doppelgängers, dolor y beicon

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Había una vez una chica que se disponía a salir de su piso, cuando al cerrar la luz del pasillo su abuelo la llamó y ella le contestó animada:

—¡Hola yayo! —Esperó a que le contestara y empezaron a hablar tranquilamente, ella le decía que no tardaría mucho en salir de su edifico para dirigirse a casa de él.
—Bien bien, he cocinado un poco de espaguetis a la carbonara porque se que te gustan.
—¿!Qué?! Y les has puesto...—
—Sí,—Interrumpió el riendo a través del teléfono.— Les he puesto beicon, porque sé cuanto te gusta.

Al cerrar la puerta y girar la llave notó algo extraño, por la ranura diminuta que había entre la puerta y el suelo se filtraba una luz, una luz que provenía de dentro de la casa.

Ella no entendía nada, había apagado la luz... Giró la llave de nuevo y abrió la puerta.
Delante de ella había otra ella, una que la miraba con una sonrisa terrorífica y poco humana.
Era un doppelgänger. Era su doppelgänger.

Ella chilló con miedo y corrió por las escaleras des tres en tres, tropezando y levantándose mientras lloraba y gritaba y dolía, dolía mucho.

—¡AYUDA! ¡AYUDA PORFAVOR! —No alcanzaba a decir mucho más mientras seguía bajando unas escaleras que con horror comprobó que no se acaban nunca.

De las puertas de los pisos empezaron a aparecer tentáculos de sombras tenebrosas que parecían inundar las paredes que antes eran de un color beige desgastado, su voz no salía y seguía doliendo mucho.

A medida que bajaba escalones, el edificio iba perdiendo luz, como si los tentáculos que aparecían de las puertas la devoraran con pasión.

Pronto dejó de ver del todo, y se dio cuenta que ya no había escalones, ya no había edificio.

Siguió andando y descubrió que estaba fuera en el exterior, lo sabía por la suave brisa que irónicamente le acariciaba esas piernas que hace poco corrían con instinto de supervivencia.

Empezó a ver farolas y se dio cuenta de que estaba sonriendo: conocía ese lugar, estaba cerca de la casa de su abuelo.

La adrenalina golpeó de nuevo y empezó a correr con las lágrimas cayendo por la comisura de su boca y corrió y gritó e incluso rio incrédula preguntándose si quizás lo había soñado, pero aún le dolía demasiado como para contemplar lo que había ocurrido.

Llegó a la casa de su abuelo y todo parecía estar bien, no había tentáculos por las paredes y se convenció a sí misma que había sido una pesadilla.

-¡Yayo! ¡Yayo no sabes lo que me ha pasado, era muy raro. Había unos te...—

La chica se había fijado que detrás del abuelo estaba el plato de espaguetis y fue corriendo a sentarse mientras reía de nuevo, incrédula de su buena suerte al haber podido huir de lo que fuera eso.
Además, ya casi ni notaba el dolor.

—Como te decía, había unos tentáculos saliendo de...— Volvió a auto-interrumpirse, pues algo no estaba bien.
Tras un momento de silencio entre ella y su extrañamente callado abuelo, lo entendió:

Ya no le dolía nada, pero los espaguetis no llevaban beicon.

Los espaguetis no llevaban beicon.

-lunn🎧

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