CAPÍTULO XII

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De pronto, todas las piezas comenzaban a encajar. Desde su concepción hasta ese momento, todos los acontecimientos de sus vidas no eran más que fichas en un inmenso tablero. Solo un dragón puede acabar con un dragón les habían dicho los faunos. En este caso, dos crías de dragón, puesto que no quedaban dragones vivos más que aquel y ellas. Los moradores de los espejos planearon todo. Habían enviado a la reina Mirina a esos estanques para que concibiera a las crías mediante la simiente del dragón y el ritual de fertilidad. También ordenaron a la princesa Liemi que las buscara y les encomendara la misión de viajar al norte. La historia terminaría en el mismo lugar en que todo comenzó, como si se tratara del destino: imposible de evitar.

El dragón era casi tan grande como la montaña en la que habitaba. Era de un color gris pálido. Se encontraba durmiendo sobre un montículo de rocas y riquezas: oro, plata y piedras preciosas. La luz creaba reflejos de colores en las paredes y en el techo de la caverna. Los cuernos y la cresta tenían un tono negruzco, cual carbón. En el robusto cráneo tenía cuatro ojos, dos de cada lado. En ese momento se encontraban cerrados con una doble membrana como párpados, una vertical y la otra horizontal. La mandíbula estaba llena de dientes que le sobresalían de los labios. De los orificios de la nariz le manaba un hilillo de humo que se retorcía hacia arriba. Aquellas oleadas de aire que habían sentido al atravesar los túneles no eran otra cosa que la respiración acompasada del dragón. Las alas las tenía plegadas sobre el cuerpo. Tenían un tono rojizo debido a los vasos sanguíneos que le recorrían la fina piel como de murciélago.

La cola, larga y escamosa, la tenía enroscada alrededor de un extraño cristal que flotaba varios metros sobre el suelo. De su interior escapaban destellos de luz azulada que se movían y se retorcían como si tuvieran vida propia. Neleha sintió un inmenso poder proveniente de aquella esfera e intuyó que debían quitársela al dragón, o incluso destruirla, para vencer a la peste.

El tórax del dragón se elevaba con cada inhalación, como una bomba de aire inmensa. A veces un tic o un reflejo involuntario hacían que se le movieran las escamas y la cresta. El impredecible espasmo hacía que los espectadores contuvieran el aliento. Procuraban no hacer ni un solo sonido. Despertarlo suponía adelantar aquel momento inevitable del destino al que no querían llegar todavía, pues suponía la muerte.

El calor de la caverna hacía que pareciera el mismísimo infierno. Crisantemo tocó el hombro de Otella y ambas muchachas se voltearon a verlo. Él les sugirió mediante señas que volvieran sobre sus pisadas para poder hablar en algún recodo del túnel, alejados de la vista del dragón en caso de que despertara. Las hermanas asintieron y, con pisadas inaudibles, se retiraron.

─Tendríamos que haberlo sabido. Tendrías que habérnoslo dicho antes de entrar a los túneles. Ahora estamos atrapados entre la roca y las fauces de ese monstruo ─reprochó Neleha mientras caminada apresurada en línea recta de un lado a otro. Hablaba con tono furioso pero bajo para que los ecos no se extendieran hasta la caverna del dragón.

─Quería que lo vieran ustedes mismas. No sabía cómo habrían reaccionado si se los decía antes. No quería que huyeran por temor o incredulidad ─se excusó Crisantemo. Se rascaba la cabeza y el mentón frenéticamente.

─ ¿Entonces esperas que nos enfrentemos a esa cosa? ─Neleha por fin se detuvo un momento, pero luego se acercó con pasos rígidos a Crisantemo. La proximidad de la muchacha provocó que el minotauro se encogiera de hombros.

─Solo un dragón puede acabar con un dragón. Además se trata de su propio progenitor ─contestó recordándoles lo inevitable de su destino.

─Cállate ─la muchacha le arrojó un odre vacío al rostro. Luego se dejó caer al suelo de cuclillas y terminó por abrazarse las rodillas. Parecía haberse hecho más pequeña de lo que era, como si la presión de una gran roca se cerniera sobre su cabeza.

Emiria y La Peste del DragónOù les histoires vivent. Découvrez maintenant