Capítulo 12

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La belleza de los paisajes montañosos

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La belleza de los paisajes montañosos. Sin lugar a dudas era un hecho que cualquiera de esas magníficas vistas tenían el poder de atraer con fuerza y cautivar incluso al más escéptico de convencer.

Era un hecho que la naturaleza solía poseer ese tipo de capacidad, esa clase de poder para el cual la mayoría de los espectadores constituía un privilegio ser captado en su propio plano. Ser quién lo disfrutase.

Observar como las montañas se elevaban imponentes, algunas con blancas guirnaldas de brumosas nieves coronando sus puntas; y ver como el manto verde del bosque se extendía también en sus bases, todo mientras el cálido sol bañaba con su luz desde el horizonte, era algo para hacerte sentir en completa libertad.

Se debía suponer entonces que aquello, a pesar de todo, era algo sencillo. Muy hermoso, pero simple.

Sin embargo, nadie nunca podría imaginarse el verdadero riesgo que suponía seguir por un camino de montaña o adentrarse cada vez más en esos senderos. Y no era sólo por los peligros propios de la naturaleza.

Desde el interior de los bosques e incluso mucho más allá, eran tantas las cosas que podían pasar, o que podían salir mal.

Muchos de los ponys que habitaban aquel lugar ignoraban lo que podría ocurrir incluso en sus rutas más frecuentes, pero era en los terrenos más elevados donde realmente no lo sabían del todo. Desgraciadamente ese desconocimiento provocaba que estos siguieran adentrándose en aquellos senderos, mientras trazaban sus propios caminos hacia distintos lugares que necesitaban llegar.

No obstante, no eran los transeúntes usuales los que realmente debían preocuparse en ese momento.

Mientras el sol se iba ocultando despacio en la distancia, dejando caer sobre la tierra la luz sobrante del ocaso, las sombras de la noche poco a poco comenzaban a extenderse en todos los rincones de aquel extraño lugar.

Cada una de las criaturas que allí habitaban tenía el innato conocimiento de que no era aconsejable quedarse demasiado tiempo fuera cuando la noche dejaba caer su manto y cubría todo a su paso. Ninguno sabía que era lo que les generaba ese instinto, que era lo que hacía que una simple y despejada noche de repente despertara en ellos un sentimiento frío y desagradable.

La opción más probable era que fuese el temor natural a lo que sea que podría ocultarse en la oscuridad.

Aunque cualquiera diría que aquello no era verdad y no debería ser así, que un tranquilo anochecer no tendría porqué provocar tales sentimientos, otros de algún modo podían presentir cual era la realidad. Después de todo, no podían negar que incluso en ese sitio aislado del mundo conocido, la noche más pacífica podría convertir esa tranquilidad en una inquietante desazón.

Pero aquello podía ocurrir, al menos, en ciertos lugares específicos.

Lugares a los que por obvias razones, nadie se aventuraba a adentrarse. Aunque tal vez pensaban que todo podría ser más fácil si simplemente no lo hacían, la verdad es que no siempre eso ocurría.

Estrellas del Norte [Twibra]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora