CAPÍTULO XIV

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La rebelión había acabado por capturar a los Altos Elfos. Los habían encerrado en celdas cómodas. Los custodiaban día y noche grupos de guardias conformados principalmente por los minotauros de Crisantemo. Los habían interrogado y muchos terminaron por confesar algunos de sus crímenes. Entre ellos la persecución y asesinato de criaturas mágicas, conspiración y regicidio. No solo por la muerte de Mirina sino también por la de Álamo.

Las sesiones habían sido presididas por la princesa Liemi en persona. Así logró confirmar cada una de sus sospechas. También se había conformado un jurado que decidiría la condena de los prisioneros. El juicio acabó por condenar a muerte a los culpables y a permanecer como rehenes en el palacio de por vida a los cómplices. Uno de los más destacados había sido Niraj que gritó y pataleó cuando dos minotauros se lo llevaron a las mazmorras.

Por otro lado, Crisantemo y Bioy informaron a la princesa sobre los efectos que habían tenido las sugerencias de los moradores de los espejos en la resolución de la peste. Sus planes se remontaban al reinado de Mirina. Los padres de Liemi habían trasladado los espejos a un lugar recóndito del palacio para no volver a contactar a aquellos seres. La princesa tenía la sensación de que había tenido mucho que ver con eso.

Así es como Liemi decidió ir a hablar con ellos una vez más. La habitación se encontraba tal cual la había abandonado cuando le sugirieron buscar a las crías de dragón. Las velas con llamas azuladas flotaban a su alrededor taciturnamente. Su reflejo se veía confundido con las figuras pétreas y totémicas que vivían en los espejos. La miraban con expresiones impenetrables mientras que ella los juzgaba severamente.

─ ¿Es verdad? ─preguntó la princesa sin rodeos.

─ ¿A qué se refiere? ─respondió una de la figuras con voz distorsionada y grave.

─Saben a qué me refiero. Seguramente oyeron cada una de mis conversaciones y vieron cada paso que daba para llega aquí ─se hizo silencio por unos segundos pero a Liemi le parecieron horas.

─Sí ─dijo otra voz desencajada y más aguda que la anterior ─, era un mal necesario, princesa, el reino...

─El reino estará mejor sin sus intromisiones. A partir de ahora nadie podrá volver a contactarlos.

─No tiene idea de lo que está diciendo ─la tercera voz tenía un tono lleno de desdén. No creían que la joven hablara enserio, pero la amenazarían de igual manera ─. ¿No ve que ni la pérdida de las hermanas dragón, ni la de la reina Mirina, ni la de cualquier otra criatura se compara con la pérdida de la magia? Con el tiempo, sus huesos se volverán polvo, el recuerdo de su existencia se borrará, pero el reino... el reino y nosotros seguiremos aquí mucho tiempo después.

─No, a ustedes los olvidarán primero. Destrúyanlos, destruyan todo ─ordenó Liemi con la voz ronca y llena de odio.

Tres minotauros armados con masas gigantes ingresaron en la habitación tras ella. Comenzaron su trabajo inmediatamente, pero la muchacha no se quedó a observar. Se retiró y dejó atrás el sonido del cristal partiéndose, del metal golpeando y de las voces desencajadas vociferando maldiciones. ¡Pronto te arrepentirás de esto! prometió una voz antes de desaparecer.

A la salida, Liemi se encontró con Bioy y con Crisantemo que habían decidido quedarse a servir en el palacio. Ella los saludó con una sonrisa.

─Majestad, el consejo la espera. Los nuevos ministros están ansiosos por conocerla al fin ─dijo el fauno.

─Entonces no los hagamos esperar. Escuché que ahora te llaman Crisantemo El Manco ─comentó Liemi cuando miró el muñón cicatrizado de la criatura.

─Bueno, antes fui Crisantemo El Amante de La Reina. Luego Crisantemo El Exiliado. Los títulos siempre cambian. Si tuvieran que ponerme un título por cada cosa que hago o que me pasa, nunca lograrían memorizarlos a todos. En lo personal no les doy mucha importancia─. Entonces prestó atención a su compañero y agregó ─ ¿Pero qué me dice de Bioy Piesdeacero? ─Crisantemo reía a carcajadas estrepitosas mientras codeaba al fauno. Bioy se sonrojó por un momento y los tres se fueron caminando hacia la Sala del Consejo.

Luego de ganar la rebelión, los faunos y los minotauros se encargaron de relatar en cada rincón del reino las hazañas de las hijas de la reina Mirina. Decían que habían resucitado de las cenizas para salvarlos de la terrible maldición, enfermedad a la que habían comenzado a llamar La Peste del Dragón. Se compusieron canciones sobre las jóvenes y se montaron obras de teatro en las plazas.

Eso junto con la noticia de la culpabilidad de los Altos Elfos, habían terminado por convertir a Neleha y a Otella en verdaderas heroínas mártires. Se realizaron grandes homenajes, los artesanos de disputaban el honor de reproducir las imágenes de ellas por todas partes. Incluso se restauró el descanso eterno de Mirina. Crisantemo pasaba varias horas al día arrodillado junto a la tumba de su amada. Elevaba oraciones y cortaba las malezas que crecían a su alrededor.

Luego de ejecutar a los Altos Elfos, Liemi decretó que el gobierno de Emiria quedaría en manos de un consejo conformado por un miembro de cada especie elegido mediante el voto de sus representados. Cada consejero era un ministro y ella los presidía, de modo que el trono seguía perteneciendo a los elfos. El decreto había contentado a todas las partes por igual. Aquel día se llevaría a cabo la primera reunión.

La princesa había ordenado preparar una sala con una mesa larga en el centro, con sillas adaptadas para cada criatura mágica. Sobre la mesa habían grabado la imagen de dos dragones, uno amarillo y otro rojo, que giraban en torno a una esfera azulada. Tanto las líneas que componían el dibujo como las vetas de la madera brillaban intensas como brasas al rojo vivo. Las sillas también tenían por decoración dos dragones que se enroscaban en las patas y subían reptando como serpientes hasta el respaldo. En las cuencas de los ojos tenían incrustaciones de piedras preciosas rojas y amarillas también.

Al abrir las puertas, Liemi se encontró con sus ministros. Faunos, minotauros, centauros, hadas, hombres lobo, duendes, y muchas otras criaturas se pusieron de pie para recibirla. Ella los saludó con cordialidad y les dio la bienvenida. Se sentó en la silla principal y les ordenó que se sentaran también.

─Bien, comencemos ¿Qué me dicen de enviar a los artesanos a erigir una escultura en mármol de nuestras salvadoras para coronar la plaza principal?

Emiria y La Peste del DragónWhere stories live. Discover now