

—Of course.

—Oh, ¿Me buscas a mí? Ehh, ok, vamos. Nos vemos después, Brown.

—See you.

El rubio empezó a caminar hacia el otro lado de la parte alta de comisaría. Agradeció que estuviera vacía.

—¿Qué sucede, corazón? Es raro verte por aq-...

Gustabo lo calló al abrazarlo. No dijo nada más y correspondió al gesto, sintiendo la calidez del cuerpo del rubio.

—¿Estás bien?

Vio como el más bajito negó con la cabeza.

—¿Qué pasó? ¿Alguien te hizo algo?

—No...

—¿No? ¿Entonces, amor? Sabes que puedes confiar en mí y yo trataré de ayudarte en lo que pueda. ¿Te sientes mal? ¿Estás lastimado?

—No es eso—Levantó su rostro para poder verlo—Greco, no quería decírtelo para no preocuparte y de paso no preocupar a tu amigo. En uno de estos días haremos uno de los operativos más grandes que habrá tenido el FIB, pero... es súper peligroso.

Greco le escuchaba, mientras acariciaba su espalda, buscando rebajarlo un poco.

—Si algo sale mal, quiero que sepas que yo te amo y que nada ni nadie hará que esto cambie. No quisiera decírtelo así, pero es mejor a mentirte. Te amo mucho y... no podía irme a la guerra sin hacértelo saber.

—Mmh... sé que es inevitable el peligro en el FIB. Y comprendo que no quisieras decirme nada, pero gracias por haberlo hecho—Subió su mano al rostro del mayor, quien le miraba con incertidumbre de lo que fuera a decir o pensar.

Este le miraba a los ojos, los veía, esos ojos cafés estaban llenos de miedo. Lo comprendía perfectamente, a nadie le gusta saber que la persona que quieres está en peligro.

—Yo también te amo. Y espero que todo salga muy bien para que puedas volver aquí luego de tu operativo y me des un fuerte abrazo y un beso. ¿Verdad que eso harás?

—Sí, claro que sí. Vendré y haré lo que tú me pidas.

—Gus... ¿Puedo darte un beso ahora?

—¿Por qué me lo preguntas? Sabes que sí.

—Es que quizás no quieres que baje tu bandana o no sé...

Gustabo se rió al escucharlo.

—Estoy esperando mi beso, Greco.

Este con delicadeza tomó su nuca y fue bajando la bandana negra con la otra mano. Al tener sus labios descubiertos, lo miró mientras suspiraba.

Unió sus labios en un tierno beso. Gustabo subió sus manos al rostro de Greco, tomando sus mejillas para profundizar más el beso.

Greco se separó un poquito, pero también le tomó el rostro y empezó a besar sus mejillas, llenándole de tiernos besos toda la cara a Gustabo, quien sonreía feliz por las muestras de cariño que el más joven le daba.

Subió hasta dejar un beso en su frente y volver a abrazarlo con fuerza.

—Te juro que no tienes idea de lo enamorado que estoy de ti, Gus.

—Lo sé, y yo también te amo.

—¿Estarás libre esta noche?

—Sí, es que estuve trabajando desde la madrugada y me quedaré unas cuantas horas más.

Greco acarició una de las mejillas de Gustabo y se acercó a su oído para susurrarle...

—Te espero en mi casa esta noche, estaré solo...

El rubio se puso muy rojo con lo que escuchó. Además de que la otra mano de Greco se colocó en su espalda y tenía intenciones de bajar aún más.

—O-ok... y-yo yo... eh...

El más joven dejo salir una risita al oírlo tartamudear.

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—¿Ho-Hola?

—Greco, ¿Quieres venir a casa a cenar? Mi hermana preparó varios platillos y pensé que querrías venir.

—Oh... No, muchas gracias, pero he llegado... mu-muy cansado y... tampoco tengo hambre.

—Ahh, vale. De todos modos mañana te llevaré algo a comisaría para tu almuerzo.

—Va-Vale, gr-acias.

—¿Estás bien? Suenas raro...

—Sí, sí, todo muy bien. Nos vemos mañana, iré a recogerte como siempre.

—Eh, ok. Nos vemos.

Greco colgó tan rápido como pudo.

—¿Era tu amiguito?—Preguntó mientras le besaba el cuello y le acariciaba el pecho. Estaba literalmente montado sobre él, moviendo lentamente sus caderas encima de Greco.

—Sí...—Apaga el móvil y lo deja a un lado—Podemos seguir.

—Yo no iba a parar.

Greco rió levemente y le sonrió.

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¡¿Me fo... al director Federal?!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora