〘 ᴍʏ ᴍᴀʟᴜꜱ 〙

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ADVERTENCIA: En este relato se trata bastante los temas de la obsesión, compulsión, además de maltrato familiar/manipulación y lo que acarrea. Se recomienda discreción. Además, tengan compasión por mi intento de un enemies to lovers. Ni siquiera sé escribir romance convencional y ya me lancé a esto. Piedad ;-;

Yeo Hwanwoong estaba en la cúspide de la creación de una coreografía asombrosa para competir por el puesto de solista regional de la compañía de danza Kiseki

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Yeo Hwanwoong estaba en la cúspide de la creación de una coreografía asombrosa para competir por el puesto de solista regional de la compañía de danza Kiseki.

Deseaba que aquella pieza fuera capaz de superar cualquiera de sus trabajos anteriores.

Y sobre todo... Debía ser mejor que cualquier coreografía que Kim Geonhak fuera capaz de crear.

Oh no, no sería superado por ese imbécil.

No una segunda vez.

Su cuerpo se movía al compás de la orquestal pista que retumbaba en la sala de prácticas. Cada mínimo movimiento debía de ser perfecto. Él debía lucir, bailar, y hacerlo todo con suma y total perfección.

No había lugar para el error.

Mucho menos para el desánimo, porque eso solo era otra forma de imperfección.

Igual que el descanso.

¿Ya había comido? Recordaba haber desayunado ligero, luego de su entrenamiento de las mañanas, porque como el perfecto bailarín que era, debía mantener su figura esbelta, o eso siempre le repetía su madre.

No había almorzado, o bueno, un cubo de hielo y un durazno en la tarde lo ayudaba a no consumir colorías innecesarias, eso decía su madre también.

Más tarde solo tomaría un batido proteico y, después de una sesión de gimnasia, iría a descansar unas cuantas horas antes de despertar y volver a repetir su misma rutina de siempre.

Pero era por su bien.

Debía ser perfecto.

No podía fallar.

Un error era sinónimo de mediocridad, y Hwanwoong no era un mediocre. Él era un artista, uno majestuoso. Toda la vida se había esforzado por serlo, y no dejaría que un desliz lo alejara de su meta.

Y es que su vida se resumía en ello.

Siempre se resumió en eso.

Desde su infancia, solo podía recordarse a sí mismo entusiasmado por la música, bailando torpemente aquellas canciones temáticas de los programas infantiles que disfrutaba ver en la televisión. Como si fueran obras maestras diseñadas para que un bailarín profesional les diera vida con su cuerpo.

Ante aquel interés del niño, su madre, una mujer que criaba a su hijo en total soledad, con un nulo apoyo, decidió que lo inscribiría en lecciones de baile cuando tuviera la edad mínima.

Y así lo hizo, Hwanwoong inició en ballet, luego pasó por el baile deportivo, tradicional, el baile urbano, ritmos foráneos y finalmente se quedó en el contemporáneo por mera preferencia.

My Malus Is... (ONEUS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora