Capítulo 13

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Estoy frente a la casa de Kaden ante su inmensa puerta de roble y siento como poco a poco como mis piernas me van fallando. Me quedo un rato en la puerta pensando en lo que estoy haciendo. Voy a entrar a casa de Kaden, me voy a poner un vestido, el cual no he visto todavía porque no ha querido decirme nada sobre él, he estado insistiendo toda la semana, pero no ha habido manera de convencerlo. Pienso en que voy a tener que conocer a su padre y no sé por qué eso me pone más nerviosa de lo que estoy.

—En qué estabas pensando estúpida Alaska — subo los escalones de mármol y finalmente terminó llamando al timbre

Después de unos pocos minutos me abre una señora mayor. Lleva puesto ropa negra y por encima un delantal. Deduzco que tendrá que ser alguna criada o algo por el estilo.

La señora me sonríe amablemente y doy gracias porque eso me calma más.

—¿Eres Alaska?

—Sí.

Se echa a un lado de la puerta dejándome paso.

—El señorito Reyes está entrenando en estos momentos, sígueme, yo te llevo.

Hago caso y la sigo subiendo las escaleras de la casa hasta el segundo piso caminando por un inmenso pasillo, pasando por una puerta la cual reconozco. El despacho del padre de Kaden, donde nos estuvimos emborrachando con un alcohol bastante caro.

La señora se para frente a una puerta y se gira en mi dirección.

—Es aquí — me pongo a su lado mirando la puerta —. Yo debo irme a preparar la decoración. Adiós señorita Alaska.

Señorita Alaska.

Deduzco que aquí deben de ser todos muy cuidadosos con la forma de dirigirse a la familia Reyes.

Vuelvo a mirar la puerta intentando tranquilizar mi respiración. No tardo mucho más y golpeo decidida la puerta antes de entrar a una sala de gimnasio.

En el fondo veo a Kaden.

Joder, para no verlo.

Está en una máquina la cual no conozco y tampoco me paro de mirarla, porque toda mi atención está centrada en la esbelta espalda de Kaden.

Joder.

Veo cómo se tensan sus músculos al estirar y me fijo en el sudor que hace que brille tanto. Es la primera vez que lo veo sin camiseta y creo que me falta el aliento.

—¿No vas a acercarte?

La voz ronca de Kaden me saca de mis pensamientos, voy hacia él, que sigue de espaldas a mí. Me paro a unos metros de él y deja de hacer lo que estaba haciendo. Hago todo lo que puedo por no mirar más sus músculos.

Kaden se da la vuelta tirando su pelo mojado hacia atrás y es inevitable, es más que inevitable sostenerle la mirada porque los míos ya han bajado a ver su pecho. Sus músculos, sus pectorales, en el águila que tiene tatuada. Le repaso atentamente fijándome en cada lunar que tiene y en...

—Pervertida.

—¿Qué? — alzo la mirada hacia la suya y me doy cuenta de lo que acabo de hacer.

Acabo de mirarle el cuerpo a Kaden delante de sus narices, pero no puedo negar que no me haya gustado.

—No puedes ir mirando a cualquiera así Alaska, intimida mucho — lo dice irónicamente cogiendo una toalla qué hay cerca de nosotros y pasándola por su cuerpo para quitar los restos de sudor. Esta vez me contengo en no mirarlo de nuevo.

—Yo no... — se me tiñe la cara de la vergüenza y Kaden sonríe al darse cuenta

—¿Podemos hacer un trato? — apoya la toalla sobre su hombro y se acerca lentamente a mí. Yo retrocedo un paso atrás — Tú has mirado y ahora me toca a mí.

Kaden ReyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora