Dicen que los opuestos se atraen...
¿Opuestos de qué exactamente?
Tal vez debamos hablar los extremos contrarios
SE TRATAN TEMAS FUERTES, POR FAVOR MANTENER LA RESPECTIVA DISCRECIÓN
⚠ HISTORIA TOTALMENTE MÍA ⚠
Todos los derechos reservados para la a...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
— ¡Oye no seas así! ¡Lee Keonhee! — exclamó al ver al mayor caminar de vuelta a la cabaña. Bufó un poco, pasando su mano por su descuidadamente cortado cabello antes de acomodar su sombrerito, y agarró al pobrecillo animalito que el jardinero cruelmente le había intentado enseñar a despellejar.
Subió un poco sus pantalones holgados, y bastante incómodos para él al no estar acostumbrado a usar prendas así y que le quedaban muy largos al ser de la medida de su enamorado, y corrió tras el mayor, cuidando que el lindo sombrerito de paja que le había regalado Keonhee no fuera a caérsele.
Después de casi cuatro meses de insistencias, encierro y discusiones, Dongju había accedido a cortar su cabello, pero no quería que fuera demasiado corto, esa fue su única petición para permitir que el mayor pasara aquellas horrorosas tijeras viejas por su precioso cabello...
— Debo recoger algo para poder cocinarlo — menciona mirando al menor con un leve deje de cansancio. No estaba siendo nada fácil lidiar con el príncipe, pero debía reconocer que el menor había cedido en muchas cosas. Pero en otras...
Aunque le pareció tierno el berrinche que hizo el príncipe ante la, inminente, realidad de que para comer carne, debían matar animales.
— Es que- Es un pobre conejito inocente... ¡Mi amor, tú mismo tienes semejanzas con uno! — afirma, aunque un inconsciente pucherito se le había formado en los labios.
— Así que me parezco a un conejito... Ternurita. Y calma, mi vida, yo me encargo de despellejar a mi inocente representación — sonríe acercándose al más bajito, inclinándose a robarle un beso y riendo posteriormente ante sus mejillas sonrojadas, costumbre que ya tenía tan arraigada por tanto tiempo allí solos.
Todo ese tiempo en el recóndito bosque, pudieron dar rienda suelta a su amor.
Adoraban demasiado sus nuevas realidades.
Una en la que podían besarse sin temer que alguien pudiera atraparlos, donde podían jugar en el campo, olvidando las dificultades de cada día, solo disfrutando de su amor con libertad.
Aunque estaba costándoles bastante pensar en cómo seguir sobreviviendo, el dinero que Keonhee había llevado y que Dongju consiguió llevarse consigo en especie y vendieron progresivamente empezaba a escasear y pronto necesitarían surtirse de lo que el bosque no podía ofrecer.
— ¿Y si empiezo a trabajar en el mercado como tú? Podremos cobrar mi jornal también. Así puedo contribuir yo también, amor — propuso esa noche en la pequeña cena de pocas bayas y nueces, el conejo lo guardarían para el almuerzo del día siguiente, con la tenue infusión de pocas hojas de menta para que no tuvieran que recoger más y pudieran vender en el mercadillo algunos atados pequeños.
— No, amor. Podría ser peligroso... Podrían reconocerte y hacerte daño, o llevarte, o peor — afirmó el mayor, no estaba dispuesto a perderlo, mucho menos a ponerlo en riesgo.