18 | Invitada De Lujo.

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Movía su mano frente a mi.

— Eh Hola — Moví mi mano en señal de saludo y él sonrió forzadamente, respondí de la misma manera.

— ¿Necesitas algo? — cuestionó.

— No no nada — no puede ser él, demonios está tan cambiado.

— ¿Te sientes bien? — Debo dejar de actuar como una tonta, Azly camina, Azly camina, me lo repetí mil veces pero mis piernas no reaccionaban.

— Si estoy bien — Caminé un poco más, pero deje caer mi bolsa él me ayudó a recoger las cosas, ¿porque no dice nada? ¿Porqué actúa como si no nos conociéramos?.

— Debo regresar al trabajo — Me informó asentí y lo vi desaparecer del estacionamiento, me monte en mi auto puse mi cabeza en el volante, de seguro no es él, debo estar confundida, tanto lo recuerdo que ahora hasta lo veo en alguien que no es.

Hice un mal movimiento ocasionando que se activará la bocina del auto.

— ¡Ahhh! — Alguien grito detrás de los autos y hasta yo grité, Azly debes ir a casa pensar con cabeza fría las cosas, ahora lo que faltaba la alarma del auto se activó no se apagaba con nada.

Bajé del auto iba a revisar y se apagó solo, estaba por subir al auto demonios deje las llaves adentro, busque mi celular por un carajo lo deje adentro.

— ¿Necesitas ayuda? — definitivamente era él como no reconocí su voz antes.

— ¿Aslan?. — Pregunté sin pensarlo.

— Estabas tardando en reconocerme.

— Cuántos años sin verte — Se acercó y saludo con un beso en la mejilla, yo solo sonreí forzadamente.

— Lo mismo digo — hubo un silencio incómodo pero miradas cómplices.

— Así que te hiciste llamar Tekin — Me cruce de brazos resaltando mis senos.

— Debía hacerlo, no me reconociste ni cuando pregunté por tu mamá.

— Es que estás...

— ¿Guapo?.

— Jaja Diferente.

— La misma risa de siempre Azly. Realmente necesitas ayuda llamaré a alguien que pueda ayudarte con eso — Asentí y lo vi teclear varias cosas en su celular. — Listo mi amigo dijo que tardará unas dos horas.

— Tanto tiempo.

— Es eso o romper el vidrio.

— Esperare las dos horas.

— ¿Quieres ir por algo de comer? .

— Si, así me cuentas como conseguiste trabajo aquí. — Abrió la puerta del copiloto de su auto, me puse el cinturón de seguridad y esto se sentía como en los viejos tiempos.

— Ponte el cinturón.

— No es necesario que lo digas, sé que debo hacerlo.

— Siempre debía recordártelo porque después era no no ahí esta la policía el cinturón el cinturón. — Estallamos en carcajadas.

— Jaja, eran buenos tiempos.

— Lo eran, bueno y cuéntame de ti.

— Hace unas semanas me llegó la oferta de trabajo y la acepté.

— ¿Y ya eso es todo?.

— Siempre tan curiosa jaja no te diré mi sueldo pero si te diré que en lo que trabajo soy feliz.

— Yo igual logré convencer a mamá y papá de seguir estudiando lo que realmente me gustaba y para ellos soy la mejor en esto.

— Hasta que lo lograste.

— ¿A dónde iremos? — cuestioné al ver que habíamos pasado los restaurantes más cercanos.

— A mi casa, yo cocinare. — Mi boca se abrió en forma de O al escuchar eso ¿cuando compró casa, carro? demonios ¿que voy a hacer sola a su casa? ¿Tendrá pareja?

— ¿Qué cocinaras?.

— Eres la invitada de lujo así que haremos lasaña.

— No he probado una lasaña tan rica como la tuya.

— Jaja eso es bueno porque tus gustos culinarios son exigentes.

Sonreí, baje del auto admiré la casa era como me lo había platicado hace años, tonos neutros y decoraciones amaderadas, el abrió la puerta y me indicó que pasara, vi a lo lejos a Grux ya está viejito sus ojitos caídos pero sigue tan bello.

— Aún reconoce a su mamá — Me lance al suelo a jugar con Grux es un perro precioso. — Si precioso mamá te extraño tanto — lo abracé amaba acariciar a Grux.

— Déjalo que ahí donde lo vez ha destruido varios muebles, vamos a cocinar.

Me pasó un delantar y manos a la obra, amaba cocinar con Aslan, porque solo él me tenía paciencia suelo ser torpe y está vez no fue la excepción, regué un poco de harina mi delantar estaba repleto de manchas mientras que el de Aslan intacto.

— Siempre Azly.

— Ya sabes que soy un desastre en la cocina.

El caminaba hacia mi pero resbaló e hizo que cayera sobre él, nuestra risa se escuchaba por toda la cocina nuestras miradas eran cómplices del momento, y nuestros labios rozaron pero Grux empezó a lamer nuestras caras.

Tímida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora