FEDERICO
El sol se asoma finalmente por el skyline de Manhattan.
Entiendo que soy uno de los pocos privilegiados que puede ver el amanecer en una ciudad hundida en edificios monstruosos y gigantescos.
Mis manos están apoyadas en la barandilla del balcón solitario, ahora que Elena lo adoptó como propio, se siente raro estar aquí sin ella.
Pero que me importa el puto amanecer luego del día que tuve.
Porque lo que ocurrió ayer no tendría que haber pasado nunca.
Elena y su madre casi mueren, mierda, todavía tengo remanentes de la ira y el miedo combinados en mi cuerpo.
Es que no puedo explicar cómo mi cuerpo se volvió una máquina cuando entendí lo que estaba por ocurrir.
El pánico de perderla trajo en mi un lado tan oscuro que me asusta, sin embargo, eso no significa que lo deje salir a jugar.
Saco el móvil en mi bolsillo y busco entre mis contactos.
La única razón por la cual no borré su contacto fue porque sabía que este día llegaría.
—¿Hola? —atiende Carlo con voz de dormido, apuesto que ni miro el nombre de la pantalla. Me quedo en silencio, esperando que entienda que es lo que ocurre aquí — ¿Federico?
No, Federico ya no está y ahora soy el hijo de Cucu Romano.
—No creí que tuvieras los huevos para hacerlo, pero debo recordarme que me entregaste a tu hija. Los valores nunca fueron tu fuerte, Carlo.
Puedo escucharlo revolverse entre las sábanas, una voz de una mujer detrás.
—Bueno era tiempo que lo entiendas —devuelve—, ¿creíste que iba a quedarme de brazos cruzados viendo como robaste mi vida?
—¿Qué vida? Tu hija te odia, tu mujer te olvidó hace mucho— recordarle a alguien que es poco relevante es fundamental en ocasiones como esta—. Tienen la suerte de tenerme.
—¡Ja! —dice dramáticamente—, te las follas a las dos, ¿no es así?
Dios, ¿cómo puede existir alguien tan idiota en este mundo?
Masajeo mis ojos con irritación.
—El motivo de esta llamada es simplemente darte ventaja, entiendo que yo soy el gran lobo feroz contra un conejo de madriguera. Así que Carlo, te doy una opción, escóndete, porque a partir de hoy comienza la cacería.
—Soy intocable, Federico, tengo a...
—No tienes una mierda—interrumpo—, ¿crees que una pandilla te defenderá cuando baje toda la fuerza de mi martillo sobre ti? Has puesto la vida de Elena y Alondra en peligro, así que voy a hacer lo que tendría que haber hecho el día que te dejé arruinarle la vida a tu hija.
Está arruinada, porque ahora es mía, enteramente mía.
—Estoy listo para tener tu título.
—Error, estás listo para morir y cuidado con cerrar los ojos Carlo, porque mi presencia estará en cada alma con la que hables, cada persona con la que interactúes, cada prostituta en tu cama, todos me pertenecen en esta ciudad y todos estamos esperando el momento menos pensado para abrirte al medio y arrancar tus putas tripas.
Corto la llamada y ahora sí bloqueo el número.
Hijo de puta, está tan muerto, ¡tan...!
Una presencia hace que voltee y la encuentro envuelta en una manta.
—¿Cuánto escuchaste? —pregunto sobre mi hombro.
No quería que lo hiciera, no estoy listo para mostrarle este lado tan sanguinario.
—Lo suficiente. —devuelve y volteo necesitando analizar su rostro.
Es neutro, inafectado por lo que acaba de escuchar.
—Elena...tienes que saber que tu padre no vivirá un día más...
—Lo sé —dice con calma— Lo sé y apoyo la moción, esa panadería era la vida de mi madre y él acaba de arrebatarle eso también.
Doy un paso adelante aliviado por sus palabras.
—No te preocupes por ello, hoy mismo comienzan a reconstruirla. —apoyo mis manos en sus brazos e intento darle calor.
—Gracias, hoy veremos si el banco nos da un crédito para...
—No me has entendido, yo ocasioné esto, yo lo resuelvo, con mi dinero.
Elena me mira confundida, como si no entendiera por qué estoy siendo así, lo que siento en mi pecho.
—Federico no puedo deberte dinero.
—No lo harás, es un regalo.
—¿A cambio de qué? —pregunta con preocupación y me duele un poco que piense tan poco de mí.
Pero entiendo que me conoce y sabe cómo nos manejamos los que vivimos en las sombras.
—De ti.
Elena retrocede y mis brazos se caen.
—¿Por qué tuviste que decir eso? Si ya me tenías.
Miro al suelo, noto que sus pies están descalzos.
—Porque no sé hacerlo de otra manera —confieso— No entiendo cómo puedes ser mía si lo único que hice fue robarte.
Como un idiota le recuerdo por qué está en mi vida y Elena voltea para irse, pero la sujeto de la muñeca con desesperación.
—Espera, Pelotón, espera —ruego—. Necesito...necesito que me tengas paciencia, esta es la primera vez...
—¿La primera vez de qué, Federico? —su voz enfadada e imponente.
—Es la primera vez que estoy enamorado y te ruego que me ayudes a amarte sin atraparte.
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¡Hola chicas! Pido perdón por lo que me está costando seguir un ritmo con este libro. Hay muchas cosas pasando en mi vida y cuando es tiempo de escribir mi cerebro está agotado.
Intentaré seguir la semana próxima.¡Gracias por estar acá y leerme!
-Marcia
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Malas Intenciones
RomanceElena Bianchi sabe que viene de una familia Ítalo-americana con orígenes dudosos, conoce perfectamente los movimientos de la mafia en Nueva York, gracias a su padre y a su tío, pero ella hizo siempre todo lo posible para alejarse de su círculo famil...