Federico
El ratón fue atrapado.
Bueno, honestamente, mejor que sepa hasta dónde soy capaz de llegar para mantenerla conmigo. Así se le borran las ideas que seguramente se le acumulan en esa cabeza tan hermosa que tiene.
-Escuchando conversaciones ajenas? -ronroneo empujándola lentamente con un dedo apoyado en su hombro.
Cierro la puerta detrás de mí y me cruzo de brazos.
-No era necesariamente una reunión secreta, estaban a los gritos -se justifica señalando detrás de mí.
-Mmm-apoyo mi dedo índice sobre mi labio inferior-, yo creo que sabias que era privada y te importo una mierda.
Cuando se cruza de brazos, noto que no tiene el sostén puesto, mis ojos pasean por la zona, viendo como sus pezones se erectan bajo su pijama de seda negra.
Se me hace agua la boca y algo en mí debe cambiar, porque Elena retrocede, alejándose de mí.
Sujeto su muñeca de golpe.
-Desayuno?
Ella arquea una ceja, dudando de mí, pero mi sonrisa la desarma.
-Está bien.
Con firmeza sujeto su mano y la llevo (o arrastro) hacia la cocina, donde Elvira prepara todo con un silencio anormal.
Que se vaya a la mierda, ella sabe muy bien que no debe dejar a Elena sola y lo hizo de todas maneras.
-¿Qué quieren desayunar? -pregunta mi ama de llaves.
-Yo preparare todo, ve...
-¿A dónde? -pregunta descolocada, claro, pasa casi todas sus horas en este lugar.
-Invéntate una tarea, Elvira -digo con fiereza y ella acata mi orden- Quiero estar a solas con Elena.
-¡No le hables así! -comenta Pelotón con furia en sus ojos.
Por supuesto la ignoro y comienzo a preparar el café. La puerta de la cocina se cierra y al fin estoy a solas con ella.
-Roncas...-digo sobre mi hombro- ¿lo sabías?
-Yo no ronco...-dice sentándose sobre los taburetes de la isla.
-Lo haces, es adorable, pequeño y viene de la garganta.
Dejo las tazas delante de ella y arrastro el plato lleno de pasteles justo delante de ella.
-Entonces lo empeorare así duermes en tu propia cama -el desafío en sus ojos le hace cosas a mi polla.
Sus gemidos vienen a mi mente como si fuese una de esas canciones que no puedes dejar de cantar.
-Oh, Elena, sé que has dormido plácidamente durante toda la noche.
-¿Cómo lo sabes?
-Observé cada minuto. -mis ojos perforan los de ella y ella bebe de su tasa tensamente.
Me río cuando evita la mirada.
-Me gusta verte sonrojar, me gusta demasiado, seguro crees que es un problema.
-Lo es...-alega dejando la tasa en el plato.
Mis dedos tatuados sujetan su barbilla, sus ojos turquesas se abren, expectantes de mi siguiente movimiento. Cuando mis labios tocan los de ella, siento que algo estremecerse entre los dos.
Se enciende y explota.
El sonido del taburete siendo empujado por mis piernas suena a través de la cocina y nuestra respiración se vuelve trabajosa a medida que devoramos nuestras bocas.
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Malas Intenciones
RomanceElena Bianchi sabe que viene de una familia Ítalo-americana con orígenes dudosos, conoce perfectamente los movimientos de la mafia en Nueva York, gracias a su padre y a su tío, pero ella hizo siempre todo lo posible para alejarse de su círculo famil...