■20■

932 62 5
                                    


Elena

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Elena

—No puedo ser tu abogada y tu amante —digo, alejando la boca del cannoli que quiere meter.

No se me pasa de largo el simbolismo en esta situación, solo espero que su polla sea mucho más grande que este cannoli.

¿Qué estoy pensando? ¡No quiero conocer su polla!

—Creo que tienes razón —dice mirando mi boca.

En algún momento terminé sentada en el sofá donde él estaba leyendo.

Esta semana fue una locura, el silencio ensordecedor, mi mente un grito constante.

No quería besarlo.

No quería porque estaba segura de que sería un beso inolvidable.

Uno que iba a encender cada molécula de mi cuerpo dejándome sedienta.

El miércoles me superó el deseo y en la madrugada me toqué pensando en él, me odié por hacerlo, no es justo, yo no quería sentir esta culpa.

Es mi carcelero por el amor de Dios, él me encerró aquí, en esta cuna de cristal.

No veo el sol desde hace semanas.

No respiro el aire neoyorkino.

—¿Tengo razón? —pregunto sorprendida, ¿acaso el Capo al fin piensa?

—Sí, no me gusta que tu atención este lejos de mí.

Resoplo.

—Por supuesto, no estás acostumbrado a no ser el centro de atención, pobre Capo.

Se ríe y vuelve a intentar alimentarme.

Quiero agarrar el cannoli pero quita mi mano.

—Déjame ver cómo comes.

Pongo los ojos en blanco.

—Lo que en realidad quieres es verme con algo fálico en la boca, Federico.

Él arquea una ceja.

—No lo había pensado, pero ahora que lo mencionas...—la sonrisa se le borra— abre la boca para mí, Elena.

Joder...

Mirando lejos de él, hago exactamente eso.

Muerdo el canolli con fuerza, solo para asustarlo, no vaya a ser que se le ocurra forzarme también a eso.

Él se ríe porque entiende el mensaje.

—Quiero traer un equipo para que te ayude, no me gusta hacerte trabajar todo el día. —apoya el cannoli en mi mano, supongo que terminó de torturarme.

—No necesito ayuda.

—Sí la necesitas.

Respiro profundamente, si no soy honesta ahora, puede que no tenga otro momento.

Malas IntencionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora