Capítulo 91

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Mi abuela, Maria, una vez tomándome en brazos me sentó en su desgastado regazo y yo, buscando más afecto de su parte, recosté mi cabeza en su pecho y sollozante (mientras daba palmaditas en mi espalda) le pregunté por qué las personas morían, por qué si nacían no podían vivir para siempre. Recuerdo la mirada cálida y comprensiva que, aquella vez, brillaba con más intensidad en sus ojos.

Maria: No morimos, cielo, nacemos otra vez- dijo, sonriendo delicadamente.

Teniendo cuatro años y como era de esperarse, no entendí aquellas palabras. Fruncí el ceño y curiosa le pregunté:

T/n: ¿Se puede nacer dos veces?

Maria: Sí, mi niña.

La respuesta, sinceramente, no me había aclarado mucho.

En ese entonces no entendí la importancia de sus palabras, hoy veo, creo y siento poca distancia que hay entre la vida y la muerte, en los pequeños instantes que nos hacen sentir inmortales y capaces de sobrevivir a cualquier enfermedad solo por haber permanecido horas bajo la lluvia y no haber cogido la gripe, por ir sumidos en la interesante conversación del chat y haber levantado la mirada justo a tiempo para evitar que el camión nos fundiera con el pavimento, sin embargo sentíamos esa presión en el pecho a menudo cuando observabamos el cielo e imaginábamos el futuro, un futuro en la nada.

Sentir que habíamos burlado a la muerte y no ser conscientes de que aquello significaba que nos iba pisando los talones.

Me parecía divertida la forma en que se iba escribiendo mi vida, ya había muerto una vez, mi corazón  detuvo y volvió a latir como si estuviese en pleno éxtasis, muchos lo llaman un "Milagro de Dios", yo creo que la muerte me ha gritado dos veces "Estoy aqui".

Aún me faltaban muchas batallas por ganar y tal vez aún no estaba preparada para la otra vida, estaba segura que al despertar de esta oscuridad abrumadora iba a estar muy adolorida.

Yo no estaba muerta, aún no.

Cuando al fin pude siquiera hacer que mis pestañas revolotearan, pensé en que habían pasado tal vez muchos años, entre esos momentos en los que estuve flotando en la inconsciencia y la lucidez, dislumbrando confusas veces una silueta moverse de aquí a allá.

Y para una persona sumida en un miedo grandísimo por encontrarse con sus extremidades paralizadas, eso no podía ser bueno, contando con que mi imaginación a veces traspasaba los límites, y es que en verdad quien quiera que fuese se veía aterrador.

Apreté los párpados fuertemente, sintiendo un leve escozor, probablemente por llevar -Dios sabía cuánto- mucho tiempo sin abrir.

Obligué a mi cerebro a que mandara un enorme mensaje a mi cuerpo, para que se moviera o emitiera dolor, algo que me dijese podía siquiera caminar... y eso me asustó.

Un leve gemido... bueno, ni eso, porque vergonzosamente expulsé una enorme cantidad de aire.

¡Estaba viva!

Mi vista se aclaró, apartando la viscocidad que la empañaba.

De un respingo recordé y las alarmas se activaron en toda mi cabeza.

Las imágenes se presentaron como luces cegadoras: la persecución, desesperación... la explosión.

Y ahora en...

¿Dónde estaba?

¡Levántate! ¡Has el esfuerzo!

Pero entre intenrarlo y realmente hacerlo.... Apreté los labios hasta que hormiguearon.

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⏰ Última actualización: Jun 21, 2023 ⏰

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Sin tiempo para morir (Narcotraficante Jeon Jungkook  Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora